Con
el cereal cosechado y tras meses de duro trabajo toca recogerse,
darse un buen convite y dar las gracias a Dios por los frutos de la
tierra. Bajo esta premisa, allá por 1621, nació en Estados Unidos
la celebración del Día de Acción de Gracias. Desde entonces, el
cuarto jueves de noviembre un pavo se reúne en torno a una familia
–¿o es al revés?– estadounidense.
Aprovechando
la coyuntura y dado que la bolsa de mi inspiración se halla en
mínimos históricos me dije: “aprovechemos para dar las gracias”.
Porque aunque los brotes verdes amarillearon hace tiempo siempre es
una buena ocasión para mostrar gratitud y reconocimiento por el
deporte que nos hace felices. Lo haré siete veces, número
cabalístico por excelencia, y los motivos serán personales e
instransferibles, aunque espero que podáis identificaros con
algunos.
1.
Gracias John Naismith por abandonar Escocia en busca de un oficio, o
un pedazo de tierra, al otro lado del océano. Lamento que su vida
terminara demasiado pronto a costa de unas fiebres tifoideas. Gracias
Margaret, por aceptar la humilde propuesta de matrimonio de John y
dar a luz a Annie, James y Robert. Siento, también, su temprana
muerte. Gracias, por supuesto, James, por tu perseverancia a la hora
de promocionar en la escuela, a pesar de las horas invertidas en la
granja de tu tío y, por supuesto, por la creatividad con la que
afrontaste cada nuevo reto, la misma que te permitió darle un nuevo
uso a una simple cesta de melocotones. Gracias, finalmente, por la
sensibilidad que demostraste en la redacción de cada una de las
normas del reglamento original. Sólo así pudiste concebir un
deporte basado en el talento, sin margen para la violencia ni para la
trampa. Y es que el balón, como bien dejaste por escrito, puede ser
lanzado en cualquier dirección con una o ambas manos, pero nunca con
el puño.
2.
Gracias Danny Biasone, fundador de los Nationals de Syracuse. No por
esto, que también, sino por tu espíritu emprendedor y visionario y
por tus vastos conocimientos matemáticos. Gracias por saber
interpretar los abucheos del público y el silencio de los asientos
vacíos. Gracias por comprender que el 75-73 entre Indiana y
Rochester no era un resultado digno tras 78 minutos de juego y seis
prórrogas. Gracias por realizar un cálculo que partía de una
estimación ideal de puntos, que a su vez condujo a una estimación
ideal del número de tiros y, a su vez, a la contabilización del
número de segundos de los que podría servirse cada equipo para
realizar un tiro. Gracias Danny, en definitiva, por el reloj de
posesión.
3.
Gracias Chuck Cooper, Nat Clifton, Harry Lew. Gracias por ser los
primeros. Gracias también a todos aquellos que superaron los
prejuicios y se desprendieron de la venda que les impedía ver que,
efectivamente, erais tan humanos como el resto, solo que negros. Uno
de ellos fue, claro, Red Auerbach, un inmigrante más en esa tierra
de todos que algunos quisieron privatizar en base a no sé qué ley
natural. Gracias Chuck, Nat, Harry, por salvar las reticencias
iniciales, por superar el esperpento de sentaros en asientos
distintos, comer en fondas para negros e ir a baños ideados
genuinamente para vosotros. No fue ningún privilegio ser segregados
por una condición innata, pero enseguida os disteis cuenta de que la
vergüenza no la debiáis pasar vosotros, sino el resto, esa sociedad
podrida y puritana que no entendió el mensaje de aquél al que cada
domingo oraban y adulaban. Gracias, además, porque sin vosotros,
benditos negros descendientes de esclavos maltratados, este juego
sería infinitamente más aburrido.
4.
Gracias a William Rangland y a su pandilla de matones por no acertar
con ninguno de los órganos vitales de Paul Pierce en la noche del 24
de septiembre de 2000 en la que éste recibió once puñaladas en el
Buzz, un local de fiesta en Boston. El alero de los Celtics, su juego
de inconfundible aroma callejero y la pasión que demostró en
defensa de la causa céltica, fueron algunas de las razones por las
que empecé a amar el baloncesto años más tarde. Sin él vivo, y
alguna de las trayectorias asesinas estuvo a punto de ser mortal, no
existirían ni este blog ni estas letras. Ni quien las escribe, al
menos tal y como es ahora.
5.
Gracias a la conjunción de astros interplanetarios que debió de
ocurrir, aunque no exista constancia, el 17 de febrero de 1963.
Gracias a cada uno de los tutores y entrenadores y a todas y cada una
de las circunstancias que se sucedieron desde esa fecha hasta la
llegada de Michael Jordan a nuestras casas. Gracias a la televisión
por permitirnos comprobar cómo vestía, andaba, jugaba y volaba el
dios del baloncesto. Gracias a Internet y a la generosidad de sus
usuarios por permitirnos conservar un archivo amplio con sus mejores
partidos y jugadas. Gracias Michael, por existir.
6.
Gracias Red. Gracias Pat. Gracias Phil. Gracias Gregg. Gracias como
representantes de todos aquellos entrenadores que supieron situarse
un paso por detrás de la plantilla y valorar el talento de sus
estrellas sin desmerecer el trabajo menos visible de los jugadores
menos dotados para el “highlight”. Gracias, también, en nombre
de todos los entrenadores que admiramos vuestra inteligencia táctica
y vuestra capacidad para gestionar grupos complejos. Pero como
vosotros ya gozasteis, o aún lo hacéis, del reconocimiento,
permitidme dar las gracias a todos los entrenadores que de manera
casi altruista se enfrentan con honradez y honestidad a la tarea de
educar en los valores que el baloncesto inspira y que vuestros
equipos tan bien reflejaron: generosidad, ambición, pasión y
respeto por el juego.
7.
Gracias baloncesto. Sí, gracias a ti en cuanto que entidad
independiente, en cuanto que idea al margen de quienes actuaron en tu
nombre en estos 123 años. Muchos contribuyeron con sus hazañas a
engrandecerte, muchos se entregaron sin pedir nada a cambio, pero la
mayoría, seguro que lo reconocen, te deben todo lo que tienen.
Gracias por ser la vía de escape preferente de quienes nacieron en
barrios donde no se pronunciaba, por si acaso, la palabra esperanza.
Gracias por ser el silencioso celestino de amistades y noviazgos, el
cemento de infinitas relaciones que tienen por origen un simple balón
y dos aros. Gracias por estar siempre ahí, por coger siempre
nuestras llamadas de socorro ante una rutina que por repetida, y a
veces triste, se empeña en atraparnos.
Eternamente
agradecido.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS