Este
será el último error de la temporada. Me permito hacer balance
antes, incluso, de que se apaguen las luces del pabellón y se
cierren las puertas hasta el próximo otoño. Lo hago ahora, con el
sabor de las derrotas en la Final a 4 de Castilla y León aún
reciente, con la herida aún abierta de no haber sabido llegar bien
al momento oportuno de la temporada, cuando se ponía en juego una
plaza para el Campeonato de España. Lo hago ahora, cuando aún es
posible llamar al fracaso por su nombre y reconocer que todo lo que
no sea aceptación y aprendizaje no sería otra cosa que una excusa
de mal deportista, de esas que los entrenadores no queremos en boca
de los jugadores.
De
la experiencia de este fin de semana, mala (sin paliativos), he
extraído una serie de conclusiones que no por inmediatas adquieren
la categoría de precipitadas, y es que muchas han sido valoradas con
anterioridad como una posibilidad con serios riesgos de volverse
certera. Simplemente, las traigo al primer plano antes de que medien
los paños calientes, las secuelas de la autocomplacencia o la
narrativa de naturaleza redentora que, pasados unos días, solemos
aplicarnos como remedio para la desilusión.
1.
Lo primero, la dinámica. Bueno, quien dice la dinámica dice el
respeto al juego, a ese ente llamado “equipo”, al entrenador, a
los compañeros. Para su implantación, en grupos que, sin querer,
están viciados, no vale la oratoria, la repetición bienintencionada
de mensajes, el uso de las metáforas. El problema (primera excusa)
es que son muchos los frentes a atajar (la narrativa al fondo de
banquillo, el reproche malencarado, el tiro a destiempo en los
entrenamientos, la relajación en la aplicación de la puntualidad,
el desentendimiento de las reglas más básicas de autodisciplina
alimentaria o de descanso,…) y pocas las horas del día en las que
actúas como referencia. Pero es fundamental. El baloncesto que
juegue tu equipo será el reflejo de estos dinamismos e invalidará
la mejor de las propuestas teóricas, por bien planificada que esté.
2.
¿Nunca es tarde para convencer? No sé si estoy perdiendo la
fe, pero con grupos con niveles moderados (primer eufemismo) de
motivación intrínseca hacia la tarea urge un estilo más directivo
y una imposición menos flexible de límites. El problema (segunda
excusa) es no poder contar con mecanismos más efectivos de filtrado
y selección natural que hagan inevitable el pago del peaje que se
requiere para formar parte de un equipo de alto rendimiento. En
cualquier caso, cada vez estoy más convencido de que he
sobrevalorado el hecho de “salvar” a jugadores que no comprenden
lo que significa ser un deportista (que es mucho más que ponerse
unas zapatillas, una camiseta y tirar un balón) y un buen compañero
(que es mucho más que colega).
3.
Menos es más. Aquí es inevitable echar mano de la frase de
Yoda en El imperio contraataca: Hazlo o no lo hagas, pero
no lo intentes. Demasiados entrenamientos se prolongaron más de
la cuenta. Es más, alguno, incluso, no tuvo ni siquiera que empezar.
Si no hay una predisposición mínima, un grado de concentración
adecuado, el equipo no solo no mejora, sino que empeora (se
acostumbra a jugar a un nivel pobre, a defender a ese nivel, a
pasarse la bola con ese nivel de intensidad,…). Créanme, no
volveré a empezar una sesión hasta que no vea ese gesto de
concentración en la cara de mis jugadores.
4.
No seas resultadista. En determinados momentos de la
temporada, aquejados por lesiones (tercera excusa), fui demasiado
paciente con algunos jugadores sin cuya participación, pensaba, no
podríamos competir en el momento y alcanzar los objetivos de
competición prefijados. Lo que sus actitudes demandaban era haberlos
dejado en el banquillo en más de una ocasión y haber enviado, de
esta manera, un mensaje a la plantilla. El problema es que lo que
caló fue un cierto sentimiento de impunidad que contribuyó al
endiosamiento de determinados personajes, a la mayor gloria de sus
comportamientos mediocres, lo que fue rebajando progresivamente el
umbral de exigencia del colectivo. Nunca más me volveré a alinear
del lado del potencial o el talento si no vienen acompañados de un
mínimo de compromiso, dedicación y generosidad.
5.
Las diez mil repeticiones… Se quedan cortas. La teoría de
que para asimilar un talento o habilidad hay que dedicarle diez mil
horas solo es útil en actividades individuales. Cuando se trata de
trabajos en equipo probablemente necesites otras diez mil, que son
las que necesitará el jugador menos listo, inteligente o
predispuesto para comprender el concepto. Es una putada (cuarta
excusa), pero no hay nada más terrible que tener en pista a un
jugador que no está en la misma agenda que el resto, que rompe todos
los espacios creados, que altera la armonía en los sistemas o que
reacciona tarde a cada situación del juego que demanda inmediatez
(que acaso son todas). No sé por qué vía, si entrenando diez mil
horas más o no consintiendo que un jugador que no sabe por dónde le
sopla el viento arruine el trabajo del colectivo, pero nunca más
tendré en pista a la verdadera definición de “troll” en
baloncesto.
6.
Si las cosas parecen que van bien… Más alerta que nunca. No
hay caldo de cultivo más propicio para que la tendencia positiva se
revierta que las sensaciones que acompañan a un gran triunfo o a una
buena primera parte. Ayer lo hablaba con mi entrenador ayudante. Nos
dejamos dos partidos clave por la relajación subsiguiente a una
buena racha de triunfos y dos muy buenos cuartos.
7.
Es la técnica individual,... Hay dos acciones en el
primer partido de la Final Four que resumen la batalla perdida que he
librado por convencer a los chicos de que lo más importante en una
pista de baloncesto es dominar los fundamentos más básicos. De
haber dejado dos bandejas con la mano apropiada nos hubiéramos
metido de lleno en el partido, pero claro, a los quince años uno ya
lo sabe todo (primera y última ironía) o ya no tiene capacidad para
aprender. En fin, fracasé también en esto, no tiene otro nombre y
no le hace falta. Tampoco me busquen en las vías del metro (hipérbole), pues he
aprendido tanto que ya espero la siguiente oportunidad de trabajar
(trabajar es el verbo) y ponerlo en práctica. Para tener éxito o,
en todo caso, para fracasar de otra manera.
P.D. También hubo momentos buenos
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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