Las guerrillas y la modernidad





Mira que hacían fuerza sobre sus hombros aquellos fornidos hombres tratando de enterrarlo en el fondo del océano. Mira que fueron ingeniosas las trampas situadas en el camino, y furibundas las críticas aprovechando la menor ocasión. Pero otra vez logró salir a la superficie para tomar aire. Y de nuevo sorteó, no sabemos si por talento o azar, todos aquellos cepos. Y, bueno, los críticos callaron, pero todos sabemos, que solo para recargar sus niveles de inquina. Pero ya no sufre Pablo Laso por sus desafueros. Solo subsiste.

Que es lo que lleva haciendo desde que en verano su situación de “eterno cuestionado” evolucionara a la de “trabajador en precario” tras la destitución de sus dos ayudantes, Hugo López y Jota Cuspinera. Si antes era ensalzado por elevar el juego del Madrid a cotas desconocidas en Europa, ahora todas sus teorías son reducidas al absurdo y refutadas. Si el equipo juega bien le recuerdan que los equipos que juegan a muchos puntos no ganan. Si el equipo juega a un ritmo de menos posesiones, le aconsejan que recupere la vieja senda del espectáculo, no sea que el público se aburra. En fin, creo que Pablo Laso, gracias a la esquizofrenia del entorno, ya hace lo que le da la puta gana. Total, le va a dar igual.

El Real Madrid demostró anoche que puede jugar en el barro. Tras una primera parte de tanteo en la que ninguno de los dos equipos defendió demasiado, los dos últimos cuartos se plantearon como una guerra de guerrillas de la que el Madrid no renegó. Cómo negarse si este año cuenta en plantilla con una larga nómina de partisanos que parecen recién llegados de Chiapas, la selva colombiana o las sierras peninsulares. Sobre ellos, sobre sus méritos no siempre visibles y su lucha casi infatigable reposó la clave del triunfo. Sobre Nocioni, Ayón, Slaughter, Felipe y, por supuesto, Rudy. Sí, Rudy, un guerrillero heterodoxo, si así lo quieren, pero más hábil y diestro que ninguno en la ardua labor de insertarse en las tropas enemigas e ir minando poco a poco su moral.

Porque el Barça, de entre los dos, era la “Grande Armée”, el ejército poderoso de innumerables recursos. Pero solo apareció Tomic, especialmente motivado contra un Madrid que lo desechó por blando. Solo Tomic y más bien por iniciativa propia, dominando las suertes del rebote y el barrido de balones. Apenas le ayudó un poco Oleson, pero la verdad es que tampoco Xavi Pascual supo aprovechar la profundidad de su plantilla. Muchos de sus hombres murieron en el Vietnam en que derivó el encuentro sin haber podido, tan siquiera, sacar su fusil. Al parecer el tema escoció en el vestuario y Marcelinho Huertas quiso ejercer de portavoz. Pero, para bien o para mal, Xavi Pascual cuenta con todo lo que carece Laso: el apoyo de la institución y el respaldo de la prensa. Quizá por eso envidia a Laso. Él no puede hacer lo que le da la gana.

Ganó el Madrid la copa el día después de que se cumplieran quince años de la muerte de Antonio Díaz Miguel. Y hablando de entrenadores, hacerlo de Antonio es hacerlo de un pionero, de un adelantado a su tiempo que, quizá por ello, no siempre fue bien recibido en su país. A él le debemos, además de su alícuota parte sobre la plata de los Juegos de 1984, la invención de la luz, luz como símbolo de modernidad venido de América para alumbrar Europa en cuestiones tácticas y de preparación física.

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ENHORABUENA AL REAL MADRID. UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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