El final del verano





El final del verano huele a la tierra mojada que dejaron las últimas tormentas –¿o quizá fueron solo las lágrimas que anticiparon amargas despedidas?– El final del verano suena a las bielas de las bicicletas que, una vez abandonadas por sus dueños, se niegan a aceptar su hibernación forzosa. El final del verano luce tonos oscuros, crepusculares, y su tacto es áspero y cortante. Y, sin embargo, anuncia un nuevo capítulo de nuestras vidas; un año laboral, académico o deportivo que se abre ante nosotros y que es habitual comenzar repletos de optimismo.

Tiene el verano el don de poner a cero los contadores. Entre la arena de las playas, los riscos de las altas cumbres o en la quietud de las hamacas junto a la piscina es fácil padecer un ataque de amnesia selectiva y rescatar de lo vivido, únicamente, su vertiente más amable y reconfortante. Por eso es habitual llegar a septiembre ilusionados. Por eso el primer entrenamiento suele ser el mejor de la temporada en términos de voluntad y esfuerzo, aunque el balón parezca un extraño y pese a que al final del mismo las piernas parezcan sacos de hormigón. Por eso en el reencuentro del colegio o el trabajo, todos parecen más guapos y hasta más jóvenes. Todo gracias al verano.

Tiene el final del verano, también, un aire de regreso, de retroceso en el tiempo. Y es que cuando todo arranca parece necesario volver a repasar los mecanismos y protocolos, recordar cómo se avanza una pierna sobre la otra para mantenerse en equilibrio. Cada comienzo implica un acto de humildad y reconocimiento de nuestras limitaciones. En cada comienzo, leyes naturales, pero también convencionalismos, nos recuerdan lo gregario y dependiente de nuestra existencia. Esto mismo nos sucede a los entrenadores. Y no solo a la hora de afrontar planificaciones de mesociclos, microciclos o sesiones. También a la hora de afrontar el trato personal con los chicos y sus familias, o a la hora de llevar a cabo trámites imprescindibles como la elaboración de las licencias o el alta de todos los miembros de la plantilla en un seguro deportivo. Todo es un volver a empezar. Todo es un continuo aprender.

Todo para que luego la temporada nos envuelva en su particular vorágine de entrenamientos, viajes y partidos hasta que, inmersos en la bruma y una vez alcanzada la alta mar, sea inútil ya volver la vista hacia la playa que abandonamos en esos días tristes, pero al mismo tiempo alegres, del final del verano.


MUCHA SUERTE PARA TODOS EN ESTA TEMPORADA QUE ESTÁ A PUNTO DE COMENZAR. UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS.

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