Se buscan superhombres





Buenos días. Ya tenemos el cuadro con los dieciséis equipos que disputarán los playoffs de la NBA a partir del próximo sábado. New Orleans Pelicans y Brooklyn Nets se adhirieron a la nómina “in extremis” y tratarán de dar la sorpresa ante los primeros cabezas de serie de sus respectivas conferencias. Sin embargo, antes de realizar una previa, quiero compartir con vosotros la columna que firmo este jueves en un diario local. En ella recuerdo dos actuaciones históricas de superación de los límites propiamente humanos para invitar con ello, al espectador, a permanecer muy atento durante las próximas semanas y descubrir, así, a los nuevos “superhombres”.

El relato comienza así:

Mi fórmula para expresar la grandeza en el ser humano es el “amor fati”: no querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, y menos aún disimularlo –todo idealismo es mendacidad frente a lo que es necesario–, sino amarlo. Acepta el dolor como una necesidad, nos pide Nietzsche. Ama el destino, lo que te toca en suerte. Desdeña mundos ideales y no permanezcas más tiempo del debido, y lo debido es nada, a la deriva de ensoñaciones invocando el deber ser o el ojalá. En esta misma línea, el filósofo alemán apela al “superhombre” como único individuo capaz de abandonar la absorbente espiral de lo que llama “el eterno retorno”, una especie de prisión no visible que nos encarcela y nos condena a ser quienes somos, una y otra vez. También el baloncesto, por su capacidad de imitar a la vida en sus extremos más afilados, reclama del ser a priori corriente que acepte su destino y que responda al sufrimiento como lo haría el “superhombre” de Nietzsche, ese que viendo venir la tormenta, espera al rayo. Veamos, si no, dos ejemplos que nos presta la historia.

Con Bill Russell disfrutando, al fin, de un merecido descanso tras haber subyugado a la NBA durante más de una década, los playoffs de 1970 se presentaban muy abiertos. Los Angeles Lakers, con Wilt Chamberlain recuperado de una lesión de rodilla, y los New York Knicks, liderados por Walt Frazier y por el MVP de la temporada, Willis Reed, vencieron en sus respectivas conferencias para enfrentarse en las finales. La serie estuvo plagada de giros dramáticos, desenlaces igualados y acciones para el recuerdo (Jerry West envió a la prórroga el tercer partido de la serie gracias a un tiro desde más allá del medio campo que, con el reglamento de entonces, sumó solo dos puntos). Con 2-2 en el marcador agregado y disputándose el quinto encuentro en Nueva York, Willis Reed se hizo daño en su pierna izquierda y se vio forzado a abandonar el partido. Los Knicks, sin embargo, pese a no poder contar con su principal referencia interior, consiguieron sacar adelante el encuentro gracias a la obsesión de los Lakers por castigar la ausencia de Reed con balones a Chamberlain, muchos de los cuales resultaron en pérdidas. El sexto partido fue, sin discusión, para los Lakers. Willis Reed ni siquiera tomó el avión.

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UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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