Curso 21-22. Contradicciones.

 



Si durante todo este tiempo he permanecido en silencio es porque no tenía nada que decir que no tuviera un carácter transitorio, perecedero. Las palabras mueren cuando el sonido se vuelve inclasificable o intraducible y su significado está llamado a caer en el olvido. En la denodada lucha por la coherencia, el ser humano, en todos los ámbitos del conocimiento, ha renunciado a explorar lo que quedaba fuera de su esquema de pensamiento. Sin margen para la contradicción, cuyo peaje social es muchas veces tan elevado, es imposible tomar esas sendas que, como nos recordaba Robert Frost, harán toda la diferencia.

Lo que voy a exponer a continuación es una relación de contradicciones, de afirmaciones que desafían los parámetros de la lógica aristotélica. Voy a defender, porque así lo he interpretado al seguir con atención el curso baloncestístico que ayer tocaba a su fin, que A es igual a B y que A no es igual a B, así que bájense del barco de esta lectura quienes no puedan aceptar este contrasentido y disfrutar con las rugosidades de la superficie del planeta, nada más alejado de esa esfera perfecta que aún luce en las estanterías de sus dormitorios (o los de sus hijos).

 

Es posible jugar sin “bases”. En fin, lo habrán visto. El Real Madrid ha ganado una liga con Carlos Alocén, Williams-Goss y Thomas Heurtel lesionados, con Llull claramente afectado por problemas físicos y con Abalde, la solución más habitual en los tiempos de carestía, también dolorido. Con un fantástico combo como es Causeur, eso sí, rejuvenecido y especialmente motivado, y con una versión Z de Rudy, muy unido a su recientemente fallecido padre.

El Madrid ha controlado las dos transiciones gracias a un balance que comenzaba por su presencia en el rebote ofensivo y, contra todo pronóstico, ha podido correr dando libertad para salir en bote a su fantástico elenco de aleros. Puede que el dominio del rebote sea más importante que la agilidad, la capacidad para distribuir y la visión de juego de los directores de juego más clásicos, incluso que la amenaza de tiro, pero creo que todo esto solo ha sido posible por el grave error estratégico de un Barça poco valiente, cuya defensa conservadora, basada en la flotación, ha permitido al Madrid jugar a una mezcla de balonmano y volley que le ha permitido terminar la eliminatoria con un saldo compensado de robos y pérdidas (toda una hazaña estadística).



Es decir, solo es posible jugar sin directores de juego, manejadores puros de balón capaces de ejecutar con timing el ataque, gracias a planes estratégicos basados en el miedo y el conservadurismo o ante plantillas diseñadas antes para atacar que para defender. Era indecente ver la facilidad con la que el Barcelona permitía la circulación de balón de un Madrid al que habría que haber forzado a jugar desde el bote y a una velocidad superior en ambas canchas, una velocidad que ante la falta de talento ofensivo hubiera sido demasiado alta. Que el Madrid no terminara cada partido con más de quince pérdidas es el resultado de un Barça que zoneaba para protegerse de Tavares, cuando lo que debió hacer es correrle, atacarle con el short roll o con el roll tardío y, por supuesto, poner presión en el perímetro para que el Madrid no pudiera pensar y triangular tan a placer. En resumen, todas las fórmulas que planteó Pedro Martínez en el partido de Manresa y que hacen bueno a los maestros sencillos en la comparación con los aprendices de brujo.

 

No es posible jugar sin “bases”. Los Celtics se dieron cuenta de que, por momentos, defensas asfixiantes como las de Miami y Golden State eran conscientes de que ni Smart ni White son bases de alto nivel. De que Brown y Tatum, desde su atalaya por encima de los dos metros, y aunque cada vez lo hacen mejor, sufren cuando se ven obligados a tomar decisiones sobre bote, a hacer lecturas propias de un base. Sin ningún interior que pudiera hacer las veces de creador desde el poste medio o alto, los Warriors han sabido atascar el arco y provocar numerosas pérdidas en unos Celtics que, además de madurar, deben diversificar su ofensiva y hacerse con algo más de talento en el perímetro. Las 22 pérdidas del último partido contrastas con las 8 del Madrid tanto como para afirmar que no es posible jugar sin bases si el equipo contrario lo sabe y lo explota.

 




El baloncesto es un deporte para especialistas. Si concluimos que no es posible jugar sin bases, que los tiradores letales valen muchísimo, que los treses altos siguen teniendo un gran valor, que los cuatros abiertos son imprescindibles y que los cincos, aunque hayan evolucionado, siguen condicionando el juego, parece que el baloncesto sigue siendo un deporte de especialistas y que tiene sentido eso que dice el entrenador del infantil. Juan, base; Ramón, alero; Jorge, pívot. Qué sé yo, quizá en mi equipo tuvieran siempre sitio un escolta como Kuric, un ala pívot de manual como Mirotic y, desde luego, un cinco como Tavares.

 

El baloncesto avanza hacia un juego sin posiciones estancas. Hay muchas situaciones de juego en equipos como Boston Celtics o Golden State Warriors en que no están claros los roles y es difícil saber quién es cada cual en ese esquema clásico de pensamiento. Que tipos como Green dirijan la ofensiva desde el arco, que gente como Curry pueda renunciar al balón durante numerosos ataques, hace complicado saber quién es el verdadero base del equipo. Lo mismo sucede en los Celtics, donde todo parte de una ofensiva con alternancia de posiciones en la que las mismas situaciones son jugadas para unos u otros, todos bloquean y todos son bloqueados y prácticamente cualquiera puede subir el balón en la transición.



Es el triple, estúpidos.  El baloncesto ha cambiado mucho desde que los San Antonio Spurs ganaran el campeonato en 2014 tirando una media de veintidós triples por encuentro. La amenaza es clave para ensanchar los espacios, ampliar los tiempos y dificultar la toma de decisiones de la defensa, es evidente. La potencial amenaza de tiro exterior debe informar la confección de cada plantilla, pues son evidentes todas estas cuestiones, y, por supuesto, los entrenadores de formación deberíamos darle el peso suficiente a la enseñanza de este fundamento.

 

Es el triple, estúpidos. El equipo que ha cambiado el baloncesto ha ganado el cuarto y el quinto partido de su serie contra los Boston Celtics tirando con peor porcentaje. Y qué decir del Madrid, cuyo déficit de amenaza exterior no fue penalizado, sino que además colaboró al invitar al rival a flotar y conservar, con cinco jugadores pisando la zona en todo momento. La contención, la diversificación del juego ofensivo, la paciencia para buscar una nueva penetración que desordene definitivamente el sistema defensivo de rotaciones y la ampliación de los recursos para finalizar en la media distancia, aunque sea principalmente con tiros por elevación, han demostrado ser claves más importantes de lo que lo han sido los porcentajes de tiro de tres.

 

En fin, toda una serie de contradicciones aparentes que ni me atrevo ni pretendo resolver y que servirán de prólogo a un artículo con conclusiones que sí me parecen incontestables y que contribuirán igualmente, junto a estas contradicciones, a nuestra formación baloncestística.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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