Donde el corazón nos lleve





Sentado, pudiera parecer que impasible. Cómodamente instalado dentro del traje oficial de USA Basketball y sobre unos lustrosos zapatos. Así conocí a Mike Krzyzewski durante mi visita a Bilbao para la celebración del segundo partido de la fase de grupos del pasado Mundial entre Turquía y Estados Unidos. Coach K ha sido siempre toda una referencia, no en vano el programa baloncestístico de Duke, el más exitoso del país en el conjunto de las tres últimas décadas, lleva su intransferible sello personal. Sin embargo, liderando una selección de perfil bajo sobre la que se cernía la sombra de la duda y la sospecha, el licenciado de la West Point Academy, volvió a mostrar todas sus cualidades como gestor de grupos, educador y, en definitiva, padre espiritual de una colectividad, de esa familia en que se convierte un equipo de baloncesto cuando entre sus miembros los lazos se tornan estrechos e irrompibles.

Aquel día simplemente lo observé desde la grada de enfrente. Hoy, gracias a la lectura de su libro, Leading with the heart, inestimable regalo de mi hermano, siento que estoy un poco más cerca de él, de ese chico de Chicago que, como él mismo confiesa, organizaba a los chicos del barrio para jugar al béisbol en la calle. De su instinto e inteligencia para captar cada mensaje que la vida le lanzaba a modo de adagios paterno-filiales, enseñanzas callejeras o lemas castrenses surgió una personalidad incorruptible y al mismo tiempo flexible que encontró en la enseñanza del baloncesto su destino. Un destino que es, en realidad, un camino. Un camino salpicado de temporadas, ese lapso con el que los entrenadores organizamos nuestras agendas. Temporadas que debemos afrontar, así nos lo enseña Coach K, como si fueran toda una vida.

En ese camino hubo derrotas que lo hicieron más fuerte y, por desgracia, se quedaron también algunos amigos, como Jim Valvano, al que acompañó hasta su último aliento. También su madre, a la que siempre recuerda y rinde pleitesía. Con él, por suerte, siguen viajando su mujer, sus tres hijas y su hermano, el más apasionado de todos, como reza la dedicatoria. Con él, además, porque cree que así debe ser, caminan también todos los que fueron sus ayudantes, todos los que algún día formaron parte de la comunidad de Duke en Durham y, por supuesto, todos los que algún día, aunque fuera durante unos segundos, le llamaron, honrando al propio sustantivo, entrenador.

Aunque el libro, por vano orgullo personal, está llamado a formar parte imperecedera de mi biblioteca personal allá donde se emplace en un futuro próximo, hoy se encuentra disponible para todos aquellos que, siendo entrenadores o no, deseen conocer mejor los operadores que le han permitido alcanzar a Mike Krzyzewski sus estándares de excelencia. Entre ellos, y por encima de todos, tal y como avanza el título, mucho corazón.

Éstos son alguno de los párrafos que he rescatado:

Las personas necesitan que les den libertad para mostrar el corazón que poseen. Es responsabilidad de un líder dotarles de esta libertad. Y eso se puede conseguir estrechando las relaciones. Si un equipo es una verdadera familia, sus miembros querrán mostrarte sus almas.

Algunas personas piensan que disciplina es una palabra fea. Pero no debería serlo. Todo lo que significa es hacer lo que estás llamado a hacer de la mejor manera posible en el momento debido. Y eso no está mal.

Hay cinco cualidades fundamentales que hacen de cada equipo grande: comunicación, confianza, responsabilidad colectiva, cuidado mutuo y orgullo. Me gusta pensar que cada uno de ellos como uno de los dedos de un puño. Cada uno de ellos, individualmente, es importante. Pero todos juntos son imbatibles.

Si pones una planta en un jarrón tomará la forma del jarrón. Pero si permites que la planta crezca con libertad, veinte jarrones no serán suficientes para sustentarla. La libertad para crecer personalmente, la libertad para cometer errores y aprender de ellos, la libertad para trabajar duro y ser uno mismo. Todo ello lo debe garantizar un buen líder.

Quiero que cada uno de los jugadores de Duke sepan que nuestra relación va a estar siempre ahí, que los amigos no desaparecen una vez culmina el camino. La amistad es una cuestión del alma. Y todos mis amigos permanecen siempre en mi corazón. Siempre.

El aprendizaje continuo es una de las claves del liderazgo porque nadie puede saberlo todo. En el ejercicio del liderazgo las cosas cambian. Los sucesos cambian, las circunstancias cambian, la gente cambia. Como los hechos demuestran, en el liderazgo todo tiene que ver con el cambio. Los lideres conducen a su gente hacia lugares en los que nunca han estado. Porque los líderes están siempre encontrando nuevas situaciones, tienen que aprender cómo reunirse con los nuevos retos, adaptarse, confrontar, dominar la situación, ganar. El trabajo de un líder es cambiante. Es como un anillo. No tiene fin. El liderazgo nunca se detiene.

Si la única razón por la que yo entrenara fuera ganar partidos de baloncesto mi vida sería bastante miserable. Entreno sólo porque amo este deporte y porque así tengo la oportunidad de enseñar e interactuar con gente joven.

Los miembros de tu equipo necesitan poder mirarse a través de tus ojos. Sólo así podrán ver quiénes son, no quienes ellos creen que son.

Cuando nuestro objetivo es intentar hacer lo mejor de nosotros mismos, cuando nuestro foco se centra en la preparación, el sacrificio y el esfuerzo en vez de en números en el marcador, entonces, nunca perdemos.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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