“A
todos aquellos a los que quiero les digo que se concentren únicamente en tres cosas: La primera es
que rían. La segunda es que piensen, que se concedan unos cuantos
minutos al día para reflexionar. La tercera es que
lloren, sí, que dejen aflorar sus emociones. Si han reído,
pensado y llorado habrán tenido un
magnífico día”.
Quizá
haya que ser descendiente de napolitanos, natural de Nueva York y
tener a Vince Lombardi como ídolo para llegar a ser Jim Valvano, el
entrenador que condujera a la promoción de 1983 de North Carolina
State hasta la victoria en el Torneo de la NCAA tras vencer, porque
perder hubiera supuesto caer eliminados, en los últimos diez
partidos de la temporada (los cuatro del torneo final de la Atlantic
Coast Conference y los seis del cuadro definitivo), muchos de ellos
disputados ante equipos muy superiores y tras remontar resultados que
parecían definitivos. La North Carolina de Jordan, Daugherty y
Perkins; la Virginia de Ralph Sampson y aquella Universidad de
Houston con Drexler y Olajuwon; todas ellas claudicaron en finales
apretados ante la generación liderada en la cancha por dos antiguos
alumnos del DeMatha Catholic High School: Sidney Lowe y Dereck
Whittenburg.
Sería
Lorenzo Charles, sin embargo, quien recogiera un lanzamiento desviado
de Whittenburg para anotar la canasta definitiva en la final ante
Houston, en las barbas de un Akeem Olajuwon que no quiso atrapar ese
balón para evitar incurrir en la infracción de “goal tending”.
Lorenzo Charles falleció en un accidente de
tráfico en el verano de 2012, fecha a la que nos remite en primera
instancia el documental Sobrevive y avanza. La historia de Jim Valvano. Una vez enterrado su cuerpo, cuando iban a despedirse para regresar cada uno a
sus actividades, el propio Whittenburg advierte al resto: “O
quedamos en reunirnos una vez al año o solo nos veremos en nuestros
funerales”.
Un
año después, en torno a una mesa alargada en el interior de una
cantina, con una cámara que se mueve buscando las reacciones de los
jugadores, los viejos camaradas recuerdan aquella hazaña y a su
principal protagonista: Coach Valvano. Recuerdan los recelos que les
generó en un principio su llegada y cómo fue poco a poco ganándoles
uno a uno hablándoles con franqueza, demostrándoles que estaba
dispuesto a ayudarles en lo que fuera; admitiendo en público y en
privado que los quería.
Probablemente,
en una conferencia en la que entrenaban tipos como Dean Smith o MikeKrzyzewski, Jim Valvano no fuera el hombre con más conocimientos de
baloncesto. Pero, probablemente, sí fuera el mejor comunicador de
todos ellos. Con sus palabras, muchas de ellas rescatadas en el
documental, conducía a los suyos entre la risa y el llanto hasta
hacerles creer que eran capaces de todo. Con un ingenio fuera de lo
común, con una agilidad mental propia de una inteligencia
privilegiada, Valvano conseguía enamorar a las cámaras. En un
entorno en el que primaban la contención y el estoicisimo, el
entrenador de ascendencia italiana actuaba como un verso libre o una
nota discordante.
“Todos
los años entrenábamos un par de veces o tres sin balones.
Simplemente, tratábamos de ensayar cómo sería la ceremonia de
cortado de redes una vez que ganáramos el campeonato", reconocía Thurl Bailey, el capitán del equipo. "Nada se
consigue si antes no ha sido un sueño”, afirmó Jim Valvano,
enfermo terminal de cáncer, en la conmemoración del décimo
aniversario de aquel maravilloso triunfo ante la emocionada afición del Reynolds Coliseum. De ahí que hiciera a sus
jugadores visualizarse en esa situación, de ahí que hablara siempre
de no rendirse nunca, nunca. Incluso cuando los médicos le daban
solamente unos meses de vida.
Sobrevive
y avanza es uno de esos documentales que te conmueven e inspiran, que
te hacen sentir incómodo en el asiento porque la quietud es
incompatible con el carrusel de emociones en el que te sumerge. Y es
que cuando Jim Valvano hablaba de entusiasmarse, de reír, de amar o
de soñar tocaba el alma.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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