Hoy este blog
cumple trece años, o tal vez fue ayer, que diría Mersault a propósito de la
muerte de su madre en la obra El extranjero. No es que importe
demasiado, pero la constancia del paso del tiempo nos permite reflexionar sobre
esta dimensión, otorga esencia a los hechos acaecidos, aporta una sensación de
continuidad que permite llevar a cabo evaluaciones más o menos precisas,
autocríticas o, al contrario, autocomplacientes, de nuestro propio aprendizaje.
Y así uno
descubre que esta progresión nunca es lineal, que uno no se hace más viejo y,
precisamente por ello, más sabio. Y no es solo por la sensación de ignorancia
que acompaña a cada hallazgo, sino por la presencia en ese cronograma
imaginario de hitos que justifican el silencio de tantas horas, el frío de
tantos inviernos. Uno de ellos fue aterrizar en Logroño, capital de la Rioja y del
vino hace cinco años y cinco días justos, en su calle Laurel, para conocer en
persona a Jenaro Díaz, entrenador del Club Baloncesto Clavijo.
Aquí en Logroño he experimentado en mis carnes el proceso de crianza: dos años en barrica y dos en botella con un año entre medias de curación en tierras burgalesas (mezclo vino y embutidos en un guiño a mi lugar de origen), al que también estoy agradecido. En este tiempo el zumo de uva que traía de Salamanca ha fermentado a través de la observación, el diálogo y la experiencia, conectando con los jugadores, ganando y también perdiendo. En el Club Baloncesto Clavijo he preparado hojas de scouting, planes de viaje, borradores de contrato. He hablado con recepciones de hotel, funcionarios de Extranjería, agentes y también colegas. He viajado a lugares paradisíacos y a muchos de los centros de la España interior, vacía o vaciada, según gustos literarios o inclinaciones ideológicas. He conducido y he sido pasajero, piloto y copiloto, asistente y principal. He procurado transmitir entusiasmo y tranquilidad a alevines, chicos y chicas, infantiles, cadetes y juniors, he entrenado a equipos, pero también a jugadores previamente seleccionados, siempre poniendo la búsqueda de la autonomía decisional por encima del seguimiento indiscriminado de normas o conceptos.
He intentado que
cualquiera de los jugadores pueda compartir cancha con otros cuatro que, con y
sin balón, sepan aprovechar la iniciativa que otorga la posesión del balón al
equipo atacante y provocar desequilibrios que culminarán en ventajas que,
nuevamente a través de la técnica y la táctica individual, aprovecharán o incrementarán
mediante un buen uso de los fundamentos básicos y una inteligente ocupación de
los espacios. Todo ello sin olvidar que es el atletismo, en un
sentido amplio, el que da valor al conocimiento del juego, permitiendo su
expresión práctica. Y que la defensa también juega, mediatizando todo el
proceso de cognición, toda respuesta finalmente biomecánica.
Porque la
defensa también juega, este ha sido también otro de los mantras. Y puede ser
divertida cuando en vez de especular llama a la asunción de riesgos, al
esfuerzo solidario, a la intuición para adivinar el futuro. En defensa hay
cinco chicos actuando sin balón, pero en función de él, sintiendo la
responsabilidad, pero también ese aire canalla que acompaña al robo y que debe
invitarnos a enseñar a usar las manos y a alterar ese principio que daba la
iniciativa, por definición, por el hecho de partir con el balón, a los ataques,
que pasarían a defenderse de nuestra defensa.
También he
disfrutado del semiprofesionalismo, que era semi en las condiciones y circunstancias,
pero profesionalismo sin matices cuando tocaba trabajar al lado de alguien como
Jenaro, un sospechoso habitual de campeonatos de selecciones y Euroliga, quien
sigue intentando que sus equipos se parezcan a aquellos, aunque solo sea en la
ambición y el empeño. Cómo no recomendar este grado universitario que he podido
cursar a su lado, primero como alumno obediente y, cada vez más, como apuntador
de ideas e incluso rebatidor nato, al menos hasta que alcanzábamos, previo
acuerdo o no, la que debía ser nuestra certeza, la que debíamos transmitir sin fisuras
a los jugadores.
No los cito
porque son muchos y temo dejarme alguno. También porque algunos no lo merecen,
en la medida en que no entendieron lo que significaba estar en un equipo y
ponerse al servicio de una causa apoyada por una ciudad, una afición y una
directiva. De todos aprendí, de todos me llevo algún recuerdo. Los hubo buenos
y muy buenos metiendo canastas, pasando el balón, pero me quedo con los que
fueron muy buenos ganando partidos, haciendo lo necesario, sin prestar atención
a la estadística particular, aunque luego, los cínicos de los entrenadores y
directores deportivos, será lo primero en lo que nos fijemos.
No los cito
porque han sido muchos. Algunos ya han dejado el baloncesto, otros se han
cambiado de equipo. La mayoría sigue, a la espera de saber cuál será su equipo
el próximo año. Me refiero a los jóvenes jugadores de baloncesto, a esos niños
y adolescentes con los que he compartido unas cuantas horas de cancha,
seguramente no tantas como nos hubiera gustado a ambos, tampoco de la calidad
deseada, mis perdones. Mi mayor deseo es que recuerden alguna anécdota de estos
años, que alguna metáfora les permita asociar y recordar lo aprendido; confío también
en haber contribuido a forjar su carácter sin haberlo mediatizado en exceso. A
veces siento el temor de haber tratado igual a peces y aves, pidiéndoles a
todos volar. Espero que me perdonen los primeros. Y que tengan tiempo para
hacerse con un par de alas (y ser peces voladores) antes de que alguien los
condene de por vida a reptar por el fondo marino.
Me voy de
Logroño cinco años y cinco días después pudiendo distinguir un vino joven, un
crianza, un reserva y un gran reserva, conociendo las normas de la Denominación
de Origen Rioja y, sin embargo, más convencido que nunca de lo necesarios que
son todos aquellos que, conociéndolas, las ignoran para hacer vinos de autor,
caldos que emanan creatividad y frescura, que se alejan de la tradición sin
ningún ánimo de crear la suya propia, pues no pretenden trascender. Que simplemente desean que un paladar pueda
inundarse de sus matices, que alguien pueda disfrutar de ese simple gesto que es
levantar la copa. O armar el tiro. O esconder un pase.
UN ABRAZO Y MUCHAS GRACIAS A TODOS LOS QUE ME HAN ACOMPAÑADO EN ESTOS AÑOS.
3 comentarios:
Eres un buen vino J.J. y como los buenos vinos, seguirás mejorando con el tiempo, porque tienes buena madera, porque tienes buen cuerpo, porque rompes en boca (ojo, con las palabras), porque hay mucho trabajo detrás de ti y porque ya tienes una etiqueta, que te pongas en la mesa que te pongas, sólo los buenos, o muy buenos paladares sabrán apreciarte al 100%. Un brindis por ti y por como eres y mi admiración por la cosecha. Vic
Levantar la copa y embriagarse de matices que distinguen cada vino de otro por su propia gestacion, crianza y evolucion, para llegar a ser excelentes es lo que hemos apreciado con tu labor estos años. Gracias Juanjo. No dejas Logroño aunque te vayas. Espero que podamos disfrutar viendo cómo vuelan los peces de espíritu guerrero. Suerte, salud y libertad. Ch.
Muchas gracias por vuestros comentarios. Ojalá sea como decís y, sí, "Ch", yo también estaré atento a sus evoluciones. Soy optimista. ¡Un saludo y muchas gracias a ambos!
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