Malo malísimo





Dicen que se lo ha ganado a pulso con su llegada a la liga, con sus polémicas decisiones, con la arrogación de facultades mitológicas y la adopción de apodos mesiánicos. También con sus gestos y una manera de liderar a los equipos basada en el servilismo. Afirman que Lebron James es un villano de manual, el prototipo de malo de ficción; más aún, una evolución. Porque en él se reconocen la mirada perdida del comandante nazi Amon Göth que representa Ralph Fiennes en La lista de Schindler, la resabiada y cínica del reverendo Harry Powell en la Noche del cazador y también aquella otra de Hank Quinlan en Sed de Mal, a la que nadie podría calificar de amistosa, aunque luego, al final de la película, nos enteráramos de que no era un hombre tan malo.

Esas miradas, que asustan cuando las sientes próximas, generan odio en la distancia. Nadie puede compadecerse del orco pudiendo amar al hobbit. Nunca nos detenemos a pensar que la bondad o mezquindad de los motivos que conducen a la actuación es un juicio maniqueo que realizamos guiados por quienes ya han decidido previamente el reparto de dones y vicios. Fijaos, si no, en como a los buenos les sigue la cámara allá donde van, aunque hayan fracasado. De los malos solo tenemos noticias a través, precisamente, de los buenos. Por sus palabras sabemos que son vanidosos, despreciables, ambiciosos. Por sus hechos, narrados en tercera persona, tomamos conciencia de lo sibilino de sus planes y de su enfermiza obsesión por tiranizar el mundo y, claro, terminamos aborreciéndolos. Así ha sido hasta ahora, también, el cuento de Lebron.

Que Lebron se encuentre cómodo asumiendo este papel es discutible; que se lo hayan impuesto, en cambio, un hecho. No crece en Ohio la semilla del diablo, ni resuda de su piel una sustancia venenosa. En realidad, todo se resume a la fórmula de la victoria que ha escogido este chico ya treintañero y que tan poco ha gustado entre gran parte de la prensa (la menos especializada, si me lo permiten) y entre todos aquellos nostálgicos que con su presencia veían amenazada la primacía en el panteón histórico de sus ídolos de infancia.

Solo así, su capacidad de jugar como y donde le da la gana, su talento para encontrar al jugador abierto, su intuición para el rebote y su capacidad –apoyada en un físico sobrenatural, claro– para darse de bruces con la canasta tras sortear a sus defensores, han quedado ocultas bajo los lemas y eslóganes de la propaganda dedicada a minimizar su obra:

1. Lebron es puro físico. En primer lugar me gustaría desmentir la tesis que asegura que el físico de Lebron James es ideal para el baloncesto. La mezcla de potencia, (velocidad) y altura es maravillosa, pero de nada servirían sin la coordinación que tanto ha mejorado durante sus años en la liga. Desplazar, cambiando de direcciones y esquivando obstáculos, un cuerpo de tal magnitud, tiene verdadero mérito. La simple posesión de potencia muscular es más útil en deportes donde puedes arrollar rivales, en campos con espacios más generosos, con un móvil que se pueda desplazar agarrado,... No sé si me explico: el baloncesto no es para culturistas.

2. Lebron solo gana juntándose con otras estrellas. Bueno, él mismo se ha ganado a pulso esta afirmación tras la famosa “Decision”. La ayuda de Wade fue inestimable por momentos, aunque sus lesiones mermaran mucho sus condiciones y bueno, la presencia de Bosh se mostró, en ocasiones, decisiva. Pero vaya, no creo que los Lakers y los Celtics de los 80, los Bulls de los 90 o los Lakers del siglo XXI fueran un erial de talento. A las cuatro finales que disputa con Miami llega apoyado en jugadores a los que el tiempo ha situado como mediocres (Mario Chalmers, Rashard Lewis, Joel Anthony,...). Y qué decir de la primera final que alcanza con Cleveland. Por no hablar de un quinteto formado por un Irving maltrecho, Shumpert, Tristan Thompson y Mozgov. ¿Los imaginan jugando sin Lebron?

3. Lebron ha perdido tres de las cinco finales que ha disputado, luego es un perdedor. Este argumento, basado en datos sólidos e irrefutables, queda suspendido a la espera de lo que pueda suceder a partir de esta próxima noche en su sexta final. En el caso de ganarla, un honroso cincuenta por ciento acallaría muchas voces críticas. En el caso de perderla, el argumento de que llegar a una final en la Conferencia Este es un regalo quedará asumido como ley.

Mucho en juego, por lo tanto, a partir de esta próxima madrugada en nuestro país. Lo que la prensa y aficionados han catalogado como un duelo personal entre el chico bueno y el perfecto villano será, sin duda, para los que nos gusta deleitarnos con los tonos grises del baloncesto y de la vida, mucho más que eso. En cualquier caso, un espectáculo que no se pueden perder.




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

1 comentarios:

Unknown dijo...

Estoy de acuerdo. Eso si, no lo trago, porque cuando le bastaría con ser tan bueno como es (pese a que solo tiene 3 movimientos de ataque basados en meter potencia y la permisividad de los árbitros en sus contactos), y dedicarse a asombrarnos con su juego, dedica el 50% de su esfuerzo al postureo, las declaraciones y los gestos (recordemos que es uno de los floppers más famosos de la liga), que hacen que se vomitivo.

Si a su excelente visión y capacidad para el pase, su magnífica defensa y su fortaleza física (que sí es determinante como lo fue en Jordan, Shaq, Rusell, Kareem, Chamberlain o Olajuwon), pudiera añadir humildad y algún que otro recurso técnico ofensivo, me convertiría al LeBronismo.

Pero hoy por hoy, me quedo con Irving, ese jugador que sin esfuerzo y sin abrir los ojos puede hacerme soñar, sin un solo programa de TV para cada decisión del día... Voy a cagar "The WC decision", voy a comprarme una camisa "The T-Shirt decision", etc.

En cada partido LeBron busca algo para la TV, desmallarse, una lesión de la que se recuperará, un desplante a su entrenador, o como en el ultimo partido agrupar a su equipo en corro para dar instrucciones sobre la siguiente defensa, cuando ganaban de 20 a falta de 4 segundos.... Siempre pensando en el primer plano. Eso me enferma.

Pero sin duda es el más dominante de la NBA hoy (o hasta que Durant quiera), y los gustos no han de negar la objetividad. Es muy bueno y las estadísticas no se hacen solas.

Mi apoyo es pata GSW este año, pero solo porque mis Bulls y mis Clippers han caído.

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