En el
arte pictórico y escultórico, también a nivel político y
filosófico, es habitual que surjan escuelas, líneas de trabajo y
pensamiento que se encauzan e incardinan a partir de la figura de un
maestro. Un maestro, generalmente de edad avanzada que, sintiéndose
agraciado por haber acumulado múltiples dones, entiende que la mejor
manera de culminar su presencia en este mundo es compartirlos con sus
alumnos o discípulos. Éstos, a su vez, transmiten y actualizan el
legado presumiendo de la procedencia de este saber esotérico y, sin
duda alguna, cualificado.
Sin
embargo, en la enseñanza, la literatura (a pesar de los talleres y
de los libros de encargo que no te cuentan nada nuevo), también en
el cine (hasta que alguien me desmienta) y, por supuesto, en el mundo
del entrenamiento deportivo, aunque existan líneas de trabajo
conjuntas y profesores generosos con los que estamos empezando,
predominan posturas de corte individualista, un cierto celo, en
definitiva, a hacer extensibles métodos que han sido el fruto de
muchas horas de trabajo, frutos que, por esto mismo, no deben ser
vendidos al mejor postor o, peor aún, caer en manos inexpertas que
los moldeen con torpeza haciéndoles perder su sentido.
Lógicamente,
en el siglo XXI la información ya no transita por canales tan
rudimentarios (y románticos) ni se alimenta únicamente de las
fuentes sabias y expertas de los eruditos. Ahora es fácil acceder a
la información, encontrar modelos de ejercicios, hablo de
baloncesto, y planteamientos filosóficos en abstracto. Sin embargo,
después de mucho rastrear en la web puedo aseguraros que pocas
fuentes incluyen respuestas a alguna de las preguntas más básicas
que todo entrenador debe formularse cuando está empezando. Es decir,
qué, cómo, cuándo, para qué y por qué. Especialmente estas dos
últimas, las claves en definitiva de un proceso que debe tener una
sistemática y una lógica interna, aunque luego se lo vendamos a los
jugadores de una manera atractiva gracias a esa facultad tan poco
extendida que es la creatividad.
Pero
no todo tiene que ver con el celo del poseedor del grial, con las
resistencias a hacer público el saber acumulado durante años de
estudio y aplicación. Comparten, compartimos, la culpa todos
aquellos aquejados por ese mal tan común de este y otros tiempos, de
esta y otras edades, que es la falta de humildad, el engreimiento
que, revestido de intrepidez, nos lleva a elaborar afirmaciones tan
necias como “qué me van a contar que no sepa” o “si a esto
puedo acceder fácilmente a través de Internet”.
Sea
como fuere, en Salamanca, ciudad de provincias donde las haya por
mucho que su universidad presuma de excelencia y carácter
internacional mientras imparte clases magistrales de dudoso valor e
implanta “el método de Bolonia” a pedradas, los que amamos el
entrenamiento en baloncesto estamos de enhorabuena.
Durante
el pasado fin de semana, el Club Baloncesto Tormes, referencia en el
ámbito masculino dentro de la ciudad, organizó unas charlas que
incluyeron la presencia de entrenadores consagrados con currículums
que hablan por sí solos. No dejan de ser charlas magistrales,
pensadas para el entrenamiento en formación, con un modelo un tanto
cerrado que coarta en cierta medida la participación activa del
auditorio (ya saben, preguntas al final), pero, aun así, qué
afortunados fuimos de poder estar allí, aprendiendo de todos ellos,
observando las grandes líneas de su mensaje, pero también los
pequeños detalles, no tanto los qués, sino los cómos.
Especialmente
interesante, al menos desde mi punto de vista, fue la sesión
monográfica que José Manuel Beirán, plata olímpica en Los
Ángeles, nos impartió sobre el fundamento más importante del
baloncesto de siempre y, más aún, del actual: el tiro. Los hombres
altos son cada vez más altos, los defensores cada vez más rápidos,
los scoutings cada vez más minuciosos y, sin embargo, o por esto
mismo, los grandes tiradores siguen teniendo un hueco privilegiado en
las plantillas y en los sistemas ofensivos de los equipos de
baloncesto. El tirador, además, es una rara avis, una especie en
peligro de extinción que debemos cuidar, aunque sólo sea por hacer
del baloncesto un deporte más diverso.
Pero
no se terminaron las buenas noticias para quienes aún creemos que
está todo por hacer. El C.B. Santa Marta organiza, el próximo 1 de
marzo, un taller con el sugerente nombre de “Desata el talento de
tu equipo”. Como es bien sabido, dominar el arte (oficio, práctica,
trabajo, como queráis) del entrenamiento rebasa los ámbitos de la
preparación física, técnica y táctica. Trabajar la mentalidad de
los jugadores, controlar la dinámica del grupo, saber llevar los
tiempos y encontrar lugares de encuentro con la plantilla son
cualidades que todo buen entrenador debe conocer y, en la medida de
lo posible, dominar (pincha en la imagen si quieres acceder a más información).
Agradeciendo
a ambos clubes el que nos brinden esta oportunidad, me despido
lanzando un último ruego, una llamada a la colaboración entre todos
los que nos dedicamos en mayor o menor medida al mundo del baloncesto
para generar un estado de armonía y cooperación que, sin necesidad
de pasar por el filtro de asociaciones o clubes, repercuta en una
mejora generalizada de la calidad de los entrenamientos. Nuestros
jugadores, aunque no siempre lo expresen o, aunque, incluso, no se
percaten, nos lo agradecerán.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS