Cada
vez que me proponen dar una charla o participar de algún proyecto de
formación de entrenadores, la primera reacción pasa por poner en
tela de juicio mi propia capacidad para ello –en mi currículum no
hay grandes victorias ni méritos semejantes. Sin embargo, no mucho
después, acepto la propuesta poniendo de relieve, por encima de las
dudas, la oportunidad que la elaboración de una exposición supone
para quien la realiza.
En
este caso, y aunque sin poder entrar aún en detalles, me encuentro
preparando una pequeña ponencia sobre el diseño de una sesión de
entrenamiento en categoría de minibasket, algo que pudiera parecer
baladí, pero que, en realidad, es una cuestión básica a la que
deberíamos prestar mucha atención. Y es que el entrenamiento es al
jugador (y al equipo) de baloncesto, lo que el proyecto a un edificio
o la receta a un plato de cocina, es decir, la base de su futura
mejora y de los resultados que de ella se deriven. No en vano,
preguntados numerosos entrenadores norteamericanos especializados en
edades de formación, resaltaban como uno de los principales errores
que habían observado entre los técnicos más jóvenes la falta de
planificación, “the lack of purpose” de cada ejercicio en el
conjunto de un entrenamiento y, peor aún, en el conjunto de un
mesociclo o temporada.
Sin
embargo, antes de plantearnos un esquema de sesión, el reparto de
los tiempos, la fijación de los objetivos, o de dotarnos de una
batería de ejercicios en función de estos propósitos, creo que
debemos reflexionar sobre unas cuestiones preliminares que no son en
absoluto peregrinas, pues de ellas pueden depender nuestro estilo de
entrenar, la forma de comunicarnos con los jugadores, la ponderación
de los diferentes conceptos a enseñar o la filosofía misma de un
equipo. Todas ellas, aunque estaban latentes, han surgido en medio
del proceso creativo en el que me hallo inmerso. Si las dejo por
escrito es porque al materializarlas cobran una nueva dimensión y se
quedan fijadas con más claridad en la memoria. Si las comparto no es
porque crea que tenga algo nuevo que aportar, sino, más bien al
contrario, porque entiendo que puedo hacer partícipe con ello a
gente con mucha mayor experiencia que yo. En cualquier caso, si grito
al aire es porque me importa el baloncesto, su entrenamiento y la
formación que las nuevas generaciones reciben a través de esta, su
asignatura favorita.
1.
Entrenamos poco. El baloncesto ya no es la más importante de las
cosas poco importantes, sino un complemento de toda una panoplia de
actividades que preparan al niño para ser un trabajador o empresario
exitoso, olvidando que muchas de las claves de este presunto éxito
dependerán en mayor medida de valores y competencias que el deporte
les puede enseñar que de los conocimientos concretos que hoy puedan
adquirir. Entrenamos poco, además, en la era de la historia en la
que los niños exploran menos sus habilidades atléticas a través
del juego en el patio o el parque.
2.
Entrenamos en condiciones muy precarias, a horas intempestivas
(recién salidos del comedor o demasiado tarde, cuando los niveles de
energía están por los suelos), con una ratio muy elevada de
jugadores por entrenador y, cuando hablamos de colegios, con
numerosas inferencias de las estructuras suprayacentes. Rara vez
habrá un balón por jugador. Tal vez ni siquiera dos canastas a la
altura reglamentaria.
3.
No están los mejores. USA Basketball definió en su guía para
entrenadores de baloncesto, el período que va entre los 9 y 12 años
como la fase “fundacional” (foundational), la época de la
trayectoria vital del jugador en la que este debe aprender a entrenar
(higiene, concentración, capacidad de esfuerzo,...) y asentar, al
mismo tiempo, las bases psicomotrices y técnico-tácticas sobre las
que luego se ha de incidir. Sin embargo, sin ánimo de ser
excesivamente crítico al respecto, creo que demasiadas veces nos
encontramos con prácticas que deberían figurar en el apartado “lo
que no se debe hacer”. Todos hemos sido osados ignorantes, pero al
menos hay que intentar conocer los fundamentos. Frente al relativismo
buenista que asegura que no hay verdades absolutas en una materia tan
abierta como el entrenamiento deportivo, yo sí creo en la ortodoxia,
en la tradición, aunque luego, desde un conocimiento profundo de
ambas, podamos ser creativos y construir nuevas teorías. Ojalá,
como clamaba Vittorio Gasman tuviéramos dos vidas, una para ensayar
y otra para actuar. A cambio tenemos libros, vídeos y entrenadores
con experiencia cerca. Acudamos a ellos con curiosidad, humildad y
mente abierta.
4.
Hemos renunciado a la exigencia. Como seres autocomplacientes que
somos, como borrachos de las modas que a nivel discursivo se han
impuesto, hemos olvidado que esto va de sacrificarse, de jugar por
encima de las posibilidades, a veces con dolor. Alejemos nuestros
umbrales de exigencia de nuestro punto de partida y, predicando con
el ejemplo, exijamos también a nuestros jugadores. El buen
deportista, el de verdad, la demanda. El mal jugador no la soporta.
Hecha está la tan necesaria criba, no entre buenos y malos, sino
entre deportistas y no deportistas.
5.
No se planifica. En edades de minibasket la competición debe ser
un aliciente, no una meta. De ahí que los entrenadores deban
concebir su tarea más como la de un educador que la de un preparador
en sentido estricto. El entrenador es un maestro que debe enseñar
competencias, valores y contenidos que pueden ser fácilmente
categorizados y catalogados en dos ejes –jerárquico el de las
competencias y valores, y de complejidad creciente el de los
contenidos– que respondan, a su vez, a las necesidades
individuales de cada jugador. En fin, sé que estoy pidiendo mucho.
Bastaría con que se eligiera para la enseñanza de un concepto los
ejercicios apropiados. O con que quienes están empezando se formaran
y preguntaran, en una actitud de honestidad que siempre contará con
nuestro aplauso, a los que más saben.
Es
cierto, el baloncesto no aparece en los currículos oficiales, es una
actividad escasamente valorada y muy pocos de los jugadores que
entrenemos contarán con la capacidad de ser profesionales en un
futuro. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a esta tarea y a diez,
doce o quince niños expectantes, conviene recordar que gran parte de
ellos no acude a pasar el rato o cumplir con la obligación que le
han puesto los padres, sino a aprender y a ser cada día mejores en
su asignatura favorita.
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
1 comentarios:
Buena definición para el baloncesto. Sin duda que es la asignatura favorita de muchos niños. El motor de sus sueños ... machacando el dintel de cada puerta que atraviesa yendo a su cuarto a dormir... O jugándose un triple con los calcetines sucios. simplemente... acertada definicion.
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