Tópicos que matan


 


Tengo la impresión de estar cerca de muchos jugadores que quieren ser lo que no son alimentados por toda una serie de fabulaciones y fantasías fabricadas por la propaganda posibilista que tan bien da de comer a aquellos que orbitan en la periferia del sistema, tratando de reintegrar en él, ya sea por la vía judicial o la de los medicamentos, a los individuos en la rueda. El ser humano, para volar, necesitó, es cierto, del elemento imaginativo de los primeros soñadores, pero también de los cálculos ingenieriles de tipos con los pies bien asidos a la tierra.

 

En el baloncesto ocurre lo mismo. Y todo empieza por experimentos como los de la Minicopa, competiciones absurdamente adelantadas en el tiempo y con un seguimiento mediático impropio de lo que hay en juego y del material que se tiene entre manos. Normal que algunos niños se tiren por un precipicio, literal o figuradamente, confiando en las alas que han pintado para ellos adultos mal informados.

 

Nada me gustaría menos que haber visto las mejores películas de la historia del cine con mi edad. Me gusta mucho más la idea de poder verlas algún día, de saber que aún quedan joyas por admirar. Pues bien, a muchos de estos chicos se les ofrecen estaciones de destino con 12 y 13 años, fiestas de cumpleaños en palacios que aún no merecieron pisar. Y es normal que muchos de ellos quieran ser estrellas del baloncesto, no se juega una minicopa para ser, pocos años después, el chico de las toallas en ACB, o un buen jugador de banquillo en LEB Oro, o un especialista defensivo que puede tirar abierto en LEB Plata. O un buen jugador de liga EBA, vaya mierda.  De ahí, entre otras cosas (el sistema de oportunidades tampoco funciona), que el porcentaje de transformación de los infantes en buenos jugadores de baloncesto sea tan pobre. Pero también por toda una serie de tópicos que enuncio a continuación y sobre los que, si queréis, podemos debatir abiertamente.

 

1. Es mejor ser un “1” que un “2”, un “3” que un “4”, un “4” que un “5”. Agentes, jugadores mal informados, aficionados de barra de bar, alimentan este tópico que no puede ser más falso. Ojalá, con mi escasa estatura, pudiera defender a 5´s y poder actuar como tal para poder sacar partido a mi mayor dinamismo, a mi visión de juego, a mi tiro exterior. Ojalá poder ser un “3” que defiende a todos los jugadores en pista y puede atacar a jugadores más lentos, o más pequeños, o menos ágiles. Ojalá ser Anteto y actuar como pívot para sacar todo mi potencial en las continuaciones al aro. O ser Draymond Green y poder pasar con la distancia que me ofrecen pares más lentos quienes me conceden tiempo y espacio para leer el juego. Ojalá ser jugador de baloncesto y poder defender a cualquiera en la mitad trasera y tener ventajas de todo tipo en la ofensiva. Déjense de desprestigiar viejas posiciones de baloncesto en base a argumentos carpetovetónicos.

 

*¿Qué hubiera sido de Scola si alguien le hubiera dicho que era mejor ser un 3 que un 4, un 4 abierto que un 4 más interior o un 5 pequeño y dinámico?

2.       Hay que dar libertad para crecer. En fin, quizá el símil sea hiperbólico y reduzca la cuestión al absurdo, pero no creo en la posesión libre de armas de fuego. Creo que hay que hacerse con una licencia, demostrar sobradamente una capacidad intelectual y unas características psíquicas y psicológicas que garanticen su buen uso. Creo que hay que ganarse la libertad, porque el reverso de la libertad es la responsabilidad. Y no es responsable tirar si en los entrenamientos no se ejecuta ese tiro con porcentaje. Menos aún si no se entrena repetidas veces. Ni el equipo ni el baloncesto deberían permitir conductas tan irresponsables y egocéntricas. Crecer se crece entrenando. Otra cosa es que haya que crear una atmósfera propicia para el error que conduce al acierto, pero siempre después del esfuerzo, la concentración y la responsabilidad. Lo otro, señores, es jauja.

 

3.       Es mejor jugador el que puede hacer de todo. En un mundo ideal tal vez, pero no en el baloncesto que veo por la tele, con creadores, facilitadores, ejecutores y currantes. Algunos jugarán un papel y otros otro, igual que no todos pueden ser Romeo en la obra de Shakespeare. Pero todos quieren ser Romeo, aunque Romeo deba morir. Incluso el jugador nada agraciado con la elasticidad necesaria para levantarse sobre bote o para esquivar ayudas. Incluso los jugadores sin esa gracilidad en la muñeca para vender una idea y hacer otra sobre bote. Conócete a ti mismo… Y acepta el veredicto puede ser el mejor consejo posible para que un jugador pueda llegar a ser la mejor versión posible de sí mismo.

 

*Jugadores como Reggie Miller supieron entender qué podían hacer y qué no y se convirtieron en el mejor jugador que podían ser, sin aspirar a ser Jordan. 

En fin, solo tres tópicos contra los que luchamos los entrenadores, creo que en todos los niveles, a veces aceptándolos sin más. Tres tópicos alimentados por el sistema neocapitalista e individualista y por algunos padres que, queriendo lo mejor para sus hijos, los sumergen en un pozo de frustración tratando que sean lo que nunca podrán llegar a ser privilegiando, además, sus derechos por encima de sus obligaciones, cuestionando al apuntador, a Shakespeare si hace falta, por no hacer una obra con tantos romeos como actores. En fin, no habrá igualdad hasta que no seamos todos hijos de Brad Pitt y Angelina Jolie. O del Fary y quien se les ocurra, no voy a exponer a este blog, con más de diez años de historia, a un posible cierre por incorrección política. Y en fin, también voy a seguir diciéndoles a todos los jugadores que son buenísimos, tampoco quiero dejar de entrenar, al menos por ahora.

 

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Boston Celtics: el paradigma



 


Empecé siguiendo a los Celtics cuando el baloncesto era muy distinto, en aquellos remotos inicios de siglo XXI en los que aún había bases y pívots, un grado de especialización muy alta, roles muy bien definidos. Cuando se jugaba con dos o tres marchas menos, a un baloncesto más posicional en el que brillaban las ágiles caderas de Allen Iverson, los hombros bailongos de Kevin Garnett o los infinitos amagos de Kobe Bryant o Paul Pierce. Empecé a seguir a los Celtics cuando Shaquille O´Neal era el jugador más dominante de la liga y lo sigo haciendo ahora cuando tengo infinitas dudas sobre el valor que tendría una figura tan portentosa como la de Shaq en un baloncesto como el actual en el que, honestamente, creo que no podría jugar por la velocidad a la que se practica y la múltiple amenaza de tiro de todos los jugadores en cancha, lo que evita que puedas resguardar a una sola pieza en la pintura sin que le saquen continuamente los colores.

 

Andrés Montes, la añorada voz de aquellas noches de NBA, llamaba “Siglo XXI” a Tim Duncan, valorando su versatilidad como un activo nunca visto antes (aunque para mí rompieron muchos más moldes en su época Bill Russell por su omnipresencia defensiva y Magic Johnson por su capacidad para crear juego desde sus más de 2 metros). Y, sin embargo, jugadores como Duncan, Garnett o Nowitzki, a pesar de sus enormes fundamentos, son ya casi piezas de museo arqueológico, pues estamos viendo cómo jugadores de su estatura actúan ahora como aleros, se crean tiros desde cualquier posición de la cancha y se mueven como humanos de 1,80. La revolución ha venido desde el campo de la preparación física, también desde la selección de los mejores biotipos a edades cada vez más tempranas y no deja de ser una apuesta de los reclutadores de talento, tanto en el baloncesto europeo, como en el universitario, como finalmente en la NBA. El baloncesto es lo que es porque Giannis, Durant, Lebron o Tatum fueron formados, con la paciencia suficiente, en todas las artes del baloncesto, no únicamente en la que su mayor tamaño parecía indicar a priori.

 

Hoy en día, a fecha de 8 de diciembre de 2022, los Boston Celtics presentan el mejor récord de la NBA a pesar de no haber podido contar con su mejor jugador defensivo, Rob Williams, y con la aportación que hubiera podido ofrecer Danilo Gallinari. Lo están haciendo con una apuesta que, bajo mi punto de vista, representa, junto a la de otros equipos, el paradigma del baloncesto moderno, además de un caso extraordinario de atmósfera de equipo volcado en la consecución de los objetivos, con un alto grado de tolerancia al error de los compañeros y una clara vocación de servir a los jugadores estrella, empezando, tal vez, por un entrenador interino, Joe Mazzulla, que interviene de manera calmada, con indicaciones a buen seguro muy valiosas, en el quehacer del equipo, lo que revela una primera diferencia con el modelo europeo, de cine de autor y baloncesto de entrenador. En USA siguen mandando los estudios, en este caso las franquicias, cuyos objetivos están muy por encima de los de un solo mortal, se llame Obradovic o Jasikevicius.

 

En cualquier caso, las mayores diferencias entre épocas las marca la apuesta por una conformación de plantilla bastante novedosa. Brad Stevens entiende que la dirección de juego debe ser una tarea compartida, entre otras cosas porque una decidida apuesta por la transición ofensiva reduce el peso del juego posicional. Así pues, su base no es un base al uso, con mando en plaza, que asuma gran parte de los bloqueos directos y todo se genere a partir de ahí, sino que Marcus Smart es, ante todo, un excelso defensor capaz de asfixiar al portador del balón y cambiar sin graves consecuencias en los bloqueos directos. Es decir, si habláramos de perfiles, la apuesta sería por el base más físico y completo disponible, con amenaza exterior suficiente (esto se lo pide al 90% de su plantilla) y carácter ganador que tome buenas decisiones sin un alto uso de balón.

 

La mayor parte del salario de los Celtics está invertida en sus aleros. Sus estrellas son dos jugadores diferentes, pero a priori intercambiables, en el sentido de que ambos pueden defender a cualquier jugador rival y anotar ante cualquier oponente, siendo sus recursos casi inagotables. Ambos miden más de 2 metros, son buenos defensores de 1x1 y capaces de admitir cambios, son imparables en transición (rebotean mucho en defensa), meten triples con consistencia, van a la línea de tiros libres con mucha facilidad y son capaces de generar tiros para sus compañeros. Perdónenme si piensan que blasfemo, pero la dupla Tatum-Brown, más aún teniendo en cuenta que tienen 24 y 25 años, es la mejor dupla exterior desde la famosa Jordan-Pippen. E igualmente se puede observar una cierta rivalidad interna, y que no todo fluye como debería, pero todo parece ser un mal menor. Por lo tanto, si habláramos de perfiles, en las posiciones exteriores se buscaría el talento más completo y grande posible. Si un jugador de 2,03 hace lo mismo que uno de 1,95, en fin, la respuesta viene dada.

 


Avanzamos con el “4”, una extensión de los aleros, un jugador igualmente versátil, fuerte, que ayude en el rebote. Si ya has reunido tanto talento exterior en el 2-3 no es necesario que este también brille en el apartado ofensivo, pero su amenaza debe ser total y suficiente. Es decir, debe conocer el juego y ser capaz de tirar o poner el balón en el suelo en función de las necesidades. Debe ser, a cambio, un feroz defensor y competidor. Es el caso de Grant Williams o el de un Al Horford rejuvenecido que volverá a ocupar esta posición cuando Rob Williams vuelva de su lesión.

 

En el cinco caben dos perfiles. El de un undersized rocoso que mate por cada balón y abra el campo o el de un físico imponente que, si no tiene amenaza de tres, es capaz de jugar por encima del aro en ambas mitades del parqué. En defensa, eso sí, debe poder hacer múltiples esfuerzos, o lo que llamo el DIR: Disuadir, Intimidar, Rebotear. Y si además es móvil, es capaz de puntear tiros tras cambios defensivos aprovechando parte de lo anterior, en fin, es una auténtica joya que el equipo debe saber utilizar incrementando la agresividad en primera línea, contestando duro cualquier intento de lanzamiento exterior a sabiendas de que atrás habita, y utilizo una expresión acuñada por mi amigo Fernando García, el famoso león de la sabana, cuya mejor expresión humana es, sin duda, Rob Williams.

 

La apuesta para el banquillo ha sido la de jugadores con un alto basketball IQ, buenos defensores de perímetro (sin el tamaño de los titulares, claro, no hay dinero para todo) y con una amenaza potencial y real de lanzamiento exterior absoluta. La segunda unidad viene a ser, por tanto, una réplica de la primera renunciando en algunos casos a la estatura, en otros casos al talento para la generación de jugadas, pero en casi ningún caso a la capacidad defensiva, a la amenaza de tiro exterior y a la inteligencia baloncestística. Los Celtics llegaron agotados a la serie final ante los Warriors la pasada campaña y han entendido el valor que tiene el banquillo a la hora de mantener vivos parciales, ganar la batalla ante la segunda unidad rival y complementar a la perfección a los jugadores fundamentales. Malcolm Brogdon, Derrick White, Blake Griffin, Luke Kormet, Sam Hauser, Payton Pritchard y Danilo Gallinari están en Boston para ganar un anillo y conforman un supporting cast extraordinario para completar la misión.

 

En fin, como sostengo desde el inicio del artículo, creo que los Boston Celtics representan un extraordinario caso de estudio para los directores deportivos de la NBA y el resto de ligas profesionales. Obviamente, aunque cada cual en su escala, su modelo revela la existencia de una visión, una misión y una estrategia definitivamente enfocada a la victoria, amparada, a buen seguro, en la estadística avanzada y construida a partir de una inteligencia superior como la de Brad Stevens, no solo como un reflejo del pasado, sino también como un anticipo de lo que será el baloncesto en un futuro a corto plazo.

 

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS