Diario de un encierro. Día XXXI




Que el bosque nos deje ver el árbol


Quien más quien menos, cito nuevamente, me pasa sin querer, al maestro Sabina, ha podido observar un creciente, y reciente, interés por parte de muchos entrenadores en promocionarse, dar a conocer sus trabajos, sus puntos de vista; cuáles son sus destrezas y competencias y cuántos sacrificios están dispuestos a hacer para dedicarse al baloncesto. Lo sé porque soy uno de ellos, aunque este diario no forme parte, precisamente, de esta estrategia, aquí me siento libre para decir lo que pienso y caer en la political incorrectness, poema de Luis Alberto de Cuenca versionado por Loquillo.



Apoyo –me apoyo– a quienes se hallan en esta misión, sobre todo cuando entre el marketing y la verdad abunda más esta. La red parece ser el medio propicio, un terreno plano, sin nodos demasiado dominantes. Sin embargo, el baloncesto, como otras tantas instituciones consolidadas en el siglo XX, llámense periodismo, escritura o incluso política, es heredero de un patrón mucho más jerarquizado, oligárquico y clasista. Clasista en un sentido laxo, pues no es fácil adivinar cómo se reparten el mérito y el prestigio: no siempre el historial lo explica todo.

Muchas veces, aunque nunca he sido demasiado ambicioso, me he preguntado cómo se llega y por qué, cuánto he de saber de una materia u otra; casi nunca, la verdad, con quién debía contactar, aunque si he podido estar en LEB Plata es porque alguien me lo facilitó, pudiendo haber tenido esta deferencia con cualquier otro. Esta vez, sin embargo, me apetece recorrer el camino a la inversa, jugar a ser director deportivo, conectarme a Twitter, adentrarme en la selva de contenidos compartidos en estos días y salir con uno o dos nombres claros. ¿Me acompañáis?

¿Por dónde empezar? ¿Analizaría la coherencia del discurso o buscaría un súbito destello de genialidad? Un momento, ¿esto es cosa de genios o de currantes? ¿Me interesaría por la temática o más bien por el tono o el uso de un lenguaje especializado: hace el verbo al maestro o viceversa? ¿Clicaría en los enlaces a entradas como esta, de más de 500 palabras, sacrificando mi cuota de atención diaria o repasaría varios tuits dándome oportunidades, así, de llegar a más y variopintos perfiles? Uf, definitivamente no sabría por donde empezar.

Entenderán que, dada la dificultad, recurra a mis viejos amigos, y que les pida un nombre. Ahí fuera los hay muy buenos y muy malos, y no logro distinguirlos. Todos hablan parecido, son correctos y parece que algo saben, pero nada me garantiza su lealtad, su ética, si es que la preciso, o su capacidad de trabajo diario. No conozco cómo de ambiciosos son, en qué medida compartirán los objetivos del proyecto o si se ceñirán a ser mercaderes de su oficio. Me es imposible saber qué educación les dieron en casa, si primero piden o si optan antes por dar las gracias. No sé cómo de resolutivos son en situaciones de presión ni cómo se comunican con los jugadores, quizá llame a algunos también, sí, a ver qué me cuentan de su experiencia en la cancha y fuera de ella. O mira, mejor nada. Llamo a Ramón y él me sabrá decir, sí. Ramón me sabrá decir.




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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