No
se inquieten. Aunque sea cierto que ya han empezado las Finales de
la NBA, aún hay tiempo para pronósticos. Pronósticos puede que
no tan puros y valiosos, pero sí más difíciles de llevar a cabo en
cuanto que condicionados por un partido, el primero de la serie, del
que se pueden extraer algunas conclusiones. Sin embargo, no hace
muchas fechas que quien os escribe quiso pontificar el trabajo de los
San Antonio Spurs a raíz de la inicial paliza que
estos le dieran a los Oklahoma City Thunder en el primer
partido de una serie que terminaron ganando los de Billy Donovan
en seis mangas. Del mismo modo, no creo que muchos analistas
apostaran por los Lakers tras el primer partido de las finales
de 1985, después de que los Celtics los barrieran por un
contundente 148-114 en el Memorial Massacre Day, un partido
recordado por el calor que hacía en el Boston Garden y las
mascarillas de oxígeno que necesitaron varios de los angelinos para
sobrevivir a la atmósfera asfixiante.
Yo,
sin embargo, aunque tentado en dar como vencedor al gran derrotado de
este primer encuentro, creo que van a ganar los Warriors. Aquí mis
cuatro razones:
1.
Batallas igualadas. Tras una eliminatoria en la que los
Warriors se sentían inferiores físicamente en, al menos, cuatro
emparejamientos (Westbrook-Curry, Durant-Barnes o Thompson,
Ibaka-Green, Adams contra cualquiera), los Cavs les resultarán un
juego de niños. Frente a Irving, Curry o Thompson sufrirán mucho
menos; ante Love, Green volverá a ser el Green que rebotea y lanza
el contraataque de su equipo; contra Thompson, Bogut sacará a
relucir su mayor envergadura y su infinita mayor inteligencia (y
clase) y, bueno, frente a Lebron, Iguodala ya se ha mostrado como un
defensor eficaz gracias a sus buenas posiciones defensivas y a sus
manos de ratero.
2.
Banquillos desequilibrados. No hay un base suplente en
Cleveland que mida dos metros y pueda meter una vez tras otra tiros
en suspensión desde cuatro o cinco metros. Tampoco un defensor como
Iguodala, capaz de meter todos los tiros que su equipo necesita.
Tampoco un pívot inteligente y sucio como Varejao. Tampoco un
brasileño rescatado de una gira circense como Barbosa. Sí un
tirador que las mete, como Speights, aunque está por ver que Frye
pueda mantener el nivel de acierto con la presión que envuelve una
final.
3.
Las matemáticas. Los Warriors perdieron nueve partidos en
poco menos de seis meses. Por regla de tres simple directa, en
condiciones normales, no es posible que pierdan nueve, que son los
que harían falta para que Cleveland gane el anillo, en dos. Este
axioma matemático tiene su traducción deportiva en eso que se llama
“inercia ganadora”. Los de la Bahía se han repuesto de tantas
situaciones complicadas a lo largo de esta temporada histórica que,
si hiciera falta, podrían hacerlo una vez más.
4.
Baloncesto. Guste más o menos; sea más o menos puro, clásico
o académico, lo cierto es que los Warriors juegan mejor al
baloncesto que Cleveland. Así de simple. Comparten mejor la bola,
entienden mejor los espacios que deben atacar, leen mejor las
ventajas que se generan, disfrutan moviéndose sin balón,… Y esto
al final cunde. Cunde porque genera mejores inercias, una mejor
química en el vestuario, un mayor compromiso defensivo y una mayor
implicación en tareas menos amables como el cierre del rebote o la
ejecución de bloqueos y pantallas. Y cunde, también, claro, en el
marcador.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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