Últimamente
tengo la sensación de que la vida de mucha gente a mi alrededor se
desmorona con sorprendente facilidad. Es cierto, no es una ayuda que
te deje la persona “amada”, o que entren en conflicto dos
realidades a las que no tenías previsto renunciar. O que se sucedan
ante nuestros ojos tantas catástrofes (la mayoría de origen
antrópico), tanto mal envuelto en los ropajes de lo convencional o
heredado. Es cierto, sí, y, mientras tanto, George Steiner denunciaba ayer en una entrevista para El País, que los jóvenes ya no
tienen tiempo de tener tiempo, que nunca la aceleración
casi mecánica de las rutinas vitales ha sido tan fuerte como hoy.
No hay tiempo para la reflexión. Vivimos en el fondo de un sumidero
de estímulos superficiales, en un régimen de monocultivo de lo
banal y en la ceguera de la que nos alertó José Saramago en su
célebre “ensayo”, una de esas novelas con las que nos
equivocamos al leerla en clave de ficción.
Ayer,
en cambio, al dar carpetazo al VIII Campus del C.B. Tormes en Villamayor, tras ocho días de convivencia con 150 niños y
adolescentes, me he dado cuenta de que todo es mucho más sencillo de
lo que nos creemos. Es todo una cuestión de perspectiva y desde hace
tiempo el ser humano, al menos el tipo de ser humano con el que
convivo habitualmente (principalmente yo mismo), ha decidido afrontar
el muro de la vida mirándolo desde el origen y tumbado boca arriba.
Y ante esa pared vertical es fácil rendirse y dejarse secuestrar por
el modo de hacer de los semejantes dando por sentado que no hay otras
opciones y que a la mezquindad se la combate con mezquindad y al
odio, pues eso, con más odio. Cuando es todo lo contrario.
Ahora
que comienza el verano, y aunque no esté de más tomarse unos días
de abandono completo de uno mismo (no confundir este abandono con
irse de vacaciones para fijar un estatus, dar envidia y tocar las
pelotas a los que no pueden irse), mi propuesta para todos los
lectores de este blog, sean o no amantes del baloncesto, es que
abracen un proyecto. Sí, un proyecto que abarque su fase de ideas
previas, planteamiento de alternativas, selección final y, por
supuesto, que desarrollen con persistencia y método. Un proyecto que
les permita responder a las malintencionadas preguntas de conocidos
con un lacónico “estoy trabajando en ello”. Un proyecto que les
permita sentirse bien y realizados, no para con el mercado, perversa
creación del ser humano (más dañina, si cabe, que Dios aunque me
digan que necesaria y contingente), sino con su espíritu, entidad
difícilmente definible, pero que debería encontrarse en todos los
manuales de anatomía por ser la parte que con mayor facilidad
enferma en nuestros días.
Y ya
centrándome en el baloncesto; ahora que afrontamos el período
estival, época de torneos internacionales de selecciones, y que las
ligas más modestas ya han echado el cierre, todo entrenador debería
abrazar un proyecto: salir del verano más preparado. Ser mejor
entrenador y mejor persona, que como bien dijo Pedro Martínez en un
clínic organizado por el Campus de Marta Fernández en Carbajosa, es
prácticamente lo mismo en la medida de que se trata, ante todo, de
transmitir valores. Toca releer apuntes, acudir a escuchar a los
mejores, leer con calma (y con el móvil apagado) el libro que nos
regalaron en navidades, mejorar el inglés (lenguaje universal en este campo), ver baloncesto con mirada de entrenador. Toca
empaparse de la realidad actual de los jóvenes, comprender cuál ha
de ser el canal para llegar a ellos, ahora que competimos con
referentes mucho más atractivos, por guapos que seamos, que nosotros
(cantantes de moda, personajes de serie o videojuego, jugadores de
NBA o fútbol,…). Toca planificar el proyecto del próximo
invierno, y planificar debe ser un proyecto en sí mismo.
Solo
entonces, enfrascados en un reto atractivo, elegido por nosotros y
que, a modo de espejo, nos sitúe ante nuestra propia realidad,
terminará el desencanto de la búsqueda infructuosa de “un lugar
en el mundo”, de un salario miseria, de una pareja perfecta, de un
sueño que no existe, amigos, salvo que se llame proyecto y exija,
más que imaginación, compromiso. Abrace un proyecto y no lo abandone: Él nunca lo haría.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
5 comentarios:
Me gusta el artículo. Está genial, pero es sorprendente que hables en contra de la cultura del odio, parece que abogas por la comprensión, y a renglón seguido atacas con saña. Es como poco una contradicción.
Puedo atacar a las instituciones y a las estructuras que nos han dado (y que creemos que nos hemos dado), pero mi tono, que puede beber de un descreimiento generalizado, no creo que incite al odio. En todo caso, la idea fuerza que quería trasladar es que cada persona se refuerce interiormente abrazando un proyecto (cualquiera que este sea) que dé sentido a su vida y que abandone el vaivén emocional que supone estar al albur de las circunstancias (que me quieran, que a mi jefe le caiga bien, que mis cualidades sean valoradas por el mercado,...).
En cualquier caso, muchas gracias Luis, espero poder charlar contigo de este y otros muchos temas, porque te tengo por un fantástico interlocutor y, desde luego, si tú has llegado a esa conclusión es porque puede que el texto se haya desplegado más allá de mi intención primera. Que eso también sucede.
Sí, pásate por la tertulia que vamos a organizar este verano y te explico que es lo que me ha chocado. Son solo un par de cosas, no rompen el sentido del texto que queda totalmente claro. Un par de suspicacias mías nada más.
Y gracias por lo de fantástico interlocutor. jejeje
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