Si durante todo
este tiempo he permanecido en silencio es porque no tenía nada que decir que no
tuviera un carácter transitorio, perecedero. Las palabras mueren cuando el sonido
se vuelve inclasificable o intraducible y su significado está llamado a caer en
el olvido. En la denodada
lucha por la coherencia, el ser humano, en todos los ámbitos del conocimiento, ha
renunciado a explorar lo que quedaba fuera de su esquema de pensamiento.
Sin margen para la contradicción, cuyo peaje social es muchas veces tan elevado,
es imposible tomar esas sendas que, como nos recordaba Robert Frost, harán toda
la diferencia.
Lo que voy a exponer a
continuación es una relación de contradicciones, de afirmaciones que desafían
los parámetros de la lógica aristotélica. Voy a defender, porque así
lo he interpretado al seguir con atención el curso baloncestístico que ayer
tocaba a su fin, que A es igual a B y que A no es igual a B, así que bájense
del barco de esta lectura quienes no puedan aceptar este contrasentido y
disfrutar con las rugosidades de la superficie del planeta, nada más alejado de
esa esfera perfecta que aún luce en las estanterías de sus dormitorios (o los
de sus hijos).
Es posible jugar sin “bases”. En
fin, lo habrán visto. El Real Madrid ha ganado una liga con Carlos Alocén, Williams-Goss
y Thomas Heurtel lesionados, con Llull claramente afectado por problemas físicos
y con Abalde, la solución más habitual en los tiempos de carestía, también dolorido.
Con un fantástico combo como es Causeur, eso sí, rejuvenecido y especialmente
motivado, y con una versión Z de Rudy, muy unido a su recientemente fallecido
padre.
El Madrid ha
controlado las dos transiciones gracias a un balance que comenzaba por su presencia
en el rebote ofensivo y, contra todo pronóstico, ha podido correr dando
libertad para salir en bote a su fantástico elenco de aleros. Puede
que el dominio del rebote sea más importante que la agilidad, la capacidad para
distribuir y la visión de juego de los directores de juego más clásicos,
incluso que la amenaza de tiro, pero creo que todo esto solo ha sido posible por el grave error
estratégico de un Barça poco valiente, cuya defensa conservadora,
basada en la flotación, ha permitido al Madrid jugar a una mezcla de balonmano
y volley que le ha permitido terminar la eliminatoria con un saldo compensado
de robos y pérdidas (toda una hazaña estadística).
Es decir, solo es posible jugar sin directores de juego, manejadores
puros de balón capaces de ejecutar con timing el ataque, gracias a planes
estratégicos basados en el miedo y el conservadurismo o ante plantillas
diseñadas antes para atacar que para defender. Era indecente ver la facilidad
con la que el Barcelona permitía la circulación de balón de un Madrid al que
habría que haber forzado a jugar desde el bote y a una velocidad superior en
ambas canchas, una velocidad que ante la falta de talento ofensivo hubiera sido
demasiado alta. Que el Madrid no terminara cada partido con más de quince
pérdidas es el resultado de un Barça que zoneaba para protegerse de Tavares,
cuando lo que debió hacer es correrle, atacarle con el short roll o con el roll
tardío y, por supuesto, poner presión en el perímetro para que el Madrid no
pudiera pensar y triangular tan a placer. En resumen, todas las fórmulas que planteó Pedro
Martínez en el partido de Manresa y que hacen bueno a los maestros sencillos en
la comparación con los aprendices de brujo.
No es posible jugar sin “bases”.
Los Celtics se dieron cuenta de que, por momentos, defensas asfixiantes como
las de Miami y Golden State eran conscientes de que ni Smart ni White son bases
de alto nivel. De que Brown y Tatum, desde su atalaya por encima de los dos
metros, y aunque cada vez lo hacen mejor, sufren cuando se ven obligados a
tomar decisiones sobre bote, a hacer lecturas propias de un base. Sin ningún interior que pudiera
hacer las veces de creador desde el poste medio o alto, los Warriors han sabido
atascar el arco y provocar numerosas pérdidas en unos Celtics que, además de
madurar, deben diversificar su ofensiva y hacerse con algo más de talento en el
perímetro. Las 22 pérdidas del último partido contrastas con las 8
del Madrid tanto como para afirmar que no es posible jugar sin bases si el equipo
contrario lo sabe y lo explota.
El baloncesto es un deporte para
especialistas. Si concluimos que no es posible jugar sin bases, que
los tiradores letales valen muchísimo, que los treses altos siguen teniendo un
gran valor, que los cuatros abiertos son imprescindibles y que los cincos, aunque
hayan evolucionado, siguen condicionando el juego, parece que el baloncesto sigue
siendo un deporte de especialistas y que tiene sentido eso que dice el
entrenador del infantil. Juan, base; Ramón, alero; Jorge, pívot. Qué sé yo,
quizá en mi equipo tuvieran siempre sitio un escolta como Kuric, un ala pívot
de manual como Mirotic y, desde luego, un cinco como Tavares.
El baloncesto avanza hacia un juego
sin posiciones estancas. Hay muchas situaciones de juego en equipos
como Boston Celtics o Golden State Warriors en que no están claros los roles y
es difícil saber quién es cada cual en ese esquema clásico de pensamiento. Que tipos como Green dirijan la
ofensiva desde el arco, que gente como Curry pueda renunciar al balón durante
numerosos ataques, hace complicado saber quién es el verdadero base del equipo.
Lo mismo sucede en los Celtics, donde todo parte de una ofensiva con
alternancia de posiciones en la que las mismas situaciones son jugadas para
unos u otros, todos bloquean y todos son bloqueados y prácticamente cualquiera
puede subir el balón en la transición.
Es el triple, estúpidos. El baloncesto ha cambiado mucho
desde que los San Antonio Spurs ganaran el campeonato en 2014 tirando una media
de veintidós triples por encuentro. La amenaza es clave para ensanchar los espacios, ampliar los
tiempos y dificultar la toma de decisiones de la defensa, es
evidente. La potencial amenaza de tiro exterior debe informar la confección de
cada plantilla, pues son evidentes todas estas cuestiones, y, por supuesto, los
entrenadores de formación deberíamos darle el peso suficiente a la enseñanza de
este fundamento.
Es el triple, estúpidos. El equipo que ha cambiado el
baloncesto ha ganado el cuarto y el quinto partido de su serie contra los
Boston Celtics tirando con peor porcentaje. Y qué decir del Madrid, cuyo
déficit de amenaza exterior no fue penalizado, sino que además colaboró al
invitar al rival a flotar y conservar, con cinco jugadores pisando la zona en
todo momento. La contención,
la diversificación del juego ofensivo, la paciencia para buscar una nueva penetración
que desordene definitivamente el sistema defensivo de rotaciones y la
ampliación de los recursos para finalizar en la media distancia, aunque sea
principalmente con tiros por elevación, han demostrado ser claves más importantes
de lo que lo han sido los porcentajes de tiro de tres.
En fin, toda una
serie de contradicciones aparentes que ni me atrevo ni pretendo resolver y que
servirán de prólogo a un artículo con conclusiones que sí me parecen incontestables
y que contribuirán igualmente, junto a estas contradicciones, a nuestra
formación baloncestística.
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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