Veía
hace escasos minutos al Ministro de la discordia, perdón, al de
Educación, Cultura y Deporte, Juan Ignacio Wert, prometer ante un
auditorio lleno de productores, editores, guionistas y actores buenas
noticias para dentro de un breve período de tiempo (supongo que
accederá a reducir el IVA cultural). Lo hacía en el marco de los
Premios José María Forqué y ni siquiera la bondad de sus palabras
impidió que el público las abucheara con una vehemencia tal que al
encargado de sonido (un profesional en la materia sujeto a las
órdenes de sus superiores) no le quedó otra que camuflar los
silbidos e improperios.
No sé
cuándo saldremos de esta crisis, si ya hemos salido o si en realidad
vivimos en un constante y agitado estado de crisis. Lo que parece
claro es que este proceso está contribuyendo a una redefinición de
“lo público”, al lanzamiento al aire de una serie de cuestiones
sobre las que deberíamos reflexionar antes de que otros lo hagan por
nosotros ¿Qué es público? ¿Qué bienes reúnen la naturaleza para
ser considerados públicos? ¿Cómo debe justificarse el gasto de
dinero público? ¿Quiénes están legitimados para decidir las tres
primeras cuestiones?
Lo
público, un concepto que oscila al son de las ideologías de quienes
nos gobiernan, pero también en función de las necesidades de los
gobernados, de los vaivenes económicos y de la moral colectiva, ha
sufrido un varapalo durante la actual crisis socioeconómica. El
rigor con el que ha sido malversado el dinero del común, la
impudicia con la que ha sido despilfarrado y la falta de conciencia
ciudadana en torno a su origen y consecuencias, son factores que han
contribuido al descrédito de la cosa pública (que dirían los
romanos). Y ese descrédito, merecido después de tantas corruptelas e ineficiencias, arrastra su particular
condena, una condena que han pagado sobre todo
los propios ciudadanos.
Regreso
al discurso de Wert y lo utilizo para proclamar la defunción de la
cultura de la subvención. Numerosas actividades y trabajadores han
vivido durante muchos años del dinero procedente de ayudas directas
concedidas por la administración en cualquiera de sus múltiples
escalas, ayudas que no siempre han repercutido en una mejora de la
productividad, ayudas que no siempre han
redundado en la generación de mecanismos autónomos de subsistencia.
Y enlazo con el cine. Y del cine paso al deporte. Y cuando hablo de
deporte, ya saben, suelo hacerlo de baloncesto.
La
mayor parte de las autoridades dirigentes, ya sea en el ámbito
cultural, educativo, deportivo, agrícola o audiovisual, dedicaron
una fracción principal de su tiempo a articular discursos que
explicaran por sí mismos la necesidad de recibir dinero público.
“Miren, ¿qué sería de una sociedad sin cine, sin teatro, sin
agricultura, sin televisiones locales, sin equipo de baloncesto?”
Sin embargo, ante auditorios vacíos, salas cerradas, cosechas
acumuladas en almacenes, televisiones claramente deficitarias cuando
no manipuladoras y estadios silenciosos simplemente callaban y
buscaban responsables en un escalón superior de la jerarquía, en
alguna oficina de Bruselas, en Hollywood o en la Estación Espacial
Internacional
Así,
sin la necesaria autocrítica, sin la capacidad para diseñar
escenarios futuros para después elegir de entre ellos el más
beneficioso y sostenible, se nos rompió el juguete. Probablemente
hubiera bastado con exigir a esos dispensadores de dinero público
que por momentos creyeron ser dioses, un mayor celo en su función,
una mayor responsabilidad sobre la naturaleza y destino de éste.
Ahora, en cambio, ya es tarde para eso y nos vemos abocados a un
nuevo modelo en el que sólo las actividades más demandadas
sobrevivirán.
Y
pienso en el baloncesto cuando veo a equipos semiprofesionales
disputar la máxima competición española, a equipos renunciar a los
derechos cosechados en la cancha y, por encima de todo, a clubes
modestos de cantera sobrevivir a duras penas a pesar de contar con
una amplia base social. No seré yo el que discuta los beneficios de
la actividad deportiva, los valores que inculca la práctica de un
deporte de equipo, el hecho de formar parte de una colectividad
sometida a una disciplina y a unas reglas, pero también me pregunto
si no cumplen con esos mismos requisitos, si no ofrecen esas mismas
prebendas otros deportes que yacen aún a mayor profundidad en ese
pozo de la desesperanza en el que nos encontramos.
Por
eso mismo abogo por encontrar nuevas fuentes de financiación que
limiten la dependencia del baloncesto, en sus diferentes niveles
competitivos, respecto del dinero público. Para ello será necesario
articular un buen discurso, pero sobre todo, demostrar día a día
que en los patios y en los pabellones de nuestros colegios y clubes
se ofrece un producto de calidad que garantiza una correcta educación
y una mejora de las aptitudes y actitudes de los menores. Ello
recordando siempre que competimos con una oferta de ocio o
extraescolar cada vez mayor que ya no se compone sólo de actividades
in situ (Conservatorio, talleres de teatro), sino que también es
virtual y doméstica y que convive al mismo tiempo contra ese mal
llamado “monocultivo escolar” que convierte a los chicos en
estudiantes a tiempo completo (por necesidades de refuerzo o en la
búsqueda de la excelencia).
Sólo
así generaremos consumidores. Consumidores que serán los padres de
los consumidores del mañana. De ahí que sea clave la labor de
fidelización, la expansión del virus “baloncesto” por los
sistemas sanguíneos de los adolescentes de hoy. Adolescentes que
recordarán con una sonrisa sus años de baloncesto y querrán que
sus hijos experimenten las mismas sensaciones y que, para ello,
además de apuntarles en sus colegios también les acompañarán a
los pabellones entendiendo que los euros que pagarán por la entrada
suponen la mejor inversión posible. Y así el baloncesto se
alimentará a sí mismo y se perpetuará en medio de este zoológico
de fútbol, crónica en rosa y politiqueo en el que se ha convertido
nuestro país gracias a la connivencia de los medios de comunicación,
medios a los que nadie exige combatir inercias, medios que se nutren
de carroña si es carroña lo que quiere la población.
Por
eso brindo por un futuro sin carroña, por un futuro en el que el
baloncesto no dependa del dinero del contribuyente y sí, únicamente,
de la satisfacción y fidelización de sus consumidores. Y sí,
siento hablar con esta terminología de mercado sobre una cuestión
que arrastra tantos sentimientos. Al fin y al cabo sólo intento que
nos entendamos y, si es posible, que compartamos este mensaje.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
5 comentarios:
Creo que debo comentar un par de puntos a este post... una vez más, de "baloncesto".
1- Creo que los abucheos (vehementes o no) son merecidos. Un ministro que está destrozando la educación en favor del clasismo, el dinero, la excelencia como único medio de éxito y creando un país que en el futuro no sea poblado más que corderos amaestrados para no discutir por no poder pensar por sí mismos (esto último es un poco demagógico) que le garanticen más votos fáciles. Por su maltrato constante a la cultura y el deporte y por sus necias declaraciones de cada día.
2 - Sin duda me ha dolido el trato que le has dado a los de mi profesión (Productores, guionistas, etc). Creo que como en todas las profesiones hay buenos y malos profesionales, cara duras y gente más que honrada como para etiquetarlos de chupópteros del fondo público.
3- Cultura de la subvención, sin duda este país ha abusado de la teta pública. Pero si bien ha sido en parte por una seguridad social que cubría todo en años de bonanza o de "estado de bienestar", en cierta medida es indispensable y fundamental. Para no meter la pata, me centraré en mi sector. Creo en un cine de capital privado, creo en ventajas fiscales que incentiven la inversión y creo en un modelo que se adapte al constante cambio de explotación. Pero también es cierto que en este sector como en todos los demás hay veces (no todas, ni siempre) que la "ayuda" es fundamental, no solo para el fomento y estímulo, si no para evolucionar hacia el modelo del que hablamos como "ideal". El privado.
Cuando se empieza, y esto vale para todo (deporte, hostelería, comercio...), muchas veces los recursos son 0, solo se tiene la fuerza del ingenio y del emprendedor. Una buena idea, una buena formación (ahora en peligro si no eres rico), y un buen ánimo que te impulse a luchar contra los elementos. Por eso una ayuda mínima para arrancar es fundamental, ayuda en forma de aval, en forma de crédito blando (ICO), en forma de subvención (para el inicio de actividad), o de ventaja fiscal, o seguiremos creando un país de CONTRATADOS, y eso es terminal, lo digo en presente porque ya lo es. Sin emprendedores no hay nadie que contrate y de ese modo ya puede esperar toda la población en su casa, que nadie les va a llamar por mucho currículo que tengan, porque nadie quiere arriesgar su nulo patrimonio (en el caso de jóvenes) para crear una empresa en un país donde crear una empresa tiene el coste más alto de Europa y el trámite más lento y dificultoso.
-> Sigue...
-> Continuación:
Para enlazar con el basket, te diré que es como crear un equipo. A todos nos gusta jugar en una plantilla, pero para eso tiene que haber equipos, y en Salamanca NO HAY CASI. Y entonces nos quejamos, y al pobre que tiene una iniciativa, entrega su tiempo, dinero y recursos en formar un equipo modesto y para ayudar a comprar camisetas por la escasez de patrocinadores (no es nuestro caso), pide la subvención para clubes deportivos que es una miseria pero se agradece, entonces se le etiqueta como "cultura de la subvención". Hombre 300€ se le pueden quitar a las subvenciones de los bancos (por ejemplo) para salvar el futuro de un equipo de basket que apoyándolo en la base puede llegar a ser un gran club con cantera que pueda mantenerse por sí mismo. Creo que hay que ser más reflexivo.
Así que la generalización es muy peligrosa. La mayoría de los sectores están subvencionados: Hostelería, Ingenierías, Automoción, Minería, Construcción, Obras públicas... La mayoría de los sectores están subvencionados y nadie dice nada, pero se da una subvención a una película y se abren la caja de Pandora....
Aclararé que se subvenciona es en su gran mayoría el de bajo presupuesto, para ayudar a pequeñas producciones (por debajo de 725.000€, cuando el coste medio de una película española es de 3MM). Nunca se da más de un 30% del presupuesto de la película en la subvención y el dinero se entrega bajo unas condiciones muy estrictas (en las que se incluye un compromiso mínimo de taquilla o se candela la ayuda) y siempre DESPUÉS del estreno de la película, lo que obliga a pedir un crédito usando como aval la propia subvención para poder pagar al equipo (que por cierto en cada película se da trabajo a más de 150 personas, ya me contarás cuantas empresas hacen eso CADA AÑO y en cada proyecto. Más la inyección económica que supone para la zona donde se ruede el film en hoteles, dietas, transportes, compras de material, alquileres de espacios, etc).
Dime entonces si es tan grave lo del cine subvencionado. Claro está que hay MALAS personas que hacen TRAMPAS como en TODO, empezando por los políticos. Pero de esos no quiero hablar, porque son el veneno de la sociedad.
El cine es una industria como cualquier otra, también da de comer a mucha gente y además tiene un problema que no tienen otras industrias como es la piratería (el IVA es otro, pero no es tan grave). La gente no va al cine porque no tiene dinero, no porque sea caro (compara 2h de entretenimiento con el precio de 1 copa 3-5€, una entrada al fútbol 15-50€, a un musical 24-100€ o un concierto 10-100€ según el artista). Y a eso le añades la posibilida de verlo gratis en casa con el pirateo... Cómo recupera 3MM de € si nos llega solo el 27% del precio de la entrada a los productores y las salas no se llenan??
En definitiva, creo que hay que controlar a qué proyectos se subvenciona y con qué cantidades, demandar un buen estudio y calidad del proyecto, justificar la necesidad de dicha subvención y si es necesario darla para incentivar cualquier sector, porque así se genera trabajo desde la base. Pero subvencionar a una gran empresa, o a un BANCO, si que es sangrante y sin sentido.
Hasta aquí mi aporte (creo que se me ha ido de las manos). Abrazos!
En primer lugar y, sobre todo, por el equívoco al que ha podido dar lugar el post, decir que no se trata de un ataque frontal a los profesionales del cine. Simplemente el visionado de la gala de los premios José María Forqué, los discursos de Cerezo y Wert, las críticas soterradas en el guión a la política del ministerio (que aplaudo en su gran mayoría) y las insertas en algunas actuaciones a modo de sainete o entremés me llevaron a su utilización como ejemplo de actividad sujeta al amparo de las aportaciones públicas.
Y sí, es cierto que son muchas más las industrias subvencionadas y, es más, añado que el principal país subvencionador, proteccionista e intervencionista, aunque nos pueda chocar, es Estados Unidos. Pero creo que esta crisis, en vez de a los verdaderos responsables, se va a llevar por delante el modelo de actuación pública que hemos conocido durante las dos últimas décadas y de ahí mi invitación a encontrar fórmulas diferentes que garanticen la subsistencia de sectores fundamentales para una sociedad que, sin embargo, van a ser olvidados por los políticos de visión cortoplacista que nos gobiernan.
Y uno de ellos, el que le incumbe a este bloguero y a este blog, es el baloncesto, un deporte muy a merced de la filantropía y de la ayudita pública, un deporte que convive con una oferta de ocio cada vez más diversificada que nos dificulta la labor de demostrar que invertir dinero en el baloncesto es mejor que hacerlo en la música, el cine, la literatura, las clases particulares,...
Por eso digo que el principal responsable de que desparezcan actividades que dan brillo a una sociedad, que la hacen más culta y mejor preparada (por supuesto la cultura y por supuesto el deporte) es el modelo de consumo consagrado por quienes nos gobiernan y bajo el paraguas de una gran parte de los medios de comunicación que, olvidando su función social, se dedicaron a acumular beneficios en medio de tanta basura (analicemos qué emiten nuestras cadenas principales en "prime time" y nos estaremos viendo en el espejo como sociedad).
Es lo que hay, es triste, pero hay que encontrar soluciones en todos los ámbitos. Esperar a que los políticos decidan por nosotros qué intereses hay que salvaguardar nos puede conducir a la ruina.
En ese caso estamos de acuerdo. Especialmente en lo de los medios de comunicación y el necesario análisis para el enfoque del baloncesto en el marco actual.
Eso sí, no tiene por qué ser mejor invertir en basket que en la música o el cine, lo mejor es invertir un poco en TODO. Sin "mejor o peor". ;)
Brazos JJ!
Los profesionales dl cine son una clase subvencionada q viven dl dinero ajeno.nos cuestan a todos mucho dinero por sus bodrios continuos.dinero q debería ser empleado en otras actividades y no en mantener a esa caterva clasista.ka mamandurria se tiene q terminar
Respecto al baloncesto,creo también q dinero privado.
El ministro wert se ha cargado la educación en España.mira ,soy profesor y desde hace muchos años la educación esta d pena.no vengas a politiquear sobre este asunto.amplitud de miras.vamos,lo que tengo q oir
Benito
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