Para
comprender la verdadera dimensión de Pau Gasol no hace falta
recurrir al partido de ayer, superlativo en todas las facetas, las
evidentes (puntos, rebotes, faltas recibidas, tapones,…) y las que
no lo fueron tanto (liderazgo e intimidación). Basta con repasar el
vacío que representó y representará su ausencia cuando esta se
vuelva permanente. Pese a que su compromiso con la selección es
innegable, alimentado por el propio entusiasmo que le genera el poder
competir junto a sus compañeros, también hubo veranos de merecido
descanso para él. El primero, el de 2005, en el Europeo de Serbia,
donde caímos en semifinales ante Alemania antes de ser apabullados
por Francia en el tercer y cuarto puesto. El segundo, el de 2010,
cuando un triple de Teodosic nos impidió, en cuartos de final,
defender el título conseguido en Japón. El tercero en 2013, donde
conseguimos el bronce tras perder en la prórroga ante Francia en
semifinales.
En
aquel campeonato, injustamente valorado por parte de la prensa y los
aficionados, Marc Gasol ejerció la labor de líder en ausencia de su
hermano. Huérfano de sus compañeros de pintura (no estuvieron
tampoco Reyes, Ibaka o Mirotic) aunque rodeado de todos los
exteriores; Navarro, Ricky y Calderón incluidos, Marc trató de
ejercer esa labor de abanderado en la cancha. Y en la pista, en mayor
o menor medida, lo logró al erigirse en una auténtica referencia.
Pero su figura es otra, diferente en cualquier caso de la que
simboliza su hermano mayor.
Pero
es que en la comparación con Pau pierden todos, también los grandes
pívots americanos, a los que superó en los enfrentamientos
individuales que libraron en las dos últimas finales olímpicas.
También todas las estrellas europeas que brillaron en la NBA. Ni
Nowitzki ni Parker, MVP de la temporada el primero y ambos de la
final de la liga estadounidense, han conseguido representar para sus
respectivos países lo que Pau es para España.
Gasol
mezcla a la perfección la ambición que se necesita para llegar y
mantenerse en la élite del deporte con la humildad que siempre
caracterizó a los grandes hombres. Pau no necesitó hacer de menos a
nadie para ser uno de los mejores del mundo. Tampoco entrar a valorar
comentarios despectivos que le situaban a la sombra de James Posey
como verdadera estrella de los Memphis Grizzlies de comienzos de
milenio, como un jugador blando incapaz de llevar a su equipo a un
anillo de la NBA o como principal responsable de la debacle de los
Lakers tras el anillo de 2010. Ante cada insinuación respondió con
una gran actuación en la cancha. Ante cada provocación con un
micrófono por medio, con las palabras precisas para defender su
posición sin caer en lo vulgar.
Pau, en estos tiempos en los que el sentido común se halla a la
deriva, con la vida política de su Cataluña natal más agitada que
de costumbre y compartiendo minutos de televisión con ídolos con
pies de barro y cerebro de serrín, se postula como uno de los
grandes ejemplos a seguir. Si todo fuera como debiera ser, su partido
de ayer habría sido comentado esta mañana en todos los colegios del
país. Pocos libros de texto recogen tan bien como la actuación de
anoche de Pau, esos valores que todos los docentes enamorados de su oficio desearían
enseñar.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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