Saben aquell que diu
Por necesidad
sobrevenida, dadas las actuales circunstancias, por salud o porque todos los
gremios que tienen un amplio repertorio de chistes sobre sí mismos tienen
salarios medios que, eliminando los casos extremos, quintuplican el de un
entrenador de baloncesto, creo que nos convendría rescatar de entre los sesudos
análisis de pitagorín y las poses de escritor maldito un poco de sentido del humor.
Menos mal de
Darío Méndez, que pone ante los espejos cóncavos y convexos de El Callejón del
Gato muchas de las circunstancias cotidianas que rodean nuestro oficio. También
de Guillermo Giménez y Antoni Daimiel, que encuentran siempre un recoveco donde
incluir una hipérbole o una anécdota, siguiendo a su manera la estela que aún ilumina
el cielo al sur de Madrid, esa que dejó Andrés Montes con su humor tan
reconocible al tiempo que no exento de un cierto amargor.
Esto no necesariamente
iría en contra del famoso ego del entrenador, ese que le protege contra los
posibles contratiempos y que, quizá, le impida hablar con humor de sí mismo. Hay
algo en el discurso cómico que, al contrario de lo que pudiera parecer, al
encaramar al sujeto a la altura de lo parodiable, lo enaltece dotándolo de una
superior categoría. En determinadas culturas, no eres nadie hasta que no eres portada
de revistas satíricas, personaje de monólogos malintencionados o si tú mismo no
eres capaz de hablar de ti mismo con cierta distancia, recordando aquella vez
en la que te confundiste, ordenaste a un jugador hacer lo contrario a lo que
indicaba al sentido baloncestístico, y salió bien, o aquella otra en la que te
quedaste en blanco durante el discurso más importante de tu carrera.
Urge un monólogo
sobre el oficio, con Gila al teléfono o un dúo como Tip y Coll explicando cómo
se anota un tiro libre en dos idiomas. También me imagino a Chaplin jugando con
una pizarra sintiéndose el amo del universo o a Chiquito explicando el porqué
de una decisión definitiva a su directiva en el vino de después del partido.
Necesitamos humor, carcajadas, relajar la tensión de los músculos de la cara, aceptar
que estamos en manos de otros y que dios hubo solo uno y se llama Michael
Jordan, no Phil Jackson, como a muchos nos gustaría pensar. Necesitamos humor
para ocultar, como Eugenio, la tragedia que nos acompaña.
UN ABRAZO Y BUEN
BALONCESTO PARA TODOS
1 comentarios:
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