Esperando a Seve
Con el golf me
pasó como con tantas otras cosas, que antes siquiera de haber empezado a explicar
el porqué de mi acercamiento a este deporte ya me habían etiquetado. Yo, que
iba y venía del campo cargando mi bolsa de palos de segunda mano y que, con
suerte, si acaso, cogía el autobús, me había convertido de pronto en un nuevo
rico, burgués, clasista y, creo que esto se lo callaban, pijo apestoso. Para
colmo, aquellos que decían esto aún se enfadan cuando declino sus ofertas de
jugar al pádel.
Es nueve de
abril y llueve, claro, no puede ser de otro modo. Hace 63 años nacía en Pedreña,
una pequeña localidad próxima a Santander, el mejor golfista europeo de todos
los tiempos, Severiano Ballesteros, uno de los pioneros del deporte español, un
auténtico fuera de serie en un deporte con escaso seguimiento en nuestro país.
Al igual que sucedía con Miguel Indurain, que apagaba las velas en pleno Tour de
Francia, Seve siempre cumplía años en la cita más especial del calendario: el
Masters de Augusta.
Severiano hizo
posible lo que antes era imposible desoyendo lo que, antes de la informática,
se llamaba costumbre, uso social, etiqueta o corrección. Sin perder nada de su
charme, pero sin renunciar tampoco a su latinidad, Ballesteros invirtió las
normas clásicas del riesgo/recompensa, visualizó trayectorias que nadie más
veía, movió el palo con la heterodoxia propia del autodidacta y ganó, ganó como
nunca antes nadie lo había hecho, visitando áreas del campo que no conocía ni
su diseñador.
Pues bien,
además de celebrar este cumpleaños, que coincide también con el abortado inicio
del Masters de Augusta, cito a Seve como impeliendo al destino a actuar y traer
una figura de estas características para competir con los androides que nos
traerán la mejora de las teorías del entrenamiento, la sofisticación de las
tecnologías aplicadas y, a no mucho tardar, los avances en biogenética. Uno se
puede quedar fascinado viendo a Giannis, Lebron o Williamson, puede apreciar lo
lejos que están dos individuos de una, aparentemente, misma especie (uno mismo
y ellos), pero a mí no me entusiasma su dominio por aplastamiento, prometo no
levantarme a celebrar una sola de sus canastas.
Mi esperanza
está en Doncic y sus ramalazos de genuino talento, pero a veces siento que le
sobra escuela. Me gusta la suavidad, como tejida en seda, de Jayson Tatum.
También las libertades que se toma Jokic, heredadas en parte de Sabonis, Divac
y, por qué no decirlo, del mismo Marc Gasol. Pero solo pagaría una entrada para
ir a ver a Curry, lo reconozco. Nadie como Curry, desde Magic, había conseguido
conectar con la grada de esta manera, aunque reservo a Shaquille O´Neal un
hueco destacado por su carisma y dejo a Jordan relegado a una categoría aparte,
por no saber cómo encuadrar su magnetismo.
Esto, trasladado
a la enseñanza de fundamentos, sería una invitación a plantear problemas sin
ofrecer soluciones, a revitalizar los unos contra uno informales, en medio de los
descansos, a fomentar el juego, los errores y la naturalidad en su comisión y
aceptación. Y, por supuesto, a organizar ligas callejeras, regidas por muchas
menos normas de lo que lo están los campeonatos de 3x3. El mejor plan veraniego
para nuestros jugadores no incluiría, en la añoranza de mayor creatividad, una
tabla de ejercicios físicos, sino un balón y una gorra para el camino.
UN ABRAZO Y BUEN
BALONCESTO PARA TODOS
0 comentarios:
Publicar un comentario