Dejadnos (mal)vivir en paz




A través del deporte endurecerá la juventud, endeble y viciada, su cuerpo y su carácter, sus riesgos e incluso sus excesos, jóvenes que formados en el respeto mutuo serán el fermento de una paz internacional”

(Pierre de Coubertin)

Mañana sábado, 21 de mayo de 2016, la Delegación de Salamanca de Baloncesto en colaboración con la Federación de Castilla y León de Baloncesto (quizá sea al revés, no me hagan mucho caso), organiza el Día del Minibasket, un evento en el que alrededor de mil niños de la provincia (también algunos de fuera) jugarán partidos amistosos y compartirán el recuerdo reciente de canastas convertidas, pases por la espalda o rebotes a la altura del aro (si ellos lo dicen será justo así) al amparo de sus entrenadores y bajo el cobijo de una decena de voluntarios que acuden con la promesa de unas cuantas horas de formación para la cumplimentación de sus cursos federativos, pero, sobre todo, con la ilusión de que este tipo de proyectos salgan adelante.

No sé qué sería del deporte base –siempre corto de recursos–, si no echara mano de la figura del voluntario, si fuera pudoroso a la hora de pedir favores que ni siquiera promete pagar. O si los voluntarios hicieran caso de sus familiares y amigos y se negaran a realizar nada por nada, como el 99% de la población mundial. Quizá, después de todo, los que echamos tantas horas por amor al arte o “por el placer de ver la sonrisa de un niño”, seamos unos traidores de la causa internacionalista obrera y estemos socavando los avances que tantas vidas costaron a la salida de las fábricas o frente al Palacio de Invierno de San Petersburgo.

Pero no era mi intención ocupar su tiempo, escaso y por ello valioso, poniendo el foco en el voluntario. No, todo lo contrario; trataba, en todo caso, de enviar un mensaje a sus amigos, a sus familiares, a los vecinos, a los viejos compañeros que todavía tienen el mal gusto de pararlos por la calle y preguntar. Esto va para vosotros.

Para vosotros, sí, que asistís a los eventos y reclamáis un preciso cumplimiento de los horarios, una estricta aplicación del reglamento y un trato exquisito. Para vosotros, que cuando llegáis ya veis todo puesto, como si el paisaje de la ciudad incluyera a diario esas canastas perfectamente alineadas y esas líneas pintadas con esparadrapo inteligente. Para vosotros que habéis podido dormir ocho horas y que pensáis que todos hicieron lo mismo.

Para vosotros que a diario nos recordáis la inutilidad de nuestros esfuerzos (por “nuestros” me refiero a los de los entrenadores de cantera, educadores fuera del sistema formal de maleducación) por no monetizables, por mal pagados o absurdos en la medida en que no repercuten directamente en un incremento del PIB. Para vosotros que os alimentáis de niños que ni jugaron ni entendieron el valor del trabajo en equipo, de una palmada energizante, de sufrir por un objetivo que alcanza uno entre un millón y que por ello, entre otras mil cosas, no son capaces de resolver pacíficamente sus conflictos, pensar con claridad, evitar el influjo de las modas o consumir compulsivamente materias igualmente alienadoras como el alcohol o la telebasura.

Sí, a todos vosotros (que seguramente ignoréis, y en esto comparto vuestro criterio, este blog) os digo que no hace falta que nos deis las gracias o aplaudáis los esfuerzos que en días como mañana despliegan personas que no tienen dinero en Suiza ni despachos en la Calle Zamora. Tampoco digo que dejéis una limosna a la puerta o que llevéis pancartas para reconocer su labor. Nos basta con que al menos, cuando seáis amigos nuestros, familiares o allegados (incluso suegros) no nos deis la lata y nos insultéis antes de que se trinche el pavo de Navidad o se soplen las velas de un cumpleaños.

A todos vosotros, gracias por vuestra comprensión.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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