Es absurdo y,
sin embargo, no tengo ninguna explicación para estas lágrimas de felicidad que
recorren mis mejillas al ver a los Celtics, a mis Celtics, celebrar la
consecución del título de la NBA. Han pasado dieciséis años desde el anterior
anillo, la mitad de treinta y dos, que fueron los años que mediaron entre la
sexta y la séptima Copa de Europa del Real Madrid, el otro equipo al que
irracionalmente entrego mi corazón y con cuyos éxitos y fracasos me fundo.
Pero más allá de
lo emocional, este triunfo de los Celtics pone fin a un curso baloncestístico
en el que algunas notas dominantes deben iluminar el camino de los proyectos
que empiezan a urdirse en las oficinas de los distintos clubes. Y, aunque el
inciso previo es que no hay ingrediente secreto que conduzca irremediablemente
al éxito de los equipos, creo que esta temporada, y especialmente el triunfo de
los Celtics, debe dar que pensar a los distintos responsables, a todas las
áreas deportivas de las distintas organizaciones que se dedican en cuerpo y
alma al baloncesto, antes una ciencia social que una rama de las matemáticas,
antes una derivada de la química elemental que un subproducto de un moderno laboratorio.
1. Una mente maravillosa, un plan intachable. La mente, claro, la
de Brad Stevens; el plan, obviamente, todo el entramado de nodos y redes que ha
ido creando en este tiempo a través de movimientos que, tal vez, concebidos
aisladamente no tenían mucho sentido. Brad Stevens sabía cómo debía atacar su
equipo para ser casi imposible de defender y cómo debía defender su equipo para
ser casi imposible de desarbolar. El entrenador debía creer en esta fórmula en la
que la capacidad de desequilibrio de unos y la amenaza de otros dentro de un
particular spacing lo es todo. El entrenador debía creer en que la
versatilidad defensiva dentro de un contexto de hombres altos de brazos largos rematada
por un plus de intimidación los haría casi invulnerables. Él se encargaría
de juntar las piezas para hacer funcionar la idea. La clave, por tanto, la
fusión de conocimiento e imaginación que dio lugar al plan. La clave, por
tanto, tener en el puesto de máxima responsabilidad de una organización
deportiva, a un sabio y a un innovador responsable y comprometido con la
franquicia y con el baloncesto.
2.
Binomios entrenador-organización. En Joe Mazzulla los Celtics
no vieron en ningún momento a ese entrenador que multiplica los panes y los
peces o transforma el agua en vino, esa figura a la que se aferran tantos
directores deportivos en Europa para ahorrarse, quizá, la concepción del plan
del que hablaba en el anterior punto. Brad Stevens no se ponía en manos de Joe
Mazzulla, de 33 años y sin apenas currículum en aquel momento, para que
resolviera todos los problemas de la organización, entre otras cosas porque no
había ningún problema que resolver. No estaba llamado a ser un apagafuegos,
solo una pieza más, importante, dentro de un engranaje, este sí, perfecto. Este
relevo encuentra un cierto parecido en la transición tranquila que encarna Chus
Mateo en otra institución, el Real Madrid, que avanza con paso firme e
intenciones claras desde hace más de doce años. No es tanto el entrenador,
sino la coherencia, los principios que encarna, su preparación para ejecutar el
plan y darle ciertos matices. No es tanto el chamán como el líder de un grupo
humano. Y la estabilidad, claro.
3.
La diferencia entre nostalgia y responsabilidad con el pasado.
Que los Celtics son una franquicia con una enorme historia detrás es un hecho.
Que los Celtics se aferraron durante muchos años al polvo que inundaba la sala
de trofeos puede que también. Pese a la conocida cita de Marx ─ «la historia
está llamada a repetirse, unas veces como tragedia y otras como farsa»─, o
precisamente por ella, es necesario utilizar esta historia como un elemento
motivador, no como una excusa para la parálisis y un injustificado aferramiento
a las fórmulas que fueron victoriosas en el pasado y que, como es lógico, en
contextos nuevos y en el marco de una competición en la que la única constante
es el cambio, están llamadas al fracaso. El ejemplo es claro: si los Celtics
hubieran actuado con nostalgia, Marcus Smart hubiera seguido en la plantilla.
4.
La alquimia y los indispensables. Es cierto, Joe Mazzulla (o
la extensión de Brad Stevens en la cancha) confió en más gente y amplió la
rotación que solía emplear Ime Udoka y que él mismo replicó en su primer año en
el banquillo. Pero esto también ocurrió gracias a que había más jugadores
preparados y menos jugadores necesitados de un protagonismo que no podrían
tener en un equipo llamado a pelear el título de la NBA. Es cierto, el
modelo de juego facilita que haya tiros para todos y el ejercicio de humildad
de los Jays para entender que debían ser antes generadores que anotadores
compulsivos, también colaboró con la asunción de roles, la mayor y mejor
distribución de los minutos, la diversificación de la ofensiva y, finalmente,
como consecuencia de todo esto, la química en el vestuario. Desde luego,
fue clave deshacerse de un “amasabalón” como Smart y cambiarlo (aunque en
realidad no fue un cambio directo) por un jugador como Holiday, mejor defensor,
más capacitado para jugar sin balón y menos pagado de sí mismo. Esto y
empoderar aún más a White,
una especie de Xabi Alonso o Busquets del baloncesto que da sentido a cada
balón que pasa por sus manos.
5.
Veteranos con alma de niño. Está muy bien ese discurso que
alaba la presencia de veteranos en el vestuario, pero yo añadiría que esos
veteranos deben tener hambre de mejora y alma de niño. Hay mucha diferencia
entre jugadores que se dan por amortizados y acuden a jubilarse a un equipo
poniendo sus derechos por delante y aquellos otros como Horford o el actual
Llull que están enamorados del juego, comprenden las necesidades del equipo y
preguntan, nada más llegar el primer día al vestuario, «qué se necesita» o «en
qué puedo ayudar».
6.
Dividir y doblar como forma de vida. Va a parecer naïf u
oportunista, pero los Celtics juegan al baloncesto como un muy buen equipo
infantil. En los Celtics no hay bases, aleros y pívots, hay generadores de
ventajas, amplificadores de ventajas y rematadores que pueden jugar cerca de la
línea de fondo o más allá de la línea de tres. Todo se basa en el uno
contra uno, como tantos critican, sí, pero también en leer y castigar la
respuesta defensiva de modo que la distribución de las piezas ofensivas impida
una reacción efectiva o gratuita. Así, ya sea como consecuencia de la
primera ventaja, o de segundas o terceras ventajas derivadas, los Celtics
aspiran a terminar su ataque con un tiro de alto porcentaje, ya sea una bandeja
próxima al aro o un tiro de tres puntos con los pies encarados a la canasta.
Todo ello tras haber desgastado a la defensa y haberse provisto, así, de muy
buenas oportunidades de rebote y de una muy buena disposición inicial para el
balance. Y para todo ello, en fin, vuelven a ser claves los cuatro fundamentos
básicos del ataque bajo mi punto de vista: el driblin, el pase, el tiro y el
juego sin balón en su doble vertiente ejecución/decisión.
7.
La capacidad para cambiar, la vida en mismatch. El de los
Celtics ha sido el segundo mejor defensive rating en liga regular y el tercero
en Playoff, por lo que en esta mitad de la pista debemos encontrar quizá algo
más que la mitad de su éxito. Hasta cinco defensores se encontró Doncic en
su camino al anillo porque incluso más de cinco jugadores de los Celtics podían
llegar a defender, con un poco de ayuda, al jugador más talentoso de esta
generación. En ese perfil versátil y cineantropométrico de los jugadores de
Celtics reside gran parte de su éxito. También en los esquemas, en los detalles
técnicos y, sobre todo, en la convicción de que no se pueden alcanzar éxitos
tan grandes como un anillo de la NBA sin atender lo que sucede en defensa. Es
más, quiero pensar que en la concesión del MVP de las finales a Jaylen Brown,
además de una petición implícita de disculpas por no haberlo valorado en su
justa medida anteriormente, también había un reconocimiento al nivel físico, de
manos y contactos que puso en este lado del parqué.
UN ABRAZO Y BUEN
BALONCESTO PARA TODOS
2 comentarios:
Fantástica narración y reflexión. Cuanto se ganaría si se valorara más a los White. Se lo voy a pasar a quien ya sabes a ver qué me dice. Sl2 Ch
Muchas gracias por tu comentario. Sin duda, merecen mayor reconocimiento, aunque lo cierto es que no lo buscan y no lo necesitan, que es lo que les hace especialmente grandes. Pero sí, más Whites y Holidays harían mejores equipos.
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