Ayer
fue una de esas noches en las que recé agradecido –por su
omnipresencia– al Dios Twitter. A través de la cuenta de un
magnífico entrenador (me basta con seguirlo en la distancia a través
de su blog para saber que lo es), Jordi Juste, accedí a la
entrevista rescatada por Hoopshype (gracias, también, por existir y
compartir esta información tan valiosa) del libro Forces of
character: Conversations about building a life of impact
firmado por Chad Hennings y Jon Finkel. En ella, el
personaje interrogado es Gregg Popovich, seguramente el
entrenador de baloncesto profesional más exitoso e influyente de
cuantos se encuentran en activo.
En
esta conversación, como cada vez que toma la palabra sin las prisas
del directo o la esquizofrenia asociada a la competición, el
entrenador de los San Antonio Spurs nos regala nuevamente mensajes
que calan hondo, reflexiones que conducen a una reflexión personal
posterior y enseñanzas de quien ha pasado por la vida, y por el
deporte, con los sentidos siempre activados y con la curiosidad de un
niño.
“Valoro
mucho de las personas que tengan sentido del humor. Si no son capaces
de reírse de sí mismas y de relativizar su propia importancia en
una situación cómica, difícilmente podrán entregar lo mejor de sí
mismas al equipo”. Esta llamada al humor sano, a la
desmitificación de cada individuo y a su verdadera puesta en valor
en medio de un universo del que somos una parte minúscula y de un
equipo del que cada uno es parte igualmente esencial y prescindible
del grupo, nos da una pista sobre cómo debemos afrontar el proceso
de entrenamiento. Fomentar el humor en las sesiones semanales, la
desdramatización tanto de las victorias como de las derrotas, y
asegurarse de que nadie es más importante que nadie en el conjunto
de un colectivo, serían tres epígrafes del manual de estilo del
buen entrenador de baloncesto. Ese que aún está pendiente de ser
escrito.
“Ser
capaz de alegrarse por el éxito de otros es fundamental. Si me
entrevisto con un jugador que dice que debería haber sido elegido
All American, pero que se equivocaron eligiendo a otro en su lugar o
diciendo que debería haber jugado mucho más, realmente eso no me
ayuda a elegirlo. Tarde o temprano acabará siendo un problema. Él
mismo, sus padres o su agente me insistirán en que le dé minutos y
yo, la verdad, tengo cosas más importantes que hacer”. Poco
después, insistido por el entrevistador acerca de más valores que
le parecen importantes Popovich afirma lo siguiente: “Vamos a
los entrenamientos de instituto y universidades para ver cómo
reacciona el jugador a las indicaciones de sus entrenadores y
compañeros. Buscamos comprobar si los jugadores han conseguido pasar por encima de
sí mismos”. Esta insistentemente llamada a la modestia, a la
humildad que debe acompañar a todo ser humano en su transitar por la
vida, es una seña de identidad manifiesta de los San Antonio Spurs.
Todos los fichajes que la franquicia ha realizado en estos veinte años se han hecho teniendo en cuenta estos baremos y, cuando
algún jugador se ha mostrado especialmente egocéntrico o díscolo
en su periplo en la franquicia tejana, ha sido puesto siempre ante la
disyuntiva de cambiar o irse.
“Una
de mis mayores satisfacciones se produce cuando algún ex jugador
regresa a la ciudad con sus hijos o cuando uno de mis jugadores se
convierte en uno de mis ayudantes (…) Creo que desde un punto de
vista egoísta, esto es con lo que más disfruto. Ganar el campeonato
está bien, claro, pero el entusiasmo decae rápidamente. Que venga
Tony Parker con su hijo a la oficina, eso sí que es genial”.
Probablemente,
lo mejor sería no añadir nada más. Y es que cuando habla Popovich
te das cuenta de que estás ante uno de los mejores entrenadores con
la pizarra en la mano y ante el indudable número uno en todo lo
demás. Y todo lo demás es lo más importante.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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