Si
tuviera que definir con una palabra la carrera de Kobe Bryant sería
respeto. Su amor por el juego es la de una generación de jugadores
que afronta su ocaso. Su perseverancia, la de alguien que concibe la
lucha como un elemento más de la vida. Sólo así ha logrado superar
con éxito sus últimas lesiones de rodilla y tendón de aquiles con
la treintena ya bien avanzada pudiendo, de esta manera, batir durante
la pasada madrugada la marca de puntos que fijara en su momento
Michael Jordan.
Su
llegada a la liga directamente desde el instituto nos hizo pensar que
su retirada de la primera plana sería también temprana. La élite
es fatigosa, casi extenuante. Numerosos proyectos de estrella se
quedaron en el camino y otros, acuciados por las lesiones o por la
pérdida de motivación, renunciaron al estrellato de forma natural,
como ese fruto que abandona la rama por el peso de la gravedad. Pero
hay mucho en Kobe de su ídolo, Michael. Por ejemplo el enfermizo deseo
de perdurar, de postergar un legado inimitable o que, al menos, exija
a los que vendrán, porque es ley de vida que sigan viniendo, el
mismo nivel de pasión y resiliencia para igualarlo. También otras muchas virtudes
en forma de fintas, tiros en suspensión a la media vuelta o
vertiginosos rectificados en el aire que ponen en duda los axiomas de
la vieja ciencia.
Puede
que las comparaciones sean odiosas, pero Kobe las ha forzado cada día
a pesar de que, en dicha comparación, pierde. Pierde, sí, sin
medias tintas. Porque con Jordan cualquiera tiene las de perder,
tanto si utilizamos como baremo reconocimientos individuales o
magnitudes más complejas que hagan referencia a diferentes
parámetros del juego. Kobe habrá metido más puntos en la NBA, pero
ha conquistado muchos menos corazones que el eterno 23 de los Bulls.
Si Bryant personificara un rol literario este sería, sin duda
alguna, el del antagonista, el de un villano al que, aun siendo
posible amarle, muchos terminan aborreciendo por su afán irracional
de eclipsar al héroe. Porque en esto siempre se ha equivocado la
estrella de los Lakers, cuyo ascendiente sobre la liga siempre estuvo
ligado a esa lucha denodada por superar los “milestones” del
mayor icono de la historia de su deporte.
Personalmente,
admiro la variedad de recursos de Kobe, su competitividad y su
disciplina estoica, pero no su concepción del juego. Para Kobe, como
para el primer Jordan, el equipo sólo es un instrumento para
conseguir sus propios fines. Siendo el tercer máximo anotador de
todos los tiempos, es también el primero, aunque no existan estadísticas oficiales, en tiros forzados y
situaciones mal gestionadas. La última, por poner un ejemplo, su
obstinación a la hora de cobrar más de veinte millones de dólares
por temporada impidiendo cualquier opción económicamente viable de
forjar un equipo ganador al que conducir a un sexto anillo.
Sólo
un último dato para desechar las ensoñaciones de los creyentes.
Mientras Jordan gobernó con puño de hierro la liga impidiendo a los
mejores jugadores de su generación -- Karl Malone, Charles Barkley o
Pat Ewing entre otros– probar el sabor de la gloria (sólo Hakeem
Olajuwon pudo aprovechar su retirada temporal de las pistas), Kobe no
tuvo más remedio que ser justo y dadivoso con los Nowitzki, Pierce,
Garnett, Wade, Lebron y compañía. En realidad, no está claro si el
dadivoso fue Kobe, o si lo fueron los Spurs, la verdadera dinastía
del siglo XXI. Así, siendo discutible el galardón de indiscutible
número uno de su tiempo, queda claro que volver a mezclar su nombre
con el de Jordan implica perder el tiempo.
No
así el darle las gracias por tantas madrugadas de fino estilismo, de
arte en movimiento y emociones difíciles de contener. Muchas gracias
Kobe por transmitir tanta verdad. No hay nadie en el mundo que no
pueda sentir por ti, por tu obsesión por el juego y por tu
honestidad, un infinito RESPETO.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
1 comentarios:
Totalmente de acuerdo. Respeto por uno de los grandes, quizás no tanto como se ha pretendido, pero para mi por encima de LeBron y muy por debajo de Jordan, sobre todo en su defensa y concepción del juego como comentas. Jordan siempre fue más inteligente y capaz de adaptarse a cada situación, mientras que Kobe siempre ha intentado solucionar las cosas tirando más y más, tal y como decía Phil Jackson.
En cualquier caso, alguien que ha ganado 5 anillos y todo el dinero del mundo, solo puede volver a jugar con esa intensidad tras una lesión de Aquiles por pasión y amor a este juego, y eso es lo que nos inspira a todos, lo que le inspiró a él de MJ. Y eso merece respeto.
Por eso, disfrutemos de los 2 años que le quedan de contrato, porque no habrá otro Kobe, como nunca ha habido otro MJ.
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