Hacía
mucho que no sentía, a la finalización de un partido, la pulsión
irrefrenable de sentarme frente a las teclas de un ordenador para
relatar los sentimientos que se han congregado en torno a la lucha de
dos grandes equipos, los Spurs y los Clippers, en el séptimo partido
de una eliminatoria que, como les gusta decir del otro lado del
Atlántico, se ha convertido en un “Instant Classic”.
Coincidiendo
con la Batalla del Siglo, el Staples Center, de aspecto más bien
futurista, ha viajado en el tiempo para hacer las veces de coliseo.
Desde el comienzo, el pueblo angelino, con el pulgar hacia abajo,
exigía la ejecución del campeón. Sin embargo, los de negro –y en
especial Tim Duncan–, apelando al espíritu de los Rockets del 95,
decidieron rebelarse contra todos aquellos factores que jugaban en su contra (incluido el tiempo) para disputar, seguramente, el mejor
partido hasta la fecha.
Sin
embargo, los paralelismos se hacen aún más evidentes con la Guerra
de Troya y con la crónica más o menos fantasiosa que de ella nos
legara Homero, quien quiera que fuese éste, a través de la Ilíada.
Y es que por momentos, durante las idas y venidas en el marcador,
pareció que el combate entre ambas potencias nunca terminaría pues
resultaría imposible, como sucediera en la lucha que mantuvieron de sol a sol
Áyax y Héctor, determinar el ganador.
Del
mismo modo, no resulta difícil identificar como supercherías
alejadas de cualquier forma de honor en la batalla, tanto la
construcción del caballo de troya (mencionado en la Odisea) como el
empleo del Hack-a-Jordan por parte de Gregg Popovich. Quizá los
griegos, como pareció evidente en el caso de los Spurs, sintieran
que no había otra manera de desmantelar las líneas enemigas sino a través de argucias alejadas de la lucha frente a frente. Lo
cierto es que ambas artimañas vienen a demostrar que la defensa de
los valores queda suspendida en tiempos de guerra.
Urge,
sea como fuere, una revisión del texto homérico. Y es que en el
héroe troyano Héctor, (nombre que viene a significar “el que
sostiene” o “el que defiende”) en su astucia y en su concepto
de la venganza deportiva, veo a Chris Paul. Más aún cuando este se echó la
mano a la parte posterior del muslo advirtiendo una lesión muscular
de la que solo resta conocer su alcance. Entonces, Paul, abandonado
por su tradicional protector Apolo, tras verter lágrimas de rabia en el parqué, decidió seguir en la lucha aun
sabiéndose tocado físicamente. Tony Parker, cual Aquiles, no tardó en atacarlo y Patty Mills lo defendió toda la cancha
tratando de menguar aún más su condición. Su cuerpo, como el
cadáver de Héctor, fue arrastrado durante minutos que parecieron
días, pero cuando el desánimo empezaba a echar raíces entre las filas de los Clippers, Héctor, desafiando a la lógica biológica y al mito, resucitó. El 2 de mayo de
2015 la guerra la ganó Troya y Héctor salió a hombros de sus
compañeros tras haberse ganado el respeto de todas las gentes de su
tiempo gracias a una actuación que va más allá de unos números ya de por sí espectaculares (27 puntos) y de una fantástica canasta ganadora. Y no hará falta que ningún Schliemann deambule en la búsqueda de los restos pues aquí, y en muchas otras bitácoras (lástima que solo en una pequeña reseña de la prensa digital española) quedará registrada la hazaña para siempre.
Pero
la historia no se detiene y ante nosotros, en breves horas, se abre
el espectáculo de las Semifinales de Conferencia. Tres
enfrentamientos coinciden con los pronósticos realizados desde este
blog. El que enfrentará a Rockets y a Clippers demanda, sin embargo,
un nuevo diagnóstico. A la vista de lo sucedido anoche mi corazón
se inclina sin pudor hacia los pupilos de Doc Rivers, pero la razón
dice que el desgaste de los angelinos, lesión de Paul incluida, y la
mayor presencia física de los de Houston, en comparación con la que
presentaban los Spurs, hacen favoritos a los tejanos. Ahora bien, ¿quién se
atreve a apostar en contra del nuevo Héctor redivivo que ha osado
reescribir una de las leyendas mejor asentadas de la civilización
occidental? Yo no, desde luego. Gloria al héroe.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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