Hablar
de fútbol total supone hacerlo de aquel Ajax de comienzos de los 70
entrenado por Rinus Michels y capitaneado, futbolísticamente
hablando, por Johan Cruyff y su tocayo Neskeens. Al fútbol ofensivo
que ya habían practicado en un pasado más o menos reciente el
Madrid de las Copas de Europa y el Brasil de los tres mundiales, (58, 62 y70) los
holandeses añadieron la presión en el campo rival, el
adelantamiento de la línea defensiva y una versatilidad, hasta
entonces desconocida, que hacía que el dibujo táctico fuera lo de menos en la medida en que todos los jugadores podían hacer de todo.
En aquel equipo, y también en la Holanda del Mundial de 1974, todo
el mundo defendía y todo el mundo atacaba. A ese fútbol que
mezclaba el vértigo ofensivo con la disciplina en la recuperación,
Guardiola simplemente le añadió el cuidado del balón, el sosiego y
la tranquilidad que ofrece el estar en posesión de la pelota. Y
entonces vimos al mejor Barça y, tal vez, al mejor equipo de fútbol
de la historia.
En
el baloncesto, cualquier referencia pasada nos conduce a los Celtics
de los 60, al mejor equipo que ha conocido el deporte sin distinción
de disciplina. Aquellos Celtics practicaban posesiones cortas,
trasladaban el balón en un pestañeo a la pista delantera con una
precisión asombrosa de pase y no dudaban a la hora de materializar
una ocasión de lanzamiento. Contaban con la garantía de que Russell
correría una y otra vez la cancha por el carril central para cargar
como un poseso el rebote ofensivo, controlar el defensivo o candar el
propio aro. Ya en 1961, en el que sería su tercer título
consecutivo, los chicos entrenados por Red Auerbach lanzaron 118
veces por encuentro. Su mejor porcentaje, a lo largo de los once
anillos cosechados durante la era Russell no llegó al 43 por ciento.
Aun así, aquella fórmula alocada que pudiera parecer suicida,
derivó en una sucesión de éxitos. A Wilt Chamberlain, el llamado a
dominar aquella época, solo le quedó darles la mano una vez tras
otra y con la lengua fuera, a sus enemigos deportivos.
Casi
medio siglo después, en uno y otro lado del Atlántico, dos equipos
que imponen un ritmo ofensivo acelerado han dominado la competición.
Golden State Warriors lideró la liga en número de posesiones por
encuentro siendo, curiosamente, un equipo mediocre en las tasas de
rebote ofensivo (21º) y defensivo (18º). El mérito residió,
además, en liderar la liga también en el “effective field goal
percentage” y en compartir el balón con gusto y generosidad (2º
en porcentaje de tiros anotados tras asistencia detrás de Atlanta).
Su defensa fue la segunda mejor a la hora de provocar malos
porcentajes en los rivales y la sexta forzando pérdidas que después
materializarían en contraataques.
Un
patrón semejante empleó el Real Madrid en Europa, siendo el equipo
que más asistencias dio por partido en la Euroliga, el cuarto
forzando pérdidas y el que más tiros lanzó (65 por partido, 25 de
ellos triples). La versión más exitosa del Madrid bajó un poco el
ritmo e incrementó los porcentajes. Redujo un tanto la
espectacularidad y reforzó los mecanismos del “otro basket” para
ser más eficiente en los momentos decisivos de las finales. El
estilo estaba. Faltaba Nocioni.
Las
victorias de Golden State Warriors y Real Madrid nos dejaron unas
cuantas enseñanzas.
1.
La importancia de la preparación física y las rotaciones.
Para poder jugar a tantas posesiones sin ver reducida la eficacia
ofensiva y la agresividad defensiva, es importante contar con una
plantilla amplia, gestionarla bien y tenerla bien preparada
físicamente. Las rotaciones de Kerr y Laso consiguieron que todos
los miembros de la plantilla estuvieran involucradas al tiempo que
permitieron que los jugadores llamados a decidir en los partidos
importantes llegaran con las piernas frescas.
2.
La línea de tres. El Real Madrid fue el segundo mejor equipo
en porcentaje de tiros de tres anotados en Euroliga y ACB. Los
Warriors rozaron el cuarenta por ciento siendo el equipo con el mejor
porcentaje de la NBA. El tiro de media distancia pierde valor con el
tiempo. El lanzamiento de tres, además de permitir a los equipos
sumar con mayor rapidez, se convierte en una amenaza que obliga a las
defensas a desguarnecer la zona. La figura del tirador, un tanto
apagada en el pasado, ha recobrado su proverbial valor. Thompson
y Carroll, con su sola presencia en la cancha, ensanchan la pista y
multiplican el tiempo.
3.
La difícil tesitura para el cinco clásico. Draymond Green y
Marcus Slaughter; Andrés Nocioni y Andre Iguodala fueron los
ganadores entre los ganadores. Falsos cuatros. Dos metros pelados al
servicio de la intendencia y con un corazón enorme. Con piernas para
defender a pequeños tras el cambio en el bloqueo y con piernas,
también, para correr la pista, taponar lanzamientos y enardecer a la
grada. Perdieron, en cambio, Tomic y Bogut. El primero sumó en
ataque menos de lo que restó en defensa y en el rebote. El segundo,
pese a estar muy implicado en las labores de basurero que Kerr le
había encargado, tuvo que sacrificarse y ver desde el banquillo como
un quinteto sin ningún jugador con más de dos metros ganaba el
anillo. Esta noche, sin embargo, dos pívots, Karl-Anthony Towns y
Jahlil Okakor, han sido elegidos en las tres primeras posiciones del
draft. Les esperan largas jornadas de trabajo para mejorar su
lateralidad, su coordinación de pies y su resistencia para correr la
cancha. De lo contrario, lo tendrán difícil para hacerse con un
hueco en los minutos decisivos de los partidos.
4.
La redefinición del base. El base actual juega el bloqueo
pensando primero en anotar y luego en asistir. El base actual sale de
los indirectos como un escolta y sabe jugar sin balón. El base
actual debe ser capaz de generarse su propio lanzamiento. El
prototipo de base actual es Stephen Curry y Sergio Rodríguez y
Sergio Llull, aunque diferentes entre sí y respecto al modelo, dos
buenos aprendices.
5.
El basket total. Atravesamos una fase de transición. El
baloncesto ha dejado de reclamar especialistas y reclama
polivalencia. Los equipos, por su parte, son maquinarias
perfectamente engrasadas en las que el caos luce ordenado. Los
entrenadores apuestan por multiplicar sus opciones de anotar
utilizando la línea de tres e incrementando el número de
posesiones. La defensa, aun siendo fundamental, se ha convertido, al
igual que en la Holanda de los 70, el Milán a caballo entre los 80 y
los 90 y el Barça de Guardiola, en una herramienta al servicio del
ataque, al servicio de un baloncesto total.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS