La participación de la selección española de baloncesto en el Eurobasket 2015 no ha comenzado bien. La contundente derrota ante Serbia no ha ayudado a despejar dudas. También empezamos perdiendo el Eurobasket 2009 ante Serbia, dicen los optimistas, pero más allá del resultado el partido dejó dudas sobre los mecanismos e inercias de nuestra selección.
Solo dos miembros, Pau Gasol y Felipe Reyes resisten de la promoción del 80, una generación que se estudiará en la asignatura de historia cuando esta incluya en el currículo, como hace con otros elementos culturales, el estudio del deporte. Aquella hornada de jugadores nos elevó a un cielo que no es el nuestro, que no nos corresponde ni por tradición, ni por demografía ni por escuela.
El pasado jueves, en la columna de temática deportiva que escribo en el diario digital local de Salamanca, quise hablar de esta generación al tiempo que compartir el escaso poso que esta ha dejado en la cultura deportiva de nuestro país. Pasarán definitivamente los Gasol, Navarro, Reyes y compañía y el baloncesto seguirá despertando el mismo entusiasmo entre nuestros jóvenes.
El próximo sábado comenzará una nueva andadura de la selección
española de baloncesto. Será el octavo Eurobasket para los
supervivientes de la Generación del 80, la encabezada por Pau Gasol,
Felipe Reyes y Juan Carlos Navarro, y a la que los buenos aficionados
recordaremos como si de la del 98 o 27 se tratase. Juntos ganaron el
Europeo junior de 1998 y el Campeonato del Mundo, también junior, de
1999 y, con la ayuda de compañeros de otras edades, toda una
panoplia de medallas en torneos absolutos entre la que destacan el
oro en el Mundial de 2006, el de los Europeos de 2009 y 2011 y las
dos platas olímpicas en las que consiguieron llevar al límite al
combinado de estrellas estadounidense.
Han pasado dieciséis años desde aquel julio lisboeta. Dieciséis
años en los que muchos hemos crecido al paso de sus quijotescas
aventuras. Porque era empresa digna de Don Quijote el soñar con lo
que han conseguido muchos de ellos, también a nivel de club: soñar
con jugar en la NBA y, mucho más aún, el hacerlo con ser All Star o
campeón. Ahora, todos nosotros, Sanchos enloquecidos ante lo que han
visto nuestros ojos, nos lamentamos únicamente porque al final del
camino no habrá ínsula, reino o señorío para el baloncesto
español. Disfrutamos el camino, claro, pero hemos despertado y nos
encontramos pesarosos porque solo fue eso, un camino que desembocó
en la misma yerma llanura de la que partió.
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UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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