Teletipos





Madrid, 24 de abril. El superviviente Laso, desprovisto de su equipo de ayudantes, lapidado por propios y extraños y tildado de diletante por los filósofos de este deporte, ha conducido al Real Madrid a su tercera Final Four consecutiva de la Euroliga. Con un juego interior muy pobre, solo sustentado por el coraje y la siempre infravalorada calidad de Felipe Reyes, su perímetro, básicamente patrio, ha demostrado ser el mejor de toda la competición. Veremos si con ello será suficiente para romper veinte años de sequía y para hacerlo, precisamente, allá donde se cruzan los caminos.

Madrid, 26 de abril. Sergio Scariolo asumirá nuevamente el cargo de seleccionador nacional confiado de poder llegar a la final del próximo Eurobasket y obtener, de esta manera, una plaza para los Juegos Olímpicos de Río. Dicen que su presencia arrastrará a los pesos pesados del vestuario (really?) y que no faltarán a la cita los hermanos Gasol. Del magnetismo de estos dependerá que acudan otros viejos conocidos como Navarro y Reyes. Se espera, además, una ardua negociación para convencer a Mirotic quien, ninguneado en pasados veranos, se pensará dos veces el acudir a la llamada.

San Antonio, 26 de abril. Los Angeles Clippers vencieron en el A&T Center e igualaron la eliminatoria. Esta se desplazará al Staples Center, feudo en el que los pupilos de Doc Rivers confían poner en franquía la eliminatoria. Sin embargo, este blog sigue apostando por los vigentes campeones.

Washington, 26 de abril. Los Washington Wizards confirmaron el “sweep” sobre los Raptors de Toronto. La presencia de Wall, Beal y Pierce, estrellas de las que carecen en Canadá, decantó la balanza del lado de los capitolinos, que ya esperan rival del cruce que aún siguen disputando Atlanta y Brooklyn, con ventaja de 2 a 1 para los de la ciudad de la CNN y la Coca Cola.

Dallas, 26 de abril. Los Mavericks, pese a contar con las bajas de Rondo y Parsons, consiguieron su primer triunfo en la eliminatoria gracias a una fantástica actuación de Monta Ellis. Sin embargo, sus opciones son remotas pues aún mantienen el desafío de ser el primer equipo capaz de remontar un 3-0 en contra. El sentido común nos dice que el próximo martes, en Houston, los Dallas se encontrarán con un serio problema: decidir qué bañador ponerse en vacaciones.

Boston, 26 de abril. Un hombro dislocado, (Kevin Love) y una expulsión (J.R. Smith) conforman el precio que tuvieron que pagar los Cavaliers para salir victoriosos del nuevo Garden. Los Celtics –apelando al espíritu del tantarantán que en las finales de 1984 le asentara Kevin McHale a Kurt Rambis y que, como la crítica unánimemente confirma, cambió el sino de la eliminatoria–, se mostraron especialmente agresivos en la defensa de su santuario. Sin embargo, el sentido común, bautizando en Cleveland como Lebron James y Kyrie Irving, se impuso, como suele ser habitual, sobre los arreones de orgullo de un equipo que ya piensa en el futuro.



Cualquier lugar del planeta, todos los días del año. Una epidemia se ha extendido por la Tierra. Los chicos no pueden deshacerse de su amplia sonrisa. Intentan ponerse serios delante de sus profesores, pero les es imposible. Hombres y mujeres de diferentes latitudes y longitudes acuden cantando a sus quehaceres. Las peroratas de sus jefes ya no les incomodan. Se rumorea que niños, adultos y ancianos han visto jugar a Stephen Curry y a sus Warriors. La nueva versión del showtime es también la traslación al presente de aquella fiebre amarilla. I love this game!!!!




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

De gloria y tragedia





Si me piden un nombre relacionado con el periodismo deportivo de baloncesto este ha de ser el de Gonzalo Vázquez (@GVazquezNY). Conocedor del juego como juego, pero también como espectáculo; arqueólogo e historiador de la NBA, además de cronista; su firma es, para mí, la mejor de cuantas se expresan sobre nuestro deporte en el idioma de Cervantes.

Gonzalo Vázquez logra hacer filigranas con los gruesos hilos que mueven la gran rueda del baloncesto como negocio. De las luces que deciden enseñarnos las cámaras conoce también su sombra. De toda fiesta, su trastienda, su trasfondo y sus no siempre queridas consecuencias. Tiene su mirada una especial fijación por los dramas subterráneos que acontecen alejados de los mensajes buenistas y autocomplacientes. Tiene su pluma, estilosa mas en absoluto hortera, la habilidad para transmitir hondura y turbación.

He de reconocer que me ha llevado tiempo concluir la lectura de su obra 101 historias NBA. Relatos de gloria y tragedia, pero no me cuesta confesarlo. Así como juego a adivinar fatigosas jornadas de documentación, maduración (de ideas) y escritura en su confección, me gusta pensar que, como lector, mi papel debía pasar, precisamente, por una degustación lenta y reflexiva. La conservaré, además, como obra de consulta, pues me cuesta pensar en un pasaje de la historia de la NBA que no aparezca narrado en esta obra. Y es que en ellas se suceden los nombres que moran en el imaginario colectivo de todo buen aficionado, pero también otros que residen “donde habita el olvido”, que diría Sabina. Y en el fondo, actuando como atrezzo de este lujoso sainete que es la liga profesional americana, la cultura estadounidense en cuanto que amalgama no siempre armonioso de razas, ideas y maneras de vivir. En fin, todo un tratado sobre el “american way of life” con centro en una cancha de baloncesto.

Finalizo esta breve reseña/recomendación, contándoles la 102ª historia, la del propio autor de este compendio de relatos, la de un Gonzalo Vázquez que se embarcó en la aventura de instalarse en Nueva York y pretender vivir del periodismo de baloncesto en la propia Meca de este deporte. Su regreso, forzado por las circunstancias económicas, anímicas y de salud, pone de manifiesto la insuficiencia del talento como herramienta de supervivencia y sitúa ante el espejo a una sociedad que prefiere consumir literatura rápida y amarilla, asentada en las prisas del rumor, en lugar de una obra construida desde la templanza de una buena reflexión, un vasto conocimiento y una sintaxis elaborada y precisa.

Gracias, Gonzalo, por estas 101 historias. Espero otras tantas para dentro de diez años. Duncan, Popovich, Stevens, Harden, Curry y tantos otros desconocidos a mis ojos, que no a los tuyos, ya las están perpetrando para que nos las cuentes.


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Viejas y nuevas predicciones





Emplearé este tiempo, y las siguientes letras, para repasar las predicciones que realicé al comienzo de la liga regular de la NBA y después, a continuación, habilitado por la autoridad que concede el fracaso, compartiré con vosotros mis pronósticos sobre los playoffs (que podéis ver en la foto)

De diez apuestas he ganado una. Afirmé que Steve Kerr sería el entrenador del año y con un 67-15 de récord y desplegando el juego más espectacular del campeonato, parece un hecho que el galardón reposará en sus manos. Sin embargo, manejé como segunda opción a Erik Spoelstra y, aun teniendo en cuenta lo que ha supuesto, para mal, la lesión de Chris Bosh para sus Heat, nunca, a lo largo de la temporada, ha conseguido hacer rendir a un equipo que se ha sentido, en todo momento, huérfano de Lebron James.

Precisamente a Lebron James situaba como MVP de la temporada. Sus números siguen siendo fantásticos, pero “El Rey” no ha sabido conducir a los Cavaliers a los niveles de excelencia que cabría esperar. James tiene mes y medio para adornar su palmarés con un nuevo título de la NBA, pero este año, desde luego, el mayor galardón individual está fuera de su alcance. La votación será ajustada, dicen, entre Curry y Harden. Creo que ganará el primero. Su manejo de balón, sus pases de malabarista y sus triples imposibles, además de su sonrisa, son la mejor marca de la liga en estos momentos. Lamarcus Aldridge era mi segunda opción y, pese a haber realizado otra temporada notable, siendo, tal vez, el cuatro con mayor capacidad para generarse sus propias canastas, no ha dado el salto de calidad que yo esperaba.

En cuanto al novato del año, afirmé que lo sería Jabari Parker. Las lesiones nos han impedido disfrutar de su talento para atacar a jugadores más grandes y pesados en el poste medio. Aun así, reconozco que hubiera tenido muy difícil pelearle el premio a un Andrew Wiggins que se ha mostrado muy regular en números cercanos a los veinte puntos. Mi segunda opción fue Nerlens Noels, este sí un fijo en el primer quinteto rookie del año.

Finalicé pronosticando los campeones de conferencia, San Antonio Spurs y Cleveland Cavaliers, pero lo hice pensando en los playoffs. Nada de lo acontecido en estos seis meses que han transcurrido me impide seguir pensando así. El camino será arduo para ambos, pero sigo pensando que el primer jueves de mes se verán las caras en el A&T Center de San Antonio.

Pero comencemos por analizar lo que será una apasionante primera ronda. Vayamos serie a serie.

CONFERENCIA OESTE

Golden State Warriors (1) – New Orleans Pelicans (8)

Los Pelícanos de la Ciudad del Jazz debían ganar y ganaron a los Spurs para inmiscuirse en una fiesta que no estaba hecha para ellos. Ahora deben luchar contra el mejor record de la liga, contra el perímetro más mortífero, contra la plantilla más larga y compensada (junto a la de los Spurs) y contra un ritmo anotador que difícilmente podrán sostener. A su favor, quizá, la superioridad física de Anthony Davis, por envergadura o velocidad, frente a cualquiera de las opciones que elija Steve Kerr para frenarlo. 4-1 para Warriors.

Houston Rockets (2) – Dallas Mavericks (7)

Rick Carslile agitaba la toalla cuando Kevin McHale, junto al resto de los Celtics de los 80, daban lecciones de baloncesto a sus rivales. Sin embargo, vestidos ambos de traje, Carslile parece una opción mucho más fiable. En una serie a siete partidos será importante realizar ajustes y ofrecer variantes ofensivas y defensivas. Los Rockets serán previsibles dentro del registro improvisador que maneja James Harden. Los Mavericks, en cambio, una incógnita desde la llegada de Rondo, tratarán de recordarle a los Rockets, y a la liga, que es en su equipo donde juega Dirk Nowitzki. 4-2 para Mavericks.

Los Angeles Clippers (3) – San Antonio Spurs (6)

Con una sola victoria más, los pupilos de Doc Rivers contarán con el factor cancha a favor para combatir los otros muchos factores que jugarán en su contra. A priori cuentan con el mejor base y con un juego interior más poderoso. Solo a priori. Porque situar a Chris Paul por encima de Tony Parker, o a la inversa, es una cuestión de gusto y hablar de poderoso, citar la única cualidad en la que Jordan y Griffin pueden ser mejores que Duncan y Diaw. Jordan y Griffin chocan más fuerte y saltan más alto. Duncan y Diaw son más listos, pasan mejor y entienden mejor el juego. Pero, más allá de las comparaciones, ¿quién de los Clippers va a frenar a Kawhi Leonard en el uno contra uno o en transición? 4-2 para Spurs.

Memphis Grizzlies (5) – Portland Trail Blazers (4)

Pese a la mejor posición de los Blazers en el cuadro, el primer partido, en atención al récord, se disputará en Memphis. Los Grizzlies son mis favoritos por un tema de experiencia y “savoir faire”. Su juego es tan aburrido como efectivo y pueden estar seguros de que ninguna de las estrellas de los Blazers jugarán cómodas ante este rocoso equipo. Sufrirá Lillard ante Conley y Aldridge ante las dos torres, Gasol y Randolph, de Memphis. 4-1 para Grizzlies.

CONFERENCIA ESTE

Atlanta Hawks (1) – Brooklyn Nets (8)

El despertar tardío de Brook López y Deron Williams llegó justo a tiempo para ingresar a los Nets en los playoffs. Su presencia, unida a la de Young y Joe Johnson dibuja un quinteto aseado, aunque desasistido desde el banquillo. Lionel Hollins tiene experiencia en playoffs, pero apelo a la justicia poética para apostar por Atlanta y su juego colectivo. 4-2 para Hawks.

Cleveland Cavaliers (2) – Boston Celtics (7)

El penúltimo milagro de Brad Stevens se llama “cuarenta victorias”. Con un equipo cosido con retales del que han desparecido nombres como los de Rondo o Green, parecía imposible soñar con los playoffs. Enfrentados a un nuevo imposible, los Celtics aspiran a pelearle la eliminatoria a los Cavaliers, aunque lo más realista es que sufran, y mucho, para ganar un partido. Los pupilos de Lebron, perdón, de David Blatt, tienen sus miras puestas en el anillo y los Celtics no deben ser más que un cómodo calentamiento. 4-1 para Cavaliers.

Chicago Bulls (3) – Milwaukee Bucks (6)

Jason Kidd, en su segunda temporada, ha vuelto a cumplir sobradamente con los objetivos iniciales. Su equipo, muy joven, juega con inteligencia. El mítico base californiano ha creído ver en Carter-Williams a un digno sucesor, pero aún es demasiado pronto. Unos Bulls más rodados y con un juego interior infinitamente mejor, no deberían tener mayores problemas para imponer su mayor calidad. 4-1 para Bulls.

Toronto Raptors (4) – Washington Wizards (5)

No me gusta demasiado cómo juegan los Wizards. Wall tiene todas las condiciones para ser un gran base, pero aún no ha demostrado saber lo que necesita su equipo para ganar. Se lo intentará explicar Paul Pierce, esencial en su rol de veterano. Mientras tanto, los Raptors cuentan con mucho talento joven y bien entrenado. Será clave el papel de DeRozan. Aquí tengo muchas dudas. 4-3 para Wizards.

La foto de inicio de post es también un enlace a los pronósticos que nos invitan a hacer los chicos de Canal Plus. Apostad y compartid vuestros pronósticos con nosotros.


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Se buscan superhombres





Buenos días. Ya tenemos el cuadro con los dieciséis equipos que disputarán los playoffs de la NBA a partir del próximo sábado. New Orleans Pelicans y Brooklyn Nets se adhirieron a la nómina “in extremis” y tratarán de dar la sorpresa ante los primeros cabezas de serie de sus respectivas conferencias. Sin embargo, antes de realizar una previa, quiero compartir con vosotros la columna que firmo este jueves en un diario local. En ella recuerdo dos actuaciones históricas de superación de los límites propiamente humanos para invitar con ello, al espectador, a permanecer muy atento durante las próximas semanas y descubrir, así, a los nuevos “superhombres”.

El relato comienza así:

Mi fórmula para expresar la grandeza en el ser humano es el “amor fati”: no querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, y menos aún disimularlo –todo idealismo es mendacidad frente a lo que es necesario–, sino amarlo. Acepta el dolor como una necesidad, nos pide Nietzsche. Ama el destino, lo que te toca en suerte. Desdeña mundos ideales y no permanezcas más tiempo del debido, y lo debido es nada, a la deriva de ensoñaciones invocando el deber ser o el ojalá. En esta misma línea, el filósofo alemán apela al “superhombre” como único individuo capaz de abandonar la absorbente espiral de lo que llama “el eterno retorno”, una especie de prisión no visible que nos encarcela y nos condena a ser quienes somos, una y otra vez. También el baloncesto, por su capacidad de imitar a la vida en sus extremos más afilados, reclama del ser a priori corriente que acepte su destino y que responda al sufrimiento como lo haría el “superhombre” de Nietzsche, ese que viendo venir la tormenta, espera al rayo. Veamos, si no, dos ejemplos que nos presta la historia.

Con Bill Russell disfrutando, al fin, de un merecido descanso tras haber subyugado a la NBA durante más de una década, los playoffs de 1970 se presentaban muy abiertos. Los Angeles Lakers, con Wilt Chamberlain recuperado de una lesión de rodilla, y los New York Knicks, liderados por Walt Frazier y por el MVP de la temporada, Willis Reed, vencieron en sus respectivas conferencias para enfrentarse en las finales. La serie estuvo plagada de giros dramáticos, desenlaces igualados y acciones para el recuerdo (Jerry West envió a la prórroga el tercer partido de la serie gracias a un tiro desde más allá del medio campo que, con el reglamento de entonces, sumó solo dos puntos). Con 2-2 en el marcador agregado y disputándose el quinto encuentro en Nueva York, Willis Reed se hizo daño en su pierna izquierda y se vio forzado a abandonar el partido. Los Knicks, sin embargo, pese a no poder contar con su principal referencia interior, consiguieron sacar adelante el encuentro gracias a la obsesión de los Lakers por castigar la ausencia de Reed con balones a Chamberlain, muchos de los cuales resultaron en pérdidas. El sexto partido fue, sin discusión, para los Lakers. Willis Reed ni siquiera tomó el avión.

Puedes continuar con la lectura del relato pinchando AQUÍ


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En el principio fue el pase





Uno de los episodios que más me impactaron durante mi estancia en Zaragoza a propósito del Curso Superior de Entrenador de baloncesto, fue la charla que nos ofreció Moncho Monsalve acerca de nuestra pasión compartida. En un momento dado, con el auditorio invadido por un respetuoso silencio, el mítico entrenador medinense (de quien les escribe es paisano) se desmarcó con la siguiente afirmación: de todos los fundamentos que hay que enseñar para jugar al baloncesto, el más importante es el PASE.

Bueno, al final hay que meterla, ya saben. De lo contrario la circulación de balón y el pase no lucirían igual; sería algo así como estar en posesión de una fórmula milagrosa para la que hace falta un ingrediente que no existe. Pero sí, en esencia estoy de acuerdo con Moncho. El pase hace a los equipos felices y compactos, contribuye a la identificación del objetivo común y refuerza los vínculos entre los miembros del equipo. Quiso el profesor Naismith que jugaran diez y solo hubiera un balón. Parece obvio que buscaba que se compartiera.

Y aún hay más. El pase es la mejor herramienta para atacar. Todos los entrenadores exigimos de los defensores que se desplacen rápidamente en función de su posición relativa respecto de la esfera, pero claro, hacerlo de manera armoniosa, manteniendo continuamente la visión del jugador y la pelota como vértice más cercano al aro de un triángulo que se amplía o disminuye en función de la posición del balón, es una tarea que se complica cuando la circulación de dicho balón por parte del equipo contrario es rápida e inteligente. Si la pelota viaja de un lado a otro con velocidad es muy posible que la defensa no pueda realizar los ajustes necesarios en el tiempo indicado y con la coreografía precisa.

Eso lo saben bien en San Antonio Spurs, donde tras caer derrotados por Phoenix Suns en las semifinales de conferencia de 2010 decidieron abordar una renovación de su estilo de juego, acelerando el tempo y utilizando a los jugadores interiores como distribuidores de la pelota en zonas alejadas del aro ganando, así, además, un precioso espacio para atacar la zona con penetraciones, cortes y puertas atrás. Así, tras años construyendo la base de esta nueva filosofía, los Spurs son ahora, en abril de 2015, el mejor equipo de la competición –con independencia de lo que digan los números– y los máximos favoritos para revalidar, y conseguir por primera vez en su historia dos anillos consecutivos, el título de la NBA.

Lógicamente, para desplegar el juego que ofrece San Antonio, hacen falta amplias nociones de baloncesto, un alto “basketball IQ” por parte de los jugadores y numerosas horas de entrenamiento para memorizar los movimientos a realizar con y sin balón. Todo ello es importante, no cabe duda, pero los entrenadores no debemos olvidar que todo empieza con un amplio dominio del fundamento del pase tanto en lo que se refiere a su ejecución como a la toma de decisiones acerca del tipo de pase a utilizar en función de la situación de juego. Es importante que el jugador domine todas las suertes del pase, que las ejecute en su debida forma, pero también que de entre el abanico elija la opción más apropiada.

Por lo tanto, entrenadores, estamos condenados a no dejar nada al azar, a trabajar todos los tipos de pase, yendo más allá del, en muchas ocasiones, poco funcional pase de pecho. Y no solo eso, estamos obligados a enseñar a nuestros jugadores, si ellos no lo descubren antes, (que con los buenos jugadores es lo que suele pasar) qué tipo de pase es más apropiado para según qué situación, amén de a exigir rigor en cada ejecución. No permitamos más “lazy passes” (pases despreocupados) en los ejercicios, aunque busquen otro objetivo; no renunciemos a perseguir obsesivamente el detalle, aunque muchas veces sepamos que no hallaremos nada al final del camino, pues el camino es la propia persecución.

Como ayuda para los entrenadores y como mero, que no vano, disfrute de los espectadores, empecé a visualizar y a preparar el vídeo que os presento a continuación y que persigue el afán de categorizar los tipos de pase y las opciones que ofrece cada uno dentro del juego posicional (no echen de menos, por lo tanto, los pases en transición). Para ello, tuve la suerte de ver de nuevo los cinco partidos de las finales del año pasado y, para que la recogida de cortes fuera mayor, también me serví de alguno de los partidos de la reciente racha de victorias que los Spurs aún mantienen viva (nueve en estos momentos). No se trata de una catalogación exhaustiva, (echarán de menos el pase picado por espalda y algún otro) pues aunque las fijé a priori, luego tuve que adaptarlas al material con el que contaba, ni tampoco se abarcan todas las posibilidades de cada tipo de pase por este mismo motivo. Aun así, creo que contiene un buen resumen de los pases que tenemos que enseñar y de la toma de decisiones que ha de acompañar a su ejecución. En fin, mejor que hable San Antonio por mí. 



Espero que lo disfruten. Muchas gracias y


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El último baile



Primer lunes de abril y cita ineludible para los verdaderos aficionados del baloncesto. El Lucas Oil Stadium de Indianapolis, sede del equipo de los Colts de la NFL, albergará la final del torneo universitario que enfrentará a las universidades de Duke y Wisconsin. Las gradas, a buen seguro, lucirán de azul y rojo, colores de ambos “colleges”, y ofrecerán un espectáculo a la altura, si no superior, del que nos dispensarán sus respectivos equipos. La fiesta del baloncesto universitario es también la de todo un país que recuerda con añoranza, mientras asiste en directo o por televisión al evento, sus años de juventud.

En lo deportivo destacar la inteligente propuesta de un equipo, el de los Badgers de Wisconsin, que consiguió eliminar a la gran favorita en las apuestas, Kentucky, gracias a un ejercicio de baloncesto control que consistió, básicamente, en explotar las debilidades de un rival que acudía invicto a la cita. Sin la capacidad de reclutamiento de otros programas, con cuatro jugadores “blancos” en el quinteto titular, que Wisconsin se haya plantado en la final, a pesar de acudir con la vitola de ser cabeza de serie de su región, es una auténtica hazaña de la que gran mérito le pertenece a Bo Ryan, su entrenador. 

Los Blue Devils de Duke, en cambio, acuden con la mejor promoción de freshmen (jugadores de primer año universitario) que haya dirigido nunca su principal baluarte, un Coach K que sueña con conquistar esta noche su quinto anillo. El entrenador con más victorias igualó con su duodécima presencia en Final Four a John Wooden. Una victoria ante Wisconsin le elevaría al segundo puesto en solitario en la lista de ganadores, con la mitad, eso sí, de los que consiguiera el mítico director del programa de UCLA. Lo conseguiría con una filosofía distinta de la que siempre ha hecho gala, con un equipo muy joven en el que los veteranos apenas sí tienen peso. Los tiempos han cambiado y Krzyzewski con ellos. Supongo que la inflexibilidad con la que conminaba a sus jugadores a finalizar los estudios ya no es tal. Al menos Jahlil Okafor (un clon de Tim Duncan), Justise Winslow (el hijo de Ricky, estrella de Estudiantes a comienzos de los 90) y Tyus Jones no tienen pinta de agarrar unos apuntes de regreso al campus.

Y a pesar de que lo ideal sería poder compaginar estudios y deporte, se entiende. El coste de oportunidad de permanecer un año más en el campeonato universitario es muy alto para jugadores que están preparados. El “one and done” es mucho más que una moda pasajera, es la respuesta lógica de quien, pudiendo ganar dinero, desea, efectivamente, hacerlo. Salta, además, a la palestra, un debate necesario. Desde el 17 de marzo hasta hoy, 5 de abril, se habrán movido más de un billón de dólares (mil millones de dólares en la notación europea) en anuncios y contratos de televisión. En la NCAA todo está patrocinado. Las marcas no quieren dejar pasar la oportunidad de posar en este gran escaparate que es para la nación el torneo final. Todo ello mientras los jugadores no reciben tan siquiera una gratificación en especie por su despliegue. “No hay debate sobre la introducción de salarios porque no hay trabajadores”, afirma el presidente de la asociación, “son estudiantes y atletas”, concluye. Todo ello mientras los chicos se someten a un código reglamentario poco menos que leonino. Nos lo explica mucho mejor, y con un ácido sentido del humor, John Oliver en su late night show.



Nada nuevo es que de las emociones más primarias las mentes más frías, racionales y economicistas de este mundo hagan negocio. El problema es que si solo abordas las características asociadas a dicho negocio corres el serio riesgo de que este se pudra por la raíz. Con dos tiempos de veinte minutos, innumerables tiempos muertos, –algunos, incluso, demandados por los entrenadores– posesiones de 35 segundos y el secuestro, en muchos casos, de la individualidad del jugador y de su creatividad, todo lo que nos queda es un pobre espectáculo. Esas hordas de estudiantes a tiempo parcial, deportistas sin sueldo al servicio de las grandes marcas no tienen la culpa. Tampoco los grandes entrenadores, (con sueldos, eso sí, disparatadamente altos, sobre todo comparados con los de sus pupilos) quizá los únicos que piensan en la pureza del juego que no pasa por otra cosa que por luchar al máximo por la victoria respetando las reglas del juego, las que están escritas y, más aún, todas las inscritas en tinta invisible dentro de su imaginario. Pero algo hay que hacer. Urge una reforma del reglamento y del estatus de sus deportistas. Con el corazón no siempre basta.

En fin, Duke o Wisconsin se alzarán esta noche con el título. Finaliza el gran baile y esperemos que lo haga, no pierdan la esperanza, con una delicada pieza de buen baloncesto.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS