Numerosos
filósofos y pedagogos se han servido, a lo largo de la historia, de
la formulación de dilemas para enseñar o demostrar sus teorías y,
más aún, para hacernos pensar antes de tomar decisiones y reflexionar sobre
nuestras acciones y sus consecuencias. Es famoso el dilema que
propusieron en su día Philippa Foot y Judith Jarvis Thompson en el
que un tranvía fuera de control avanza rumbo a la situación de
cinco personas que se encuentran amarradas a los raíles y a las que
podemos salvar moviendo una palanca y forzando un cambio de agujas
que desviaría la máquina hacia donde "sólo" se encuentra atada una
persona. La mayor parte de los sujetos, aplicando una ética
utilitarista contestó que sí tomaría esa decisión, pero su
respuesta cambió cuando, en un supuesto parecido, la única forma de
salvar la vida de esos cinco individuos pasaba por empujar a un
hombre a las vías para obstruir la circulación del tranvía. Esto
ya no les parecía correcto.
Pues
bien, los entrenadores estamos constantemente tomando decisiones,
quizá no tan trascendentes, pero que ponen en juego numerosos
principios morales y maneras de entender la educación, la
competición y el deporte. Sin embargo, curiosamente, en todo el
proceso “académico”, a lo largo de los tres cursos de formación
obligatorios que hacen falta para llegar a ser entrenador superior de
baloncesto y poder, así, dirigir a cualquier equipo federado en
España, apenas se hace hincapié en los aspectos deontológicos de
nuestra actividad. Esta omisión, deliberada o no, debería ser
corregida en los planes de estudio porque, de lo contrario, el
mensaje que se lanza pudiera parecer perverso. ¿O es que todo vale
en el camino hacia la victoria?
Dilema
1. ¿El deporte, el equipo y la figura de un entrenador pueden o
deben rebasar los límites de su propia actividad y convertirse en
elementos moralizantes? ¿Puede la vida personal de uno de los
integrantes del equipo afectar a la toma de decisiones de un
entrenador, orientada en principio al logro de la mayor eficiencia grupal?
Por
fuentes secundarias te enteras de que el mejor jugador de tu equipo
se ha visto envuelto en una pelea callejera en la que ha exhibido y
empleado, aunque sin éxito (por fortuna), un arma blanca. Cuando tú
le preguntas, en general, por su vida personal, si está todo bien y
conforme, él asegura que sí, que nunca estuvo mejor. Aun así,
confirmas por otros medios la evidencia del episodio y te planteas no
alinearlo en el siguiente partido, un encuentro importante para el
devenir de la clasificación. ¿Debe pagar el equipo un error privado
de uno de sus miembros? ¿Se conseguirá el efecto “educativo” a
través del castigo que supone impedirle jugar? ¿Cómo gestionar una
información que no obtienes de primera mano y que, en cierto modo,
es confidencial?
Dilema
2. El conjunto o los individuos. Utilitarismo y deontologismo en la
toma de decisiones a la hora de repartir los minutos en categorías
de formación.
Miguel
juega unos doce minutos por partido. Es uno de los chicos más
trabajadores y progresa rápidamente. Sin embargo, su frágil moral y
escasa autoestima, le impiden rendir al nivel al que entrena durante
los partidos. En el encuentro del fin de semana comete dos errores
consecutivos en el pase que cuestan cuatro puntos al contraataque y
que hacen que la ventaja se reduzca a solo cinco puntos a falta de
ocho minutos de partido. El instinto, y un poco de ira, te incitan a
sentarlo en el banquillo. Temes que su presencia haga peligrar el
resultado, aunque lo previsto era tenerlo en pista tres minutos más.
Normalmente no castigas los errores de ejecución pues forman parte
del proceso de aprendizaje, pero, ¿y si perdéis? ¿Cómo vas a
mirar al resto de jugadores? ¿No es mejor que se siente, respire
tranquilo y evitar así que sus compañeros se enfaden con él? ¿O
debes infundirle confianza y exigirle a los demás lo mismo, que
crean en él y lo apoyen?
Dilema
3. El resultado y la formación no siempre caminan de la mano.
¿Pájaro en mano o ciento volando?
Tu
equipo de categoría cadete afronta el último mes de competición
con posibilidades reales de acceder al campeonato de España. El
rendimiento ha sido superior al esperado y la planificación, trazada
con esmero durante el verano, está dando sus frutos. En ella tuviste
presente, ante todo, la formación del jugador con vistas al futuro.
Tus chicos no dejan de tener quince o dieciséis años y mucho que
aprender aún para poder competir algún día a su máximo nivel, sea
cual sea éste. Llevas toda la temporada centrándote en detalles
técnicos ofensivos y defensivos y en la construcción de un juego
libre que pone el foco en la iniciativa del jugador y en la
explotación de su talento. Hasta ahora no te has planteado
incorporar trampas defensivas ni jugadas que faciliten la labor
ofensiva de tus jugadores. Todo lo basas en la obtención y
mantenimiento de la ventaja a partir del uno contra uno, aunque
tienes dudas de si ése es el camino correcto teniendo en cuenta que,
en niveles profesionales, donde esperas que algún día llegue
alguno, aunque sea uno, de tus jugadores, se abusa de sistemas
cerrados. Desde luego te sería útil e interesante incorporar un
pequeño sistema con bloqueos y, tal vez, una defensa zonal para
competir en este último mes. Y bueno, al fin y al cabo, también es
bueno que vayan viendo lo que se van a encontrar algún día. A lo
mejor fuiste demasiado tajante a la hora de planificar. Y bueno, tal
vez no sea posible que lleguen a ser profesionales. “No nos hará
mal”, piensas, “aumentar nuestras opciones de jugar un
campeonato de España, lo que no deja de ser una experiencia única”.
¿Ganar ahora o formar para luego sin la certeza de que exista un
después? ¿Deben ser flexibles los principios metodológicos que
forman parte de la idiosincrasia del entrenador? ¿Es el uso de la
táctica un recurso lícito, en términos éticos, para incrementar
las opciones de victoria en categorías de formación? ¿Es la
teoría que afirma que hemos de educar en lo táctico, un subterfugio
para tratar de obtener mejores resultados ahora dado que luego es
imposible saber lo que ocurrirá?
Así
quedan formulados los dilemas y sus preguntas adyacentes. No esperen
de mi parte una repuesta pues dudas son todo lo que tengo.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
1 comentarios:
Dudas de lo más razonable. El basket y la vida son así. Por si puedo arrojar algo de luz y lejos de dar una respuesta, aquí va mi humilde opinión al respecto.
1- Sin duda, es un desagradable incidente que debe corregirse. Pero por el modo en que te ha llegado la información, creo que lo correcto es alinear al jugador, ganar el partido y en privado hablar con el jugador, esperando su punto de vista y haciéndole entender que ese tipo de conductas fuera de la pista, no se admitirán en el equipo o será expulsado, ofreciendo siempre una salida que le permita corregir su comportamiento en adelante. Pues todos nos equivocamos en la vida y las situaciones personales son complicadas.
2- Esta para mi es la realmente difícil pues depende del jugador. Cada entrenador conoce a sus jugadores y sabes si será capaz de reponerse y seguir con el apoyo (no negociable) de todo el equipo, o si es de los que se hunde y no levanta cabeza, en cuyo caso deberás sentarlo unos segundos y animarlo tú de forma individual para, quizás volver a contar con él minutos después. En cualquier caso, tu decisión, no es cuestionable, el entrenador es (supuestamente) la mente más fría y preparada, y el que tiene las responsabilidades (acertadas o no) de decisión por lo que no sería de recibo ninguna mala cara de ningún jugador por una u otra decisión. Tras el partido, llegará el análisis y se verá si la decisión fue realmente mala o no, en cuyo caso deberás asumir y aprender de tu error.
3- En este caso lo tengo realmente claro. Mi filosofía es que TODO es aprendizaje, aspirar a lo máximo alimenta la competitividad, el ánimo de superación y el trabajo en equipo, de modo que yo haría lo necesario para ganar. La experiencia de ganar partidos y poder pasar a la selección sin duda será enriquecedora e ilusionante. Además si lo intentáis pero no lo conseguís, el viaje habrá sido igualmente enriquecedor e ilusionante. Nadie conoce el futuro, si ningún jugador acaba explotando en promesa del basket, no pasa nada, habrán ganado el viaje y el respeto del juego, el equipo y su entrenador. No hay nada más triste que ver un entrenador que no aspira a lo máximo de su equipo. Tienes que creer en tu proyecto, y creer significa creer que pueden aprender un sistema, una zona y ganar con ello. Sin saturar, pues están en formación, ahí ya llega la virtud de la mesura de un entrenador y el ajuste a su plantilla.
Un abrazo y perdón por el tostón, entro al trapo con todo jajajaja
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