Yo
tampoco hubiera votado por mí en vez de por los otros 29
entrenadores de la liga. Así quitaba hierro al asunto Brad
Stevens, después de haber sido ignorado por sus colegas y no obtener
ni un solo voto en la elección del mejor técnico del año en la
NBA, en una temporada en la que los Boston Celtics han firmado 55
victorias después de perder a Gordon Hayward en el minuto cinco del
partido inaugural y a Kyrie Irving, ausente en varios períodos
intermitentes, definitivamente desde mediados de marzo. Siempre
estoy robando ideas de estos tipos, es un lujo ser uno de los
treinta. Y lo mejor, o lo peor, es que no parpadea mientras lo
dice, que lo cree firmemente, y todos lo creemos con él. En ese
desprendimiento, en esa ausencia de ego, radica gran parte del éxito
de su equipo, fiel reflejo de esta humildad y capacidad de trabajo.
Aun
así cuesta creer que ninguno de los técnicos rivales aportaran uno
de sus votos (disponían de uno solo, es verdad, lo que dificulta la
operación) a la causa del chico de Zionsville, Indiana. Menos aún
después de haber situado a los Celtics por segunda vez consecutiva
en las finales de conferencia, algo que no ocurría desde 1987, con
un rookie, un jugador de segundo año y otro de tercero –Tatum,
Brown y Rozier– asumiendo una elevada responsabilidad en la pista.
Cuesta imaginar, salvo que pensemos de un modo muy humano, que
ninguno de los entrenadores cuyos equipos han sido derrotados con una
jugada de pizarra de Stevens, no haya apostado por este gurú, tal y
como lo definía Marcus Morris tras ganar el tercer partido en
Philadelphia y ser el tercer mejor equipo de la liga en el “clutch
time” en la temporada regular y el segundo en playoff con una
cantidad de partidos (46 y 7 respectivamente) que anula cualquier
explicación ligada al factor azar.
La
cosa se complica si además repasamos las estadísticas defensivas
del equipo con mejor “rating” del campeonato, un indicador muy
completo que estima los puntos por cada cien posesiones del rival.
Cabe destacar, además, el compromiso renovado del equipo en la
faceta del rebote, uno de los grandes “debes” en anteriores
temporadas. Los cero votos también nos sonrojan si analizamos el
rendimiento de los jugadores que han salido del redil y que, fuera
del sistema Stevens, han visto desnudadas todas sus carencias.
Precisamente, la revalorización de activos ha sido una de las claves
en la confección de la plantilla, al incrementar el valor de mercado
de jugadores que, a la postre, lejos de Nueva Inglaterra, han
demostrado ser mediocres.
Es
evidente, los seguidores de los Celtics no entendemos la decisión.
Bajo el liderazgo de Stevens hemos visto crecer jugadores que venían
con muy pobres credenciales y hemos disfrutado de un equipo
desprovisto de egoísmo que ocupa los espacios y circula el balón
con velocidad en ataque y que se sacrifica en las parcelas menos
vistosas del juego, como la defensa y el rebote. En cualquier caso,
en la medida en que a él no le ha importado este hecho, nosotros
también debemos dejarlo correr y centrarnos en intentar “el más
difícil todavía”, eliminar a los Cavaliers de un Lebron que ha
alcanzado el punto óptimo de madurez en su carrera. El mejor aval
para conseguirlo es, sin duda, tener al mejor entrenador del año en
la NBA.
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS