Que
la vida es una sucesión de dilemas me lo ha venido a recordar el
lúgubre paisaje de la estación de autobuses en la que me hallo y
que rápidamente he asociado con una de las secuencias iniciales de
una de las películas de mi vida, el Buscavidas. En un andén como
éste, lugar de paso para las almas errantes, Eddie Felson, trilero
del billar, borracho, arruinado y fracasado, se enamora de una chica
desprovista de pasado y de futuro junto con la que va a vivir una
lujuriosa bacanal que culminará en un trágico desenlace. No, antes
de que se lo imaginen, el luctuoso final no fue una disposición del destino. Fue una
consecuencia directa, aunque no inevitable, de sus elecciones (y si
no han visto la película, ¿a qué están esperando?).
Atendiendo
al buen recibimiento que tuvo la primera edición de los dilemas e
intentando que los supuestos que me inspire esta triste localización
den aún más de sí que los anteriores, dejo aquí mis propuestas
con el ánimo de establecer el debate y dar que pensar (lo siento).
Dilema
V. Límites en la explotación del mal ajeno. Te enteras
por la prensa (niveles profesionales) o por habladurías (niveles de
aficionado) que el mejor jugador rival padece intensos dolores en la
cara externa de la rodilla derecha como consecuencia de un golpe
recibido en el partido anterior. Cuando está caliente apenas nota el
dolor, pero en cambio, si lo golpean, no lo puede resistir. ¿Informas
a tus jugadores de este hecho y aconsejas que de vez en cuando
fuercen algún contacto con la rodilla de su oponente? ¿Evitas
mencionar este hecho y actúas como si no lo conocieras? ¿Hasta qué
punto se pueden explotar las debilidades del rival? ¿Acaso no tratas
de alterar el equilibrio anímico de los jugadores que son débiles
mentalmente? ¿Hay diferencias entre explotar una debilidad asociada
a una lesión física y hacerlo sobre un punto débil de origen
psicológico? ¿Acaso no es este un problema del entrenador del
equipo contrario? Si le duele que no lo alinee, ¿o no es así?
Dilema
VI. La naturaleza de los medios empleados. Un amigo tuyo,
colega de profesión, ha grabado sin consentimiento expreso la última
sesión preparatoria de tu rival en la final del campeonato
autonómico en la que, con toda seguridad, han incluido recursos
tácticos destinados a frenar tus armas ofensivas, amén de algún
sistema nuevo que no has podido observar en el scouting que ya has
realizado visionando partidos anteriores. ¿Haces uso de esa
información a pesar de que podría calificarse como confidencial y
pese a que ha sido obtenida sin consentimiento expreso o tácito por
parte del entrenador rival? ¿Todo vale en el camino hacia la
victoria? ¿Qué mal puede causar tu acción si nadie tiene por qué
enterarse? ¿Qué haría el entrenador rival en tu posición?
Seguramente lo vería, ¿verdad? Entonces, ¿por qué tú no? ¿Acaso
no te exigen los jugadores, el resto del cuerpo técnico y los
aficionados (padres y familiares) que hagas todo lo que esté en tu
mano para sacar adelante el partido?
Dilema
VII. Ejercer presión sobre terceros. El día antes del
partido tienes conocimiento de la designación arbitral y te percatas
de la presencia de un colegiado jovencito y con poca experiencia al
que entrenaste en el pasado y que te guarda un infinito respeto (esto
pasa mucho en provincias). Es su primer partido en la categoría y,
aunque acude acompañado por un árbitro veterano que actuará como
guía en su estreno, cuentas con poder sacar un par de decisiones a
favor de tu equipo simplemente por lo intimidatorio de tu presencia y
por la presión verbal que planeas ejercer sobre él (sobre todo
cuando el árbitro principal esté cubriendo la zona más alejada del
banquillo). Como antiguo entrenador del chico, ¿no debes sentirte
responsabilizado todavía, a pesar de que ya han pasado unos años
desde que lo entrenaste, con su formación y desarrollo personal y,
por eso mismo, ayudarle a empezar con buen pie en la nueva categoría?
¿Hasta qué punto es legítimo utilizar la presión sobre los
árbitros? ¿Acaso no nos gusta a todos ejercer nuestro trabajo en un
ambiente de seguridad y tranquilidad? Pero, por otro lado, ¿no
tenemos acaso presión todos los actores que formamos parte de una
competición? Y sin embargo, ¿cómo ejercer con rigor la justicia si
en su impartición median pulsiones tan humanas como incompatibles
con el buen juicio como el ascendente de un viejo entrenador o,
incluso, la amistad que os puede llegar a unir?
Pues
bien, eso fue todo desde la estación. Espero que sigan reflexionando
y valorando todas las posibilidades desde las diferentes perspectivas que
la realidad del baloncesto nos ofrece.
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2 comentarios:
Ya sólo que se reflexione sobre estas cuestiones da buena idea de muchas de las respuestas. Los que ni siquiera se las plantean suelen obrar con todas las posibilidades que les da la realidad.
Desde mi punto de vista, en el deporte profesional de ultraélite podría entenderse que alguien se planteara seriamente utilizar estos métodos (y de hecho algunos se usan con frecuencia) pero en deporte de formación no profesional anteponer los fines a la moralidad de los medios me parece (aún más) una auténtica barbaridad.
Una vez más entro al trapo y me mojo.
Para mí está claro en todos los casos: NO.
Creo que cada uno debe hacer su trabajo, no condicionarse por lo que hagan los demás y aplicar la misma ética, moral y honradez a todos sus actos.
De este modo, jamás mandaría golpear a un jugador rival herido. Se trabaja durante el año un estilo de juego, unos valores y un sistema que nunca se debe alterar por esas cosas. Obviamente si hay alguna superioridad de talento, tamaño, velocidad, etc. Se aprovechará, pero siempre dentro de lo moral. Al igual que se busca sacar faltas a un jugador.
Mi experiencia me dice que sobre lo del vídeo, lo mejor es seguir trabajando en tu propio sistema y en tu propio equipo. Muchas veces observas vídeos y cuando estás seguro de recibir defensa zonal, te plantan una individual, porque cada partido es una historia diferente, es orgánico, va cambiando y si tienen un buen entrenador, es impredecible. Por tanto más vale que tengas a tu equipo con las ideas claras de como quieres atacar y defender en base a lo trabajado y te olvides de "trucos" o "trampas" porque de nada sirven.
Finalmente de los árbitros.... Bueno uno siempre ha de creer y desear la profesionalidad de los árbitros (en categorías inferiores más aún, ya que ellos SÍ cobran por hacer un trabajo y tú no, por tanto es SU responsabilidad ser justos y correctos). Igualmente, por valores, mi mensaje para mi equipo siempre es el mismo. Reconoce las faltas, conversa tranquilamente cuando sea necesario (difícil con algunos árbitros, que directamente se te encaran cuando preguntas algo, actitud ABSOLUTAMENTE INACEPTABLE), y recuerda que las acciones no se re-arbitran así que de nada sirve llorar. Sí que he vivido casos como el expuesto en el que algún entrenador se ha aprovechado de esa situación, pero allá cada uno (entrenador y árbitro) y su conciencia. Hay que inculcar valores y de hecho siempre le digo a algunos árbitros que conozco que me piten justamente, y si eso incluye pitarme una técnica a mi o a mis jugadores que lo hagan porque tener una ventaja arbitral para mi es una derrota y prefiero dormir tranquilo que tener un trofeo más.
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