Michael, ya eres historia de España
Hoy adelanto la
publicación, me da igual lo que pueda pasar de aquí al final del día, qué puede
ir peor: ha muerto Michael Robinson y con eso basta. Desde 1992, en mi caso, venía
siendo uno más de la familia. Recuerdo como si fuera ayer sus correcciones
tácticas en aquella maqueta de Atocha con su español con acento inglés que
nunca fue perfecto, pero nunca, tampoco, mejorable, pues era ideal para su
humor típicamente británico. Él mismo reconocería un día que podía hablar
español perfectamente, pero que si lo hiciera se quedaría sin trabajo.
Los lunes eran
mucho mejores gracias a que en El Día Después nos enseñaban la cara b del
fútbol. Antes de que los medios empezaran a buscar el morbo, y los futbolistas
decidieran cubrirse la boca al hablar, aquel programa nos rescataba lo que
sucedía en el campo al margen de los planos habituales. Lo que el ojo no ve era
también una radiografía de la España de copa y puro que despertaba a la
democracia con la ingenuidad de un niño, que acudía al estadio en familia y aún
era capaz de reírse de sí misma. Las rivalidades se resolvían, más allá de las
actitudes fanáticas, con cánticos llenos de guasa. Los personajes políticos
quedaban retratados en guiñoles y no pasaba nada.
Michael Robinson
ha sido junto a Andrés Montes el mejor comunicador de deporte en nuestro país
(seguro que me dejo a muchos pero hoy lo siento así). Ninguno de los dos bebió,
precisamente, en las fuentes de la ortodoxia. Ambos entendieron en qué consiste
el entretenimiento, cuáles eran las principales demandas de la persona que se
ponía frente a un televisor. Andrés, porque conocía el medio, Michael porque había
sentido el barro de los campos ingleses, las mieles del triunfo y el dolor del
fracaso. Michael conocía a los futbolistas casi tan bien como a los
espectadores. Tal vez por que jugó para una de las mejores aficiones del mundo:
la del Liverpool, su gran amor.
Lo reconozco,
muchas veces lamenté la poca simpatía que mostraba por mi equipo, el Real
Madrid, por muy bien que la disimulara. Supongo que representaba unos valores
muy distintos, una perfección casi obscena. Pero lo perdonábamos, la verdad,
sus críticas eran siempre las mejor fundamentadas y al menos había que escucharlas.
Y, por supuesto, si el elogio procedía de Robin es que lo estábamos haciendo
muy bien. Valía doble.
En cualquier caso,
la redención definitiva, el ascenso a los altares de la comunicación deportiva
en nuestro país, lo alcanzó nuestro querido Michael cuando dio a luz al mejor
programa de deporte de la historia de nuestro país, un serial de documentales llamado
Informe Robinson que destila grandeza. Sí, grandeza en una época en la que los
contenidos deportivos de la televisión se volvían cada vez más viles y miserables.
No conozco mejor introducción al deporte, para nuestros hijos, sobrinos o
nietos, que un programa al azar de Informe Robinson.
En fin, Michael,
nunca caminarás solo. Nunca estarás más
solo que la una, aunque sé que allá donde estés intentarás rematar cualquier
balón llovido, cualquier centro al área. Eres historia del fútbol, eres
historia del deporte, eres historia de España.
UN ABRAZO Y BUEN
BALONCESTO PARA TODOS
1 comentarios:
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