Si
soy seguidor de los Boston Celtics es, además de por numerosos
motivos irracionales, por todas las lecciones que he extraído
haciendo un repaso a su historia, a sus jugadores insignia, a todas
las citas puntuales en las que demostró ser algo más que una
franquicia con ADN ganador y un puñado de anillos como resultado. Si
algo admiro de los Boston Celtics es cómo, a lo largo de su
trayectoria, han sabido sobreponerse a la adversidad, superar los
estados de crisis con soluciones ancladas en lo mejor del espíritu
humano.
Esta
semana lo han vuelto a hacer. Tras la muerte en accidente de tráfico
de la hermana de su jugador estrella, Isaiah Thomas, y después de
atravesar un (lógico) estado de shock que les llevó a jugar el peor
baloncesto de la temporada en los dos primeros partidos de la serie
frente a Chicago, los pupilos de Brad Stevens consiguieron
reagruparse y ofrecer su mejor versión. Al parecer ayudó un mensaje
que Kevin Garnett, líder de la plantilla que consiguió el último
triunfo en 2008, y en el que insistía en el que los Celtics están
llamados a ser el equipo más duro en pista. Siempre y sin excusas.
No
es nuevo. Se trata del mismo sentimiento de fraternidad que mostraron
acompañando a sus jugadores negros cuando las leyes de segregación
racial les impedían comer en los mismos restaurantes o descansar en
el mismo hotel. O el que sacan a relucir cuando más improbable
parece la victoria. Los orgullosos Celtics son el equipo que más
veces ha sido enterrado en vida. Lo fueron en 1969 y se alzaron con
el anillo. Lo fueron a finales de los ochenta, por el estado de la
espalda de Bird y el tobillo de McHale, y los Pistons tuvieron que
matarlos y rematarlos sin descanso. Lo mismo sucedió con el Big
Three, que prolongó la que iba a ser una ventana de tres años de
alto rendimiento hasta un quinto en el que hicieron temblar al
mismísimo Lebron.
Una
vez cerrada la eliminatoria y antes de tomar un vuelo hacia Tacoma,
en la otra punta del continente, Isaiah Thomas solo pudo decirle a
sus compañeros que prepararan bien el duelo que les habrá de
enfrentar a partir de mañana domingo a los Washington Wizards. Él,
mientras, le dará la debida despedida a su hermana pequeña y
tratará de imprimir fortaleza a su familia de sangre antes de
regresar a Boston. “Vosotros entrenad duro, que yo regresaré
preparado”, sentenció. Nadie alberga ninguna duda.
Boston
vuelve a ser una famiglia, un ejército en guerra que no necesita
causas nobles para luchar por su país, una comunidad ligada por algo
más que un tonto anhelo de gloria. Pasado el trance, los Celtics son
ahora más peligrosos que nunca. La tragedia los ha puesto a remar
juntos, como un solo hombre, en contra de una corriente de realismo
que los proclama muy inferiores a otros equipos. Pero ahora son
temibles.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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