Los
cuerpos son cada vez más atléticos, los brazos y las piernas de los
jugadores cada vez más largos, los planteamientos tácticos
defensivos cada vez más sofisticados gracias, en parte, a la
utilización del scouting y a la lógica obsesión por contrarrestar
los puntos fuertes del rival. Sin embargo, el campo mantiene sus
viejas dimensiones y el reglamento permite a los equipos colapsar la
zona para evitar penetraciones con triángulos defensivos tan amplios
que es difícil encontrar un espacio por el que atacar. Eso y cortar,
sin ni siquiera hacer el esfuerzo de defender, numerosos
contraataques o intentos de penetración con la llamada falta
táctica. Todo eso mientras se es extremadamente riguroso, en mi
opinión, a la hora de aplicar el reglamento en torno a la violación
por “pasos” en las arrancadas, los reversos o los traspié, por
poner solo un ejemplo. De ahí, entre otros muchos motivos, que esa
suerte primitiva de juego en la que dos jugadores se retan el uno al
otro para medir sus habilidades haya quedado relegada a un segundo o
tercer plano.
Pero
no es solo una cuestión legal. Es también un tema de educación. No
formamos a jugadores capaces de superar en el uno contra uno a su
defensor. Enseguida, en edades cada vez más tempranas, le ofrecemos
al jugador soluciones tácticas, bloqueos que le faciliten la
recepción, bloqueos que le permitan progresar hacia el aro. Poco a
poco hemos ido eliminando esa bella pugna del uno contra el otro
poniendo trabas al desarrollo del talento del jugador, poniendo
demasiado alto el listón de lo que consideramos “un buen tiro”.
Muchos entrenadores de cantera, obsesionados por un resultado
inmediato y consumidores, fundamentalmente, de baloncesto adulto,
profesionalizan sus métodos de instrucción y buscan que sus equipos
sean reproducciones a escala de los que ven por la televisión. Y los
equipos que se muestran por televisión son orquestas llenas de
especialistas en una pequeña función, con roles muy bien definidos
y con poco margen para saltarse el guión.
Por
fortuna aún quedan ciertos reductos donde la formación en técnica
individual lo es casi todo: La Penya, la escuela balcánica,... Por
suerte, además, aún nos queda la NBA como exponente máximo del
baloncesto dentro de esta “aldea global”, con un reglamento que
castiga las acampadas defensivas en la zona y con una noción de
espectáculo que linda con la de negocio. Y en ambas entra el uno
contra uno, la oposición frontal y sin obstáculos entre dos
jugadores que desean medir su talento.
Ahora
bien, si estáis de acuerdo conmigo en que es necesario recuperar
esta faceta del juego por el bien del espectáculo del que deriva, a
fin de cuentas, el que el baloncesto pueda llegar a ser rentable, es
necesario formar buenos jugadores en el uno contra uno. Y aquí
empiezan mis dudas. ¿Qué cualidades debe tener un buen jugador de
uno contra uno? A priori se me ocurren:
1.
Debe ser una amenaza de tiro. De lo contrario lo defenderán con
distancia y le será difícil rebasar.
2.
Debe ser un buen pasador. De lo contrario le lloverán ayudas
defensivas castigando su escasa visión.
3.
Debe manejar el balón como si este fuera una prolongación de su
propio cuerpo, lo que le facilitará su control e hilar, de esta
manera, la acción de bote con la de pase o tiro.
4.
Debe tener gran agilidad de pies, capacidad para cambiar direcciones
en poco espacio y de forma muy explosiva.
5.
Debe manejar el cambio de ritmo, herramienta fundamental para
rebasar. Y no solo poder acelerar en muy poco tiempo, sino también,
fundamental, ser capaz de parar en seco castigando la inercia de los
defensores.
6.
Debe ser capaz de disociar el trabajo de los pies y de las manos
haciendo que funcionen a diferente velocidad.
7.
Debe ser agresivo en todas sus acciones y gozar de una gran confianza
en sus habilidades.
8.
Debe ser inteligente, capaz de leer situaciones antes de que ocurran
anticipando reacciones defensivas.
Seguro
que vosotros podéis añadir alguna más. Ahora bien, conocidas las
cualidades que ha de reunir, ¿cómo ha de ser el proceso de
enseñanza? ¿Lo basamos en la repetición de gestos técnicos o
entrenamos cualidades más generales (coordinación, disociación de
pies y manos) dejando que sea el jugador el que una vez provisto de
esas habilidades invente situaciones o gestos técnicos para rebasar
a su par? En fin, seguramente me digáis que una mezcla de ambos
métodos.
En
cualquier caso, para ayudarme y ayudaros, he elaborado un vídeo con
alguno de los recursos que Stephen Curry utiliza para rebasar a su
defensor. Lo decía Jenaro Díaz en una charla, Stephen Curry
representa hoy en día la excelencia. Él es el mejor ejemplo de
talento entrenado, de velocidad de ejecución y de variedad de gestos
técnicos. El contexto en el que creció, el hecho de ser hijo de un
jugador profesional, su propia constitución física, al alcance de
muy pocos mortales, fueron factores que jugaron a su favor, no cabe duda. Pero sin
las horas de entrenamiento, sin la terquedad y la constancia a la
hora de afrontar el lento camino del progreso, no sería el jugador
que es hoy en día. Disfrutad del vídeo como yo lo he hecho haciendo
las capturas y montándolas. Puro deleite.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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