Aquí
estoy, de vuelta en Valladolid, tomando el siempre reparador sol de
marzo mientras las nubes dibujan quiebros sobre el cielo antes azul
de la meseta. No, no se trata de una evasión programada, ni ando
persiguiendo los pasos de Zorrilla tratando de aprender el arte de
seducción de su Don Juan. Ni siquiera se trata de recordar lo bien
que lo pasé, lo pasamos, aquel verano de 2012 cursando el nivel IIde entrenador. Aunque sí, claro, de baloncesto.
La
Asociación de Entrenadores Españoles de Baloncesto, AEEB, programa
anualmente, y ya van nueve, semanas de prácticas en equipos
profesionales pensadas para quienes aspiramos, algún día, a ocupar
un banquillo de esta enjundia. En ella se nos otorga el derecho de
asistir en primera fila a las sesiones de los equipos y el de
entablar, esto depende de la predisposición de cada cuadro técnico,
un fértil diálogo con los entrenadores del club, esos
supervivientes de unos banquillos, los de las ligas profesionales en
España, cada vez más cotizados por su escasez.
Precisamente
el cuerpo técnico del Mywigo Valladolid es uno de los principales
alicientes de este hito en el camino. Porfirio Fisac, entrenador
principal; Iñaki Martín, entrenador ayudante y Javier Hernández
Bello, preparador físico (mucho más, en realidad) junto con algunos
nombres que no cito por mi desconocimiento (fisio, delegado,
médico,...), conforman un grupo de élite del que muy pocos equipos
de la segunda categoría española pueden presumir. De la segunda y
de la primera, en realidad. Y no, no son buenas palabras.
Es
un hecho concluido a partir del estudio de sus largas y dilatadas
trayectorias y, también, cómo no, un juicio basado en los contados
contactos que ya había mantenido con ellos en diferentes cursos y
charlas para entrenadores. Porfi, por personalizar en la cabeza
visible del proyecto, siempre me ha gustado por la honestidad que
destilan sus palabras y por la aún mayor con la que acompaña cada
una de sus actuaciones. Entrenador de moda tras colar, literalmente,
a un modesto equipo en la Copa del Rey de 2011, también el olvido se
cernió como una alargada sombra sobre él, pese a que uno tenga la
impresión (contrastada a la vista de alguna de sus decisiones) de
que a Porfi, más que un jugoso contrato lo que le interesa es gozar
de la autonomía y la libertad suficientes para desempeñar el
trabajo que ama a su aire evitando, así, convertirse, en otro
esclavo más de su profesión. De momento, hoy, el primer día, no
pudo estar más atento con nosotros. Gracias.
El
lógico compromiso de confidencialidad hace que muchas de las
lecciones que me lleve deban quedar solo para mí. Sin embargo, allá
cuando culmine la semana, me comprometo a contaros lo que me inspiró,
desde un punto de vista personal, esta experiencia en el borde de los
banquillos de un conjunto profesional. Espero que disfrutéis de ese
futuro relato, como yo lo haré recopilando sensaciones y
aprendizajes en el centro mismo del corazón de Castilla. Bajo un sol
que no quema.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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