Al
final siempre asoma la patita. No tiene el lobo recursos para
esconder su verdadera naturaleza. Se destapó Donald Sterling, dueño
de Los Angeles Clippers con unas declaraciones racistas que sólo
pueden ser calificadas de indignantes. Respondió con avidez la NBA,
un campeonato multirracial al que han hecho grande afroamericanos,
caucásicos, asiáticos,... Seres humanos, en definitiva, jugadores
de baloncesto, practicantes de esa danza corporal con balón en que
se convierte nuestro deporte cuando apuesta por el universalismo de
su lenguaje y no por la ignorancia paleta que demostró tener este
millonario.
Perdió
el Madrid ante Valencia en una gran fiesta del baloncesto en la que
venció el equipo mejor preparado, el que dispuso de más tiempo para
afinar armas de cara a un duelo que podría repetirse en playoffs. El
Valencia es un equipo muy serio y disciplinado. Perasovic ha
conseguido fundir en una unidad el talento de sus jugadores. Todos
creen en el comandante croata, en su palabra, honradez y currículo.
Para el Madrid, por su parte, la derrota es liberadora. El esfuerzo
de última hora les permitió salvar el basket average y asegurarse
prácticamente el primer puesto de la temporada regular y ahora puede
centrarse en el verdadero reto de este año: la Euroliga. Con los
récords ya elevados a los anales de la historia toca llenar las
vitrinas con copas que hace tiempo no se catan. Parece que fue ayer,
pero no es así. La octava tiene solera. Baste apuntar que la
estrella de aquel quinteto era Sabonis. Baste constatar que su hijo
es ya profesional en Unicaja.
Hago
zoom en Salamanca, la ciudad que nunca despierta, este patio de
vecinos a gran escala en el que el aire corta por estar podrido de
envidias y acusaciones insidiosas. Regresó José Ignacio Hernández
al frente del equipo de Rivas a disputar en buena lid la final de la
Liga Femenina y la prensa local, esto es, el único periódico
escrito con tirada diaria en esta cuna de libertades y altavoz de la
diversidad de opiniones que es Salamanca le recibió a pedradas,
acusándole de todo menos de adulterio en este artículo de opinión,
en esta columna llena de acusaciones difamantes que titularon
“Las lágrimas de Cocodrilo de José Ignacio Hernández”.
Estoy
seguro de que a José Ignacio le dolieron esas palabras llamadas a
enardecer el ambiente y a radicalizar opiniones. A nadie le gusta
regresar al hogar y notar que han cambiado la cerradura, la ropa de
sitio, las reglas de honor. A nadie le gusta sentirse extranjero en
su patria chica, injustamente tratado por los que alguna vez
consideró “suyos”.
Una
vez más las palabras resultaron estériles. Pudo haber mayor
exaltación, pero el balón y las canastas sólo dejan testimonio del
trabajo previo, del talento y el compromiso y esta vez testificaron
en favor de Rivas, de su joven plantilla y de la buena labor del
equipo técnico. Ganaron las ripenses en dos partidos que si bien no
fueron brillantes sí que dejaron un justo vencedor. Mi enhorabuena.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS