No
me pregunten cómo he sabido, pero he sabido, que algunos exámenes
del curso de nivel I en la provincia de Salamanca no están a la
altura de lo esperado y que otros, incluso, son idénticos entre sí,
una suerte de calcomanías que eligieron mal su original por ser esta
una obra bastante pobre. No se alarmen, estoy seguro de que no es la
primera vez que ocurre. En mis años en Derecho vi a gente con los
apuntes abiertos en los exámenes y cada día, en la televisión,
contemplo a muchos personajes que creen que lo que no se hace público
no existe y que, por esta razón técnica, su conducta deja de ser
reprochable moralmente. No se trata, por lo tanto, de un ataque a la
nueva generación, tan corrupta y corrompible como la mía y las
anteriores, sino una reflexión sobre la respuesta que debemos dar a
estos comportamientos obviamente desviados.
Porque
cabe la tentación de obrar con magnanimidad. Ser generosos con los
que se equivocan por jóvenes o viejos, listos o estúpidos, puede
ser lo más ajustado a evangelio, pero también lo más alejado de la
ley natural. Dejando que sobrevivan y avancen estas unidades
biológicas taradas en su voluntad y su ética, dejamos también que
los argumentos en defensa de nuestro buen hacer, de nuestra
“profesionalidad” y honrandez, se desplomen dejando un testimonio
evidente de nuestro camino hacia el fracaso.
Es
lo que tiene considerar, y dejar que consideren, al curso de
formación como un trámite. En esta filosofía que mezcla, sin
saberlo, no solo cualquier bebida alcohólica entre sí, sino también
el hedonismo con el nihilismo, todo lo que gusta está bien y nada
verdaderamente importa. Es lógico, del niño “fuerza de trabajo”,
hermano de muchos, se ha pasado al niño “regalo del cielo”,
muchas veces único. El “niño regalo” abraza el “todo para mí
y sin esfuerzo” como dogma de fe y, por supuesto, nada le impedirá
ser entrenador de baloncesto, escritor o botánico por el mero hecho
de que serlo forma parte de su inacabable lista de deseos.
Otros
pueden pensar que no hay una relación directa entre ser un buen
estudiante y gozar de éxito en el futuro profesional. Conocemos
muchos casos de tipos que, aburridos en el sistema educativo formal,
pasaron por este de manera desapercibida, cuando no estrepitosa, para
ser luego proclamados genios en sus ámbitos de estudio o
investigación. Sin embargo, creo que en este caso, es “conditio
sine qua non” para ser buen entrenador y educador, ser honesto hasta
cuando no nos miran, ser honrado y parecerlo y, por supuesto,
practicar el esfuerzo diario. El deporte, como último reducto en el
que se enseña y practica la doctrina estoica, como última frontera
del deber por encima del apetecer, debe ser intransigente con esta
presencia contaminadora de vagos y autocomplacientes.
Me
despido recordando la acción histórica más inspiradora de la
historia del baloncesto. Tras sufrir un bochornoso tapón, uno de
esos que dejarían tocado en su orgullo a cualquier mortal, Larry
Bird se levanta rápidamente, escruta la situación, se adelanta al
pase de Isiah Thomas, aguanta el equilibrio al borde de la línea de
fondo y encuentra a Dennis Johnson cortando hacia canasta. Los
Celtics ganan y se adelantan en la final de conferencia.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS