Les
pongo al corriente de un hecho que tal vez desconocen. Esta noche de
viernes, lejos de los circuitos televisivos nacionales y en un TD
Banknorth Garden que presentará asientos vacíos, se disputará un
Celtics-Lakers que tiene como principal aliciente el regreso a las
pistas, prácticamente un año después de lesionarse el ligamento
cruzado de su rodilla, de Rajon Rondo. Lo hace 29.233.380 segundos
después, tal y como anunciaba en su cuenta de twitter, de su
operación, al mando de un equipo renovado que más bien parece un
solar y bajo las órdenes de un técnico con el que parece haber
congeniado.
Brad
Stevens y Rajon Rondo comparten el amor por el juego y una manera muy
particular de interpretarlo. Así, si el técnico de Indiana es un
estudioso de las cifras, al base de Kentucky le bastan escasas
décimas de segundo para escrutar la posición de las piezas sobre el
parqué. Sirviéndonos del símil ajedrecista, podríamos decir que
el entrenador es el libro y el base el jugador, una mente
privilegiada, una de las pocas que se reconocen en el panorama
baloncestístico de hoy en día.
Pero
el futuro de los Celtics, pese a la importancia de ambos, reposa en
los planes de Danny Ainge. El antiguo francotirador que se paseaba
amenazante, con su número 44 a la espalda, por las diferentes
canchas de la geografía estadounidense es ahora un hombre con una
misión. Para empezar debe justificar su cargo emprendiendo un rápido
proceso de reconstrucción después de cinco años de gloria y épica
bajo la batuta de Pierce, Garnett y Allen. De todos los movimientos
que ha iniciado hasta la fecha, sólo podemos reconocer un gran
acierto en la contratación de Brad Stevens. Sin embargo, pocos
entienden el porqué de la aquiescencia a la hora de admitir el
contrato de Gerald Wallace (3 años a razón de más de 10 millones
de dólares por cada uno) en el múltiple traspaso con los Nets o la
llegada, ahora, en un movimiento menor a tres bandas con Miami Heat y
Golden State Warriors, de un Joel Anthony que puede ejercer una
opción por cerca de cuatro millones de dólares que hipotecaría en
cierta medida futuras adquisiciones.
En
todo este tiempo, el general manager no se ha cansado de repetir que
Rondo será una pieza clave en el futuro de los Celtics. Sin embargo,
pocos especialistas creen en la veracidad de estas palabras. Es más,
sólo el vilipendiado Gasol, Pau, ha sido incluido en más traspasos
hipotéticos que Rondo. Si dependiera de mí Rondo no abandonaría
nunca, al menos en el corto plazo, los Celtics. Hay pocos jugadores
lo suficientemente testarudos como para invertir el sino de los
partidos y, más aún, el devenir de una franquicia. Rondo ha sido
capaz de alargar el período competitivo de sus veteranos compañeros
poniéndoles la bola donde la querían y, al mismo tiempo, de ellos
ha aprendido cuántas veces hay que sacar la basura antes de
encontrar, junto al contenedor, un anillo de oro.
Es
más, en Rondo los Celtics poseen una “rara avis”, una excepción
dentro de una norma que consagra la presencia de bases que no son
bases, de acaparadores de bola que tienen en mente, principalmente,
anotar o generar a partir de un uno contra uno o un pick and roll.
Rondo puede anotar, especialmente en las cercanías del aro o tras
salida de bloqueo, puede obtener ventajas del uno contra uno gracias
a su manejo de balón y a su velocidad y también es un buen jugador
de bloqueo directo pese a la rémora que le impone su deficitario
tiro exterior. Sin embargo, sus principales dotes se muestran
comandando la transición, leyendo los bloqueos indirectos de los
compañeros y encontrando desmarcados a los hombres grandes tras la
lucha por la posición o en medio del desconcierto de alguna jugada
errática. Es decir, actuando de general en cancha, de prolongación
del entrenador, de pizarra andante. De base, en definitiva, aunque
los nuevos tiempos dicten nuevos modelos de dirección de juego.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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