Parallel ways





Cuando Jermaine Kearse, receptor de los Seattle Seahawks atrapó el balón desde el suelo tras varios rebotes sobre su propio cuerpo y situó la bola a escasas yardas de la “Goal Line” de los New England Patriots pensé que se repitiría el fatal desenlace de las Superbowls de 2008 y 2012, en la que los chicos entrenados por Bill Belichick cedieron en el último momento ante los New York Giants tras sendas jugadas a cada cual más desafortunada. Pero no, una interceptación de un defensor suplente, Malcolm Butler, impidió que la historia se repitiera como tragedia, aunque a los seguidores de los Seahawks el hecho de optar por el pase y renunciar a la carrera cuando la bola descansaba a una yarda escasa del triunfo, les pueda sonar a farsa.



La cuestión es que en dos de los deportes estrella de los Estados Unidos de América del Norte, el football y el baloncesto, los vigentes campeones de las más prestigiosas ligas profesionales, New England Patriots y San Antonio Spurs, representan un modelo de éxito semejante basado en el compromiso colectivo, el sostenimiento de un modelo y la persuasión. Detengámonos en alguno de estos paralelismos.

1. A hombros de gigantes.

Ambas dinastías cambiaron su tradición perdedora con la llegada de dos productos del draft. La lesión de David Robinson en la temporada 1996-1997 posibilitó la sucesión de dos hechos que cambiarían la vida de la franquicia: la destitución de Bob Hill con la consiguiente llegada al banquillo del entonces general manager, Gregg Popovich, y la elección en el número uno del draft de Tim Duncan. En el año 2000, en la sexta ronda del draft y después de 198 elecciones, los New England Patriots seleccionaron a Tom Brady, el graduado con mención honorífica cum laude de la Universidad de Michigan. Otra lesión, la del quarterback titular, Drew Bledsoe, le concedió la alternativa. Era el 23 de septiembre de 2001. Cuatro meses después comandaría un “drive” ganador para darle el primer título de la NFL a su franquicia. Como había hecho Duncan, un par de años antes, en la temporada del Lockout.

Pese a que la vitola con la que llegaron a la liga fue notablemente distinta, su evolución, su estatus como futuras leyendas de sus respectivos deportes y su fidelidad a una franquicia convierten sus historias en cuadros entre los que resulta complicado establecer las diferencias. A sus treinta y ocho y treinta y siete años, Tim Duncan y Tom Brady siguen siendo los pilares de sus equipos, los únicos jugadores de los que no podrían prescindir sus franquicias si aspiran, como lo hacen, a seguir viviendo en las alturas.



2. Oh captain, my captain!

Por sus equipos morirían, como el capitán de los versos de Whitman, si fuera necesario, Bill Belichik y Gregg Popovich, la personificación de dos modelos exitosos, el mejor ejemplo de que el talento no está reñido con la disciplina o el estoicismo. Ambos cuentan con tres títulos de entrenador del año y son las figuras más reconocibles de entre el elenco de entrenadores en sus ligas. Si Belichick se acerca peligrosamente a la edad de jubilación, Popovich, si por el sistema fuera, ya debería estar tumbado en una hamaca con vistas al Pacífico con un collar de flores anudado en torno al cuello. A sus sesenta y tantos, ambos entrenadores han sabido acomodar los múltiples avatares a los que se han enfrentado en unas categorías mentales ideadas desde su genuina e inimitable inteligencia para lo táctico, lo logístico y lo humano. De la mezcla entre racionalismo y empirismo surgió un saber erudito por el que los de aquí abajo sólo podemos sentir una profunda admiración (y algo de envidia).

3. La persistencia de la memoria.

Para tratar de unir los trozos del puzzle que vienen construyendo estas dos dinastías a lo largo de más de quince años será necesario un cualificado ejercicio de memoria. Era un niño que jugaba a las canicas cuando obtuvieron su primer título y ahora me duele la espalda cuando me siento a escribir sobre sus gestas y no encuentro las palabras. Sin duda, para alcanzar este logro tuvieron que echar mano de la máxima lampedusiana expresada en la brillante novela El Gatopardo. Ya saben, correr y correr para seguir en el mismo sitio. Bueno, correr con sentido e inspirados por las derrotas dolorosas que se cruzaron en el camino. Correr y transformar cada embate del azar en una oportunidad para regresar más fuerte. Porque, aunque quizá lo nieguen, cuando las fuerzas flaqueban y el reloj biológico empezaba a suponer un desafío, la venganza ha actuado como motor supletorio. Sólo gracias a un uso cauteloso del rencor y a un espíritu competitivo casi enfermizo se puede sobrevivir en la élite, sin necesidad de pasar por deshonrosas reconstrucciones, a lo largo de tanto tiempo.

4. La inteligencia es el cuestionamiento del método.

Tomo las palabras del filosofo hindú Krishnamurti para poner de relieve la importancia misma del método. Afirmando que la inteligencia radica en su cuestionamiento se afirma también la necesidad de su existencia. Y en esto Belichick y Popovich, Patriots y Spurs, pueden presumir de haber navegado siempre con rumbo, provistos de los portulanos y las cartas necesarias para no perderse en las revueltas aguas del deporte profesional. Pero sí, coincido con el escritor cuando dice que la inteligencia reside en la revisión de dicho método, en la flexibilidad a la hora de aplicar las premisas. Sólo así han podido ajustar a las necesidades de cada momento los siguientes principios:

A. Un buen equipo se forma con buenas personas. Sin duda, la clave de ambas franquicias ha pasado por reclutar siempre a jugadores generosos, capaces de liderar sin imponerse o de aceptar el rol que les ha tocado asumir.

B. La dinámica está por encima de los jugadores. Un buen funcionamiento del conjunto hace mejores a los individuos. No sorprende, así, que jugadores secundarios o conflictivos, repudiados por otros entrenadores y equipos, hayan podido brillar en el seno de Spurs o Patriots.

C. Tan jóvenes y tan viejos, like a rolling stone. Popovich y Belichick han apostado siempre por plantillas bien construidas, con los condimentos de sabor intenso como base del guiso, pero rodeados de aditivos de la nouvelle cuisine para no resultar repetitivos. Spurs y Patriots son la receta ideal, ese plato que aparece año tras año en la carta, pero que nunca nos sabe igual. Esa, que es nuestra bendición como aficionados, es el principal quebradero de cabeza de sus oponentes. Todo el mundo conoce sus puntos fuertes y su filosofía, pero no cuándo y cómo les van a sorprender.

Benditos sean Spurs y Patriots, sagradas sean sus moradas en Texas y Massachussets, lugares obligados de peregrinación para los paganos aficionados del deporte en este siglo XXI. Sí, mirando el mapa parece que están muy lejos, pero no, hasta su esencia se llega por rutas que discurren en paralelo y muy próximas entre sí. 


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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