Una
vez presentadas, en la anterior entrada, (que te aconsejo leer para
poder seguir esta) las claves del trabajo de investigación que he
llevado a cabo a propósito del Curso de Entrenador Superior deBaloncesto, hoy pretendo haceros llegar las conclusiones alcanzadas
no sin olvidar, quede esto claro, la provisionalidad de las mismas en
atención al limitado tamaño de la muestra.
Si
lo recuerdan, con el objetivo de estructurar la información, generé
seis categorías de análisis que vendrían a corresponder con seis
elementos determinantes, a priori, en el resultado final de una
jugada ofensiva en el contexto, acotado de cara a la investigación,
del clutch time. Hoy me ocuparé de las tres primeras variables.
1.
Estructura de quinteto. los diferentes entrenadores apostaron por
un quinteto clásico integrado por un base, dos jugadores
exteriores y dos jugadores interiores; un quinteto con cuatro
pequeños con un alero haciendo de “falso 4”; un quinteto con
cinco exteriores que bien podría ser definido como “small
ball” y un quinteto con doble base (más
un alero y dos interiores). Veamos gráficamente en qué
proporción se utilizó cada una de estas estructuras.
La
mayor utilización de un quinteto clásico contrasta con la mayor
eficacia demostrada, al menos sobre la muestra, de las opciones de
quinteto con doble base o con cuatro pequeños. Nos lo enseña el
siguiente gráfico.
Las
ventajas de presentar un quinteto clásico con dos jugadores
interiores son evidentes. Por un lado se gana presencia en el rebote
ofensivo y, por otra, se mejora en la calidad de los bloqueos
directos e indirectos (incluso en las pantallas para facilitar
penetraciones). Sensu contrario, las desventajas también van a ser
notorias y éstas van a tener que ver con el spacing y con la
reducción, a priori, de las amenazas de tiro exterior. En el
siguiente fotograma se observa tanto la posición favorable de Taj
Gibson (número 22 de Chicago Bulls) para el rebote ofensivo como la
aglomeración de jugadores que se provoca como respuesta a la
penetración de DJ Augustin.
Como si se tratara de un negativo del anterior fotograma, un esquema con cuatro jugadores exteriores y una sola referencia interior convierte, automáticamente, las ventajas de la estructura anterior en deficiencias, y viceversa. Es decir, a la pérdida de poder reboteador se opone la mayor amenaza de tiro exterior y a ello se le une la existencia de más y más anchos canales de penetración. El siguiente fotograma es suficientemente expresivo de todo lo anteriormente mencionado. En él podemos observar cómo la pintura está vacía de defensores, cuyas ayudas habrán de ser necesariamente largas tanto para frenar una posible penetración como para poner un cuerpo delante de la propia continuación del bloqueo.
Los quintetos con doble base, tan exitosos a la vista de los resultados de la investigación, buscan, a priori, maximizar la presencia de talento en cancha. Muchos equipos sacrifican la presencia de su tres, muchas veces un jugador rocoso especialista en la defensa y el rebote y sitúan en pista a un jugador con mejores y más variadas armas ofensivas. Como ya lo apuntamos anteriormente, fue situación habitual en los Cleveland Cavaliers con Jack e Irving, pero también otros equipos probaron alguna vez con esta fórmula (Chicago con Hinrich/Rose, Minnessota con Ricky/Barea, etc.).
En
cualquier caso, por lo que se refiere, al menos, a la elección de la
estructura de quinteto todo se reduce a una toma de decisiones en la
que ninguna de ellas es perfecta. Entrarán en juego elementos como
la filosofía de los entrenadores, las situaciones concretas de
partido, los retos planteados por el oponente y, por supuesto, como
veníamos apuntando, las características intrínsecas de la propia
plantilla. Y es que, de alguna manera y dado que nada puede
garantizar el éxito, quizá lo mejor sea confiarse a una decisión
con la que cada entrenador pueda permitirse convivir en el futuro,
sea cual sea el desenlace.
2.
Pedir o no pedir tiempo muerto. Los datos obtenidos para el
trabajo vienen a indicar que muy pocos entrenadores se atreven a
renunciar a esta opción reglamentaria. Ayuda para que la diferencia
sea tan contundente, como vemos en la ilustración, la propia
normativa de la NBA, al habilitar a los entrenadores para solicitar
tiempo muerto con el balón vivo. Así, si determinadas jugadas no
transcurren por los derroteros previstos aún queda esta última
opción para reestructurar la acción ofensiva y calmar los nervios.
A todo ello hay que unir el hecho de que la petición de tiempo
muerto durante los dos últimos minutos de partido permite trasladar
el balón a la cancha delantera.
Cabría suponer que todas estos beneficios que concede el reglamento, unidos al tiempo que pueden emplear los entrenadores para sacar de entre el libro táctico la mejor opción anotadora, tendrían que aportar resultados abrumadores a favor de la opción de pedir tiempo muerto. Sin embargo, sin dejar de incidir, de nuevo, en lo escaso de la muestra, los datos resultan sorprendentes. Es cierto, sólo ocho jugadas de las analizadas se disputaron sin tiempo muerto previo, pero cuatro de ellas finalizaron con éxito, un 50% que se sitúa por encima del 46,3% que obtuvieron las que se ejecutaron tras un “timeout”.
Sin embargo, a pesar de lo que digan los datos de esta modesta investigación, o de aquella elección de Phil Jackson en un momento de presión extrema, (sexto partido de las finales de la NBA ante la amenaza de un séptimo y decisivo encuentro en el siempre complicado feudo de los Utah Jazz) e incluso contemplando el hecho de que el tiempo muerto lo es también para el equipo rival, creo que es importante, por mucho que se intenten recrear situaciones de este tipo en los entrenamientos, hacer una puesta en común y determinar qué es lo que todos, como equipo, vamos a hacer. Creo que es la elección más sensata y la que deja menores residuos en la conciencia. Es, también, la mía.
3.
La asunción de responsabilidad por parte de la estrella. No hay
liga dentro del baloncesto profesional donde se conozcan tan bien los
roles de los jugadores dentro del equipo como la NBA. Los minutos de
cada jugador e, incluso, el número de tiros asumidos, son aspectos
monitorizados y sobre los que se ejerce un exhaustivo seguimiento que
conduce a una posterior toma de decisiones. Es más, los propios
salarios están estratificados de manera que cada cual sabe qué
puede esperar, también, a modo de protagonismo sobre la cancha. La
estrella, en cualquier caso, no es un ser desconocido. Ni en el
vestuario, ni entre el gran público. Tampoco para el conjunto rival.
Lo
habitual, en cualquier caso, tal y como vienen a confirmar los datos
de la investigación, es que sea este jugador, especialmente dotado
para las labores ofensivas y de liderazgo, el que asuma la
responsabilidad. Para el cómputo de las acciones se tomó como
criterio el que fuera él quien tomara la última decisión, aunque
ésta fuera, a la postre, un pase. Se desvirtúa un tanto, por esto,
el concepto de éxito, pues para evitar caer en mayores
subjetividades, decidí seguir juzgándolo en función del resultado
final de la jugada, considerándolo favorable solamente si ésta
finalizaba en canasta o falta personal, con independencia de que la
acción inicial fuera o no la correcta. Observemos gráficamente
ambos extremos, la frecuencia y su efectividad.
A la vista de los datos parece que la lógica, al menos por esta vez, se impone. Como era de esperar, la solución más eficaz para un equipo pasa por hacerle llegar la bola a su mejor jugador, por mucho que esto haya sido previsto con antelación por parte del entrenador rival. En más de un cincuenta por ciento de las veces la jugada concluyó con canasta o falta personal, es decir, en más de cincuenta posesiones de cada cien, los equipos, en función de una estimación estadística, anotarían bajo este supuesto.
Ahora bien, no basta solo con esto, sino que se hará preciso conformar toda una serie de circunstancias favorables para que este jugador pueda anotar o asistir a sus compañeros. En este punto será fundamental que entre jugador y entrenador exista una comunicación fluida, de tal modo que, en ocasiones, el producto resultante o jugada final terminará siendo el fruto de una conjunción de voluntades.
En la próxima entrada analizaré las tres últimas variables y presentaré, finalmente, el vídeo con en análisis pormenorizado de las jugadas. Os espero.
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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