Feliz año viejo





Qué invento este del calendario que emplaza orígenes y destinos en el marco de una dimensión apasionante, inabarcable y que tiende irremediablemente al infinito como es el tiempo. Sin embargo, ante nosotros la noción de ciclo, con su principio y su final, se nos vuelve imprescindible. Necesitamos hallar orden en el caos de nuestras vidas, necesitamos recapitular de vez en cuando y renovar deseos y ambiciones aunque ello suponga olvidar nuestro residual papel en el devenir del universo.

Aprovecho la coyuntura que nos brinda el 31 de diciembre, yo también, para cerrar 2014 en el ámbito baloncestístico. Aunque nuestro deporte está más acostumbrado a cerrar balances en verano, con las gotas de sudor en la frente y arena de playa bajo nuestros pies, esta fecha nos permite hacer un análisis sobre la marcha y corregir derrotas que conducen a lugares no queridos.

En lo personal 2014 será para siempre el año en el que cursé el CES, el Curso para Entrenadores Superiores de Baloncesto, que comenzó allá por el mes de abril en su fase on-line y que aún hoy continúa con la realización del proyecto y de las prácticas. La fase presencial en Zaragoza, en un mes de julio de temperaturas moderadas me permitió conocer a ídolos del baloncesto, a entrenadores consagrados y a compañeros igualmente enamorados de este deporte. Hubo noches demasiado cortas y días que quisieron comprobar la resistencia de nuestras mentes, pero en general, con la perspectiva que presta el tiempo, considero que fue una experiencia positiva de la que extraje importantes enseñanzas. Lo conté todo en este diario: Curso de Entrenador Superior.

Sin embargo, pese a considerar esta inversión como positiva y necesaria, uno se pregunta hasta dónde llega la pasión como razón o explicación de todas nuestras apuestas. Quien comienza ahora a ascender en la “carrera” corre el riesgo de que, con la erosión que está sufriendo el deporte como alternativa de ocio (y negocio), el ocho mil para el que comenzó a prepararse hace años se haya convertido, de repente, en una triste y solitaria colina, un destino tal vez insuficiente que nos invite a proclamar, como lo hiciera Julio Llamazares en un cuento sobre el penalty de Djukic, después de múltiples esfuerzos y sacrificios, si “tanta pasión para nada”.

Según la Fundéu la palabra del año ha sido “selfi”. Sí, así, castellanizada para hacerla más castiza, más propia de nuestra imbecilidad supina y de nuestro narcisismo, aunque bien sabemos que este mal no es solo nuestro, sea o no, su universalidad, un motivo de consuelo. Sirva la anécdota, en cualquier caso, para poner de manifiesto el contraste existente entre el lenguaje de la sociedad y el del baloncesto (o deporte en general). Como entrenadores, y educadores en la medida de lo posible, se nos hace difícil vender conceptos que deberían ser proverbiales como la necesidad de renuncias y sacrificios en la búsqueda del bien común o la de ser pacientes en la recogida de los frutos tras los esfuerzos diarios. En fin, seguiremos intentándolo.

2014, y abro ya la página del baloncesto profesional, será para siempre el año del triunfo de San Antonio en la NBA, una efeméride que permanecerá indeleble en la memoria del aficionado. En junio los tejanos nos enseñaron que el tiempo se puede dilatar y contraer, que los eternamente viejos Duncan, Ginobili y Parker aún están preparados para ofrecer lecciones. Ganaron juntos en 2003, acompañados de Robinson y gracias a un estilo defensivo y poco vistoso. Volvieron a hacerlo en 2005 con un poco más de lo mismo y también en 2007, con algo más de lucidez. Pero en 2014, tras años de perfeccionamiento de una coreografía de manual, los Spurs simplemente nos trasladaron al anfiteatro más bello del mundo, pónganle el nombre que prefieran, y nos dejaron pegados al asiento haciendo de la ciencia, el cálculo y la estadística un juego de niños. Como niños desprovistos de miedos, aunque impulsados por un profundo ánimo de revancha, se pasaron la pelota los jugadores de un Gregg Popovich que ya puede tratar como iguales a Red Auerbach, Pat Riley o al mismísimo Phil Jackson.

No corrió la misma suerte la propuesta de Pablo Laso para el Real Madrid, un equipo, el de la temporada pasada, que enamoró durante meses a una afición que llevaba décadas instalada en el silencio que provocan la vergüenza y la desazón. Sirvan estas palabras como agradecimiento y muestra, a su vez, de lo cruel que es el mundo del deporte profesional, de lo crueles y olvidadizos que somos, en definitiva, los aficionados por atender tan solo a los triunfos como baremo del legado de un equipo. Fuisteis grandes y no, un punto de diferencia, el que hubiera bastado para vencer a Maccabi y alzarse con la Euroliga, no cambia mi manera de pensar. Gracias.

Finalizo con la selección, no para ahondar en el dolor que nos produjo su temprana y sorprendente eliminación en nuestro mundial, sino para recabar apoyos y visiones optimistas sobre su futuro. Critiqué, en este artículo, la apuesta que hacemos en las categorías inferiores por privilegiar el inmediato “triunfo” sobre la recompensa dilatada en el tiempo que debe seguir a la formación. Y mantengo la crítica. Pero a su vez, el rendimiento de los Gasol, los dos pívots más regulares del campeonato estadounidense, me permite albergar una esperanza de cara al próximo Europeo y a la inmediata cita olímpica en Brasil. Necesitaremos la consolidación de Abrines como arma ofensiva desde el perímetro y una versión recuperada y mejorada de Ricky Rubio. Será imprescindible, claro, la llegada de un entrenador que posea el magnetismo suficiente para atraer a las viejas estrellas, aquellas que contra Francia parecieron desilusionadas e incapaces de defender una causa que les resultó, por momentos, ajena.

Me despido deseándoles un feliz año 2015, pero también un feliz año 2014. Construyan sobre sus recuerdos, hayan sido peores o mejores, las bases de su mejora como individuos. Porque tal vez estemos perdiendo el control sobre nuestro destino como raza o sociedad, pero por el momento nadie ha logrado despojarnos de nuestras conciencias. Nada, por lo tanto, nos impide ser un poco más compasivos, comprensivos y pacientes. Nada, esforzarnos un poco más, aunque sea para nada.




UN ABRAZO Y FELIZ 2015

El mejor regalo





Estoy convencido de que el mejor homenaje a la figura de Joe Cocker, la mejor voz negra de Sheffield, Reino Unido, se lo dieron los San Antonio Spurs durante la pasada primavera al reproducir sobre la cancha, con el silencio de una afición asombrada como único acompañamiento, la letra de alguno de sus temas inmortales (propios o versiones). Los de Popovich desnudaron a sus rivales permitiéndoles permanecer únicamente con el sombrero puesto. Al hacerlo desencadenaron nuestros corazones y los elevaron allá arriba, al cielo, al lugar donde pertenecen. Aquel anillo fue el preludio de la llegada del verano a la ciudad y ni siquiera el calor nos privó de bailar toda la noche. Eres tan bonita, le dijimos a nuestra chica mientras pensábamos en esa circulación de pelota ajena a la gravedad y a las manos de los rivales. Y sí, los chicos de la pandilla nos sonreímos pues lo consiguieron, simplemente, con un poco de ayuda de sus amigos. Como nosotros, en aquellos maravillosos años.



Ver a San Antonio disputándole las finales al Big Three de Miami ha sido el mejor regalo del año que ya expira. Los más viejos del lugar, de aquí a unas cuantas décadas, seguiremos recitando de memoria, si esta no nos falla, el quinteto y las incorporaciones desde el banquillo. Veneraremos a un tal Gregg Popovich, aunque en medio de no sé qué nueva oleada de aparatos electrónicos, nos será difícil explicar sus cualidades. En pleno proceso acelerado de deshumanización, Popovich, sin mirar para otro lado ante el conflicto o la desobediencia, conquistó a su plantilla siendo esencialmente humano y compasivo, hombre en el sentido más amplio y admirable de la palabra.

Hablaremos también, si por entonces todavía se habla, de Tim Duncan y de su particular forma de liderar. El de Islas Vírgenes creció dando brazadas en una piscina, respirando bajo el agua, callando y trabajando. Haciendo del sonido del silencio una enseñanza, gracias a su disciplina y a su enorme talento, se ha hecho merecedor del título no oficial de jugador más determinante del siglo XXI.

¿Quién era el base de ese equipo? Tony Parker, diremos. Y sonreiremos. El francés, sin ningún atributo físico que lo pudiera diferenciar de un ser corriente, será recordado por su facilidad para plantarse debajo del aro y asistir en situaciones imposibles. Llegó a la liga siendo un mago rebelde y terminó, gracias a su carácter humilde, siendo, sencillamente, un líder.

Un líder ya lo era Manu Ginobili. El Maradona del fútbol en su Argentina natal llegó del extremo sur del mundo para hacer, a la inversa, el viaje que tantos italianos emprendieron para sobrevivir. Triunfó en Bolonia y llegó viejo a la NBA. Porque Manu siempre ha parecido viejo, tan viejo al menos como el baloncesto, porque díganme, si no, si no se les ha ocurrido pensar que mientras Naismith escribía el reglamento, Manudo redactaba, en paralelo, todos sus trucos.

Y bueno, aún no sé qué diremos de Leonard, Green, Joseph, Mills, Splitter o tantos otros. Sí que fueron imprescindibles en aquella primavera de 2014 a la que algún genio como Cocker, dado que él ya no puede, debería dedicarle unos versos. Imprescindibles en cuanto que miembros de una pandilla, de un grupo de colegas que un día cualquiera se imaginó a sí mismo asombrando al mundo jugando al baloncesto y trabajó duramente  para ello. 

Este es mi regalo, estimado lector, para estas navidades. Unas cuantas lecciones de basket y otras tantas de vida. Una sonrisa obligada ante tanta penuria en las calles y tanto vacío en los corazones. No, nunca me olvido de que no lo pudieron hacer sin un poco de ayuda de sus amigos. Muchas gracias por estar ahí. 




FELIZ NAVIDAD Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Película para la tarde de Navidad





Acabo de enterrar en el tercer cajón de la cómoda la camiseta blanca de los Celtics con el número nueve bordado bajo unas letras verdes que hoy significan menos que ayer: Rondo. Allí comparte lugar con la del número treinta y cuatro, también de los Celtics, aunque verde y con letras en blanco que dicen Pierce. Su obsolescencia es sólo una consecuencia más de la vorágine de una liga, la NBA, en la que el futuro de los jugadores permanece siempre al margen de su propia voluntad. Más aún de la de los fans.

Tras el traspaso de Rondo a los Mavericks por un buen intimidador, Brendan Wright, un alero aguerrido, Jae Crowder, y un base en retirada, Jameer Nelson, la casa, aunque rodeada por la niebla, sigue siendo la misma. Con el mismo número y el mismo buzón. Con los mismos vecinos y la misma presunción casi altanera, aunque ciertamente nostálgica. En Boston se habló mucho tiempo de los dieciséis anillos, casi tanto como en España se recordaron las míticas seis Copas de Europa del Real Madrid. El decimoséptimo llegó ya con la alta definición en los televisores, pero ahora, habiendo desmantelado definitivamente el mobiliario de aquel épico triunfo, nadie puede imaginar en qué era tecnológica nos encontraremos cuando los Celtics logren reverdecer viejos laureles. Tal vez sigamos los encuentros desde otro planeta. Tal vez, incluso, haya finalizado la crisis.

Existe en la capital extraoficial de la vieja Nueva Inglaterra una cultura deportiva ligada a la victoria. La fidelidad de sus fans es envidiable –de hecho, fue algo que Rondo recalcó en su comunicado de despedida–, pero créanme, su paciencia también es finita. Tras concederle, quién no lo hubiera hecho, más tiempo de la cuenta al Big Three integrado por Pierce, Garnett y Allen, el proceso de reconstrucción perdió muchos enteros con la lesión de gravedad de Rondo y la caída hasta el número cinco en el pasado draft. Ahora mismo, tras haber disfrutado de un cheque en blanco por cortesía de ese decimoséptimo anillo tan ansiado, Danny Ainge parece carecer de todo plan.

La actual plantilla es indudablemente joven y, mirada con buenos ojos, no viaja desprovista de talento. El plan, en caso de existir, bien podría pasar por el desarrollo individual de jugadores y la acumulación de piezas y elecciones del draft para desembocar en un nuevo bombazo en forma de traspaso que diera lugar a una nueva especie de conjunción astral semejante a la del Big Three. Pero cuidado, sin un jugador de referencia la capacidad de atracción de la franquicia se limita a su historia y, vaya, permítanme que sea pesimista, el romanticismo no pasa por su mejor momento.

Del roster actual destacan la elegancia de Jeff Green, el uso del cuerpo de Sullinger, el talento particular de Olynik, la defensa de Bradley y el espíritu suicida de Marcus Smart, un Isiah Thomas en potencia con una técnica individual ciertamente sospechosa. A estos nombres añadiría el de Evan Turner, al que en su día quisieron ver a Kobe Bryant y al que ahora pocos valoran en su justa medida como un base alto de variados recursos. En cualquier caso, la suma o multiplicación de estos factores es ampliamente insuficiente para atraer a nuevos inquilinos a la casa. Además, parece que Green saldrá traspasado antes de que decida subastarse en la agencia libre este verano por lo que el solar amenaza con permanecer en barbecho largo tiempo.

Y se preguntarán, ¿estas letras para qué? Pues como desahogo y desesperada búsqueda de soluciones. Pensaba, inocente yo, que, quizá, escribiendo sobre ello encontraría sentidos y porqués, pero después de una hora sólo he sacado en claro la elección de película para la tarde de Navidad: un DVD con un resumen de la temporada 1985-1986 con el mítico quinteto de aquella década (Johnson, Ainge, Bird, McHale, Parish) y Bill Walton como sexto hombre. El que no se contenta es porque no quiere.




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

RESPECT





Si tuviera que definir con una palabra la carrera de Kobe Bryant sería respeto. Su amor por el juego es la de una generación de jugadores que afronta su ocaso. Su perseverancia, la de alguien que concibe la lucha como un elemento más de la vida. Sólo así ha logrado superar con éxito sus últimas lesiones de rodilla y tendón de aquiles con la treintena ya bien avanzada pudiendo, de esta manera, batir durante la pasada madrugada la marca de puntos que fijara en su momento Michael Jordan.

Su llegada a la liga directamente desde el instituto nos hizo pensar que su retirada de la primera plana sería también temprana. La élite es fatigosa, casi extenuante. Numerosos proyectos de estrella se quedaron en el camino y otros, acuciados por las lesiones o por la pérdida de motivación, renunciaron al estrellato de forma natural, como ese fruto que abandona la rama por el peso de la gravedad. Pero hay mucho en Kobe de su ídolo, Michael. Por ejemplo el enfermizo deseo de perdurar, de postergar un legado inimitable o que, al menos, exija a los que vendrán, porque es ley de vida que sigan viniendo, el mismo nivel de pasión y resiliencia para igualarlo. También otras muchas virtudes en forma de fintas, tiros en suspensión a la media vuelta o vertiginosos rectificados en el aire que ponen en duda los axiomas de la vieja ciencia.

Puede que las comparaciones sean odiosas, pero Kobe las ha forzado cada día a pesar de que, en dicha comparación, pierde. Pierde, sí, sin medias tintas. Porque con Jordan cualquiera tiene las de perder, tanto si utilizamos como baremo reconocimientos individuales o magnitudes más complejas que hagan referencia a diferentes parámetros del juego. Kobe habrá metido más puntos en la NBA, pero ha conquistado muchos menos corazones que el eterno 23 de los Bulls. Si Bryant personificara un rol literario este sería, sin duda alguna, el del antagonista, el de un villano al que, aun siendo posible amarle, muchos terminan aborreciendo por su afán irracional de eclipsar al héroe. Porque en esto siempre se ha equivocado la estrella de los Lakers, cuyo ascendiente sobre la liga siempre estuvo ligado a esa lucha denodada por superar los “milestones” del mayor icono de la historia de su deporte.

Personalmente, admiro la variedad de recursos de Kobe, su competitividad y su disciplina estoica, pero no su concepción del juego. Para Kobe, como para el primer Jordan, el equipo sólo es un instrumento para conseguir sus propios fines. Siendo el tercer máximo anotador de todos los tiempos, es también el primero, aunque no existan estadísticas oficiales, en tiros forzados y situaciones mal gestionadas. La última, por poner un ejemplo, su obstinación a la hora de cobrar más de veinte millones de dólares por temporada impidiendo cualquier opción económicamente viable de forjar un equipo ganador al que conducir a un sexto anillo.

Sólo un último dato para desechar las ensoñaciones de los creyentes. Mientras Jordan gobernó con puño de hierro la liga impidiendo a los mejores jugadores de su generación -- Karl Malone, Charles Barkley o Pat Ewing entre otros– probar el sabor de la gloria (sólo Hakeem Olajuwon pudo aprovechar su retirada temporal de las pistas), Kobe no tuvo más remedio que ser justo y dadivoso con los Nowitzki, Pierce, Garnett, Wade, Lebron y compañía. En realidad, no está claro si el dadivoso fue Kobe, o si lo fueron los Spurs, la verdadera dinastía del siglo XXI. Así, siendo discutible el galardón de indiscutible número uno de su tiempo, queda claro que volver a mezclar su nombre con el de Jordan implica perder el tiempo.

No así el darle las gracias por tantas madrugadas de fino estilismo, de arte en movimiento y emociones difíciles de contener. Muchas gracias Kobe por transmitir tanta verdad. No hay nadie en el mundo que no pueda sentir por ti, por tu obsesión por el juego y por tu honestidad, un infinito RESPETO.




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

La violencia como forma de vida




Los lamentables sucesos del pasado domingo, relacionados de alguna manera con el deporte, me han incitado a escribir unas cuantas letras reflexionando sobre los mismos y sus implicaciones.

Lo siento Jimmy, en parte por tu muerte, claro, pero sobre todo por todo lo que la antecede. Ese todo se resume en una palabra: abandono. Abandono real o espiritual. Y es que hace falta estar muy solo para pasar a formar parte de un clan como el que constituyen, por lo que leo, los grupos ultra de cualquier equipo en cualquier país. En cualquier contexto.

En el clan Jimmy, y el resto, esconden sus inseguridades y encuentran motivaciones. En el clan son uno más, pero al menos uno. No hay lugar para la zozobra cuando lo complejo se simplifica al tiempo que las voluntades se diluyen y jerarquizan. Paradójicamente, en este páramo antiexistencialista, los egos encuentran acomodo y se reconfortan. Guiados por una fuerza salida del propio conjunto sus miembros son capaces de todo, siendo la violencia, quizá, la manifestación más pavorosa, aquella que más remueve el suelo que tenemos bajo nuestros pies mientras pone en jaque los tradicionales parapetos de esta sociedad.

Puede que tengan razón los que dicen que el deporte es simplemente el escenario de sus crímenes, la excusa perfecta para dar rienda suelta a esos instintos que no dejan de ser el reverso de sus miedos. No obstante, parece saltar a la vista la relación existente entre las emociones que suscita uno y las desatadas, con pésimo gusto, por los otros. Nadie puede negar lo irracional de ser de un equipo, de hablar de ello cada lunes o incluso dejar de cenar porque se ha perdido. De lo emocional hicieron unos, los listos, negocio, mientras que estos, los pobrecitos, se contentan con jugarse la vida y hacer correr un poco de sangre en nombre de una ideología que no deja de ser la misma que la de sus contrarios pues no deja de llamarse, se ejerza en nombre de unos u otros, violencia.

Con esto no pretendo diluir la responsabilidad de los clubes, pues creo que éstos deben actuar sin ambages en la defensa de la paz en los estadios y sus entornos. Quien concilia y llega a acuerdos con los delincuentes, medie o no chantaje, contribuye por acción u omisión a la justificación de su existencia. Tampoco quiero eximir de culpa a quienes no previeron que estaba a punto de desencandenarse una sangrienta batalla en torno al Manzanares. Pero, en fin, creo que hablar ahora del deficiente dispositivo policial sería desviar el foco de lo realmente grave.

Es de educación de lo que deberían estar hablando políticos, sociólogos, criminólogos, contertulios sin otro oficio conocido y todos los que ejercen de portavoces de la razón en los medios de comunicación. No sé si Jimmy, y sus verdugos, tuvieron abuelos que les advirtieron de lo triste que fue jugarse la vida, o morir, en una guerra fratricida o si tal vez se limitaron a no escucharlos. No sé si Jimmy y sus verdugos recibieron alguna lección de moral y ética, si aprendieron tan siquiera a diferenciar el bien del mal, en su paso por la escuela o si asistieron con los ojos bien abiertos a alguna demostración de virtud . No sé, y esto me preocupa porque pasa por ser la situación actual de muchos de nuestros jóvenes, si Jimmy y sus verdugos conocieron el amor de sus congéneres. O si alguna vez, aunque fuese sólo una, lo apreciaron.

Enzarzados, como estamos, en una carrera sin fin por acreditar competencias, acumular condecoraciones y, por supuesto, atesorar bienes materiales, nuestras escuelas se convierten cada vez más en elementos catalizadores, aceleradores de partículas que tienen por misión, porque así se lo exigen los agobiados padres, maximizar el talento de los infantes. Mientras tanto, ante cualquier dilema ético, la callada ha pasado a ser la respuesta más políticamente correcta, la que mejor casa con el relativismo moral en el que estamos instalados. Mientras tanto, ante la orfandad espiritual que sufren muchos niños, despojados de todo referente adulto (maduro, consciente, culto,...), estos grupos parecen ofrecer cobijo a su desamparo erigiéndose en una especie de sistema “educativo” en paralelo. Lástima que esa guarida sea más bien una zanja de la que se vuelve muy complicado salir.

En esta sociedad orientada hacia el fin pretendemos poner solución a las consecuencias de las malas prácticas educativas con nuevos y cada vez más ingeniosos parches. Mi propuesta es que combatamos el mal en su origen rescatando la importancia que un día tuvo la enseñanza de valores que no por anticuados deben parecernos caducos. No hay nada de rancio en la rectitud y la integridad, en la aceptación del compromiso de que el ejercicio de la libertad individual nunca podrá rebasar el ámbito de la libertad de los demás.

Creo en el libre albedrío. Por ello reclamo un juicio justo para quienes obran de esta irracional manera. Pero creo también en el papel que juegan la cultura, la educación y el entorno más próximo en la evolución de las personas. Por eso lo siento Jimmy. No porque buscando morir matando murieras, pues esa era, a fin de cuentas, una posibilidad. Lo siento porque a tus 42 años una de tus motivaciones vitales, por encima de tu familia, pasase por acudir un domingo a Madrid, a 600 kilómetros de tu hogar, en busca de camorra.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Acción de gracias





Con el cereal cosechado y tras meses de duro trabajo toca recogerse, darse un buen convite y dar las gracias a Dios por los frutos de la tierra. Bajo esta premisa, allá por 1621, nació en Estados Unidos la celebración del Día de Acción de Gracias. Desde entonces, el cuarto jueves de noviembre un pavo se reúne en torno a una familia –¿o es al revés?– estadounidense.

Aprovechando la coyuntura y dado que la bolsa de mi inspiración se halla en mínimos históricos me dije: “aprovechemos para dar las gracias”. Porque aunque los brotes verdes amarillearon hace tiempo siempre es una buena ocasión para mostrar gratitud y reconocimiento por el deporte que nos hace felices. Lo haré siete veces, número cabalístico por excelencia, y los motivos serán personales e instransferibles, aunque espero que podáis identificaros con algunos.

1. Gracias John Naismith por abandonar Escocia en busca de un oficio, o un pedazo de tierra, al otro lado del océano. Lamento que su vida terminara demasiado pronto a costa de unas fiebres tifoideas. Gracias Margaret, por aceptar la humilde propuesta de matrimonio de John y dar a luz a Annie, James y Robert. Siento, también, su temprana muerte. Gracias, por supuesto, James, por tu perseverancia a la hora de promocionar en la escuela, a pesar de las horas invertidas en la granja de tu tío y, por supuesto, por la creatividad con la que afrontaste cada nuevo reto, la misma que te permitió darle un nuevo uso a una simple cesta de melocotones. Gracias, finalmente, por la sensibilidad que demostraste en la redacción de cada una de las normas del reglamento original. Sólo así pudiste concebir un deporte basado en el talento, sin margen para la violencia ni para la trampa. Y es que el balón, como bien dejaste por escrito, puede ser lanzado en cualquier dirección con una o ambas manos, pero nunca con el puño.

2. Gracias Danny Biasone, fundador de los Nationals de Syracuse. No por esto, que también, sino por tu espíritu emprendedor y visionario y por tus vastos conocimientos matemáticos. Gracias por saber interpretar los abucheos del público y el silencio de los asientos vacíos. Gracias por comprender que el 75-73 entre Indiana y Rochester no era un resultado digno tras 78 minutos de juego y seis prórrogas. Gracias por realizar un cálculo que partía de una estimación ideal de puntos, que a su vez condujo a una estimación ideal del número de tiros y, a su vez, a la contabilización del número de segundos de los que podría servirse cada equipo para realizar un tiro. Gracias Danny, en definitiva, por el reloj de posesión.

3. Gracias Chuck Cooper, Nat Clifton, Harry Lew. Gracias por ser los primeros. Gracias también a todos aquellos que superaron los prejuicios y se desprendieron de la venda que les impedía ver que, efectivamente, erais tan humanos como el resto, solo que negros. Uno de ellos fue, claro, Red Auerbach, un inmigrante más en esa tierra de todos que algunos quisieron privatizar en base a no sé qué ley natural. Gracias Chuck, Nat, Harry, por salvar las reticencias iniciales, por superar el esperpento de sentaros en asientos distintos, comer en fondas para negros e ir a baños ideados genuinamente para vosotros. No fue ningún privilegio ser segregados por una condición innata, pero enseguida os disteis cuenta de que la vergüenza no la debiáis pasar vosotros, sino el resto, esa sociedad podrida y puritana que no entendió el mensaje de aquél al que cada domingo oraban y adulaban. Gracias, además, porque sin vosotros, benditos negros descendientes de esclavos maltratados, este juego sería infinitamente más aburrido.

4. Gracias a William Rangland y a su pandilla de matones por no acertar con ninguno de los órganos vitales de Paul Pierce en la noche del 24 de septiembre de 2000 en la que éste recibió once puñaladas en el Buzz, un local de fiesta en Boston. El alero de los Celtics, su juego de inconfundible aroma callejero y la pasión que demostró en defensa de la causa céltica, fueron algunas de las razones por las que empecé a amar el baloncesto años más tarde. Sin él vivo, y alguna de las trayectorias asesinas estuvo a punto de ser mortal, no existirían ni este blog ni estas letras. Ni quien las escribe, al menos tal y como es ahora.

5. Gracias a la conjunción de astros interplanetarios que debió de ocurrir, aunque no exista constancia, el 17 de febrero de 1963. Gracias a cada uno de los tutores y entrenadores y a todas y cada una de las circunstancias que se sucedieron desde esa fecha hasta la llegada de Michael Jordan a nuestras casas. Gracias a la televisión por permitirnos comprobar cómo vestía, andaba, jugaba y volaba el dios del baloncesto. Gracias a Internet y a la generosidad de sus usuarios por permitirnos conservar un archivo amplio con sus mejores partidos y jugadas. Gracias Michael, por existir.




6. Gracias Red. Gracias Pat. Gracias Phil. Gracias Gregg. Gracias como representantes de todos aquellos entrenadores que supieron situarse un paso por detrás de la plantilla y valorar el talento de sus estrellas sin desmerecer el trabajo menos visible de los jugadores menos dotados para el “highlight”. Gracias, también, en nombre de todos los entrenadores que admiramos vuestra inteligencia táctica y vuestra capacidad para gestionar grupos complejos. Pero como vosotros ya gozasteis, o aún lo hacéis, del reconocimiento, permitidme dar las gracias a todos los entrenadores que de manera casi altruista se enfrentan con honradez y honestidad a la tarea de educar en los valores que el baloncesto inspira y que vuestros equipos tan bien reflejaron: generosidad, ambición, pasión y respeto por el juego.

7. Gracias baloncesto. Sí, gracias a ti en cuanto que entidad independiente, en cuanto que idea al margen de quienes actuaron en tu nombre en estos 123 años. Muchos contribuyeron con sus hazañas a engrandecerte, muchos se entregaron sin pedir nada a cambio, pero la mayoría, seguro que lo reconocen, te deben todo lo que tienen. Gracias por ser la vía de escape preferente de quienes nacieron en barrios donde no se pronunciaba, por si acaso, la palabra esperanza. Gracias por ser el silencioso celestino de amistades y noviazgos, el cemento de infinitas relaciones que tienen por origen un simple balón y dos aros. Gracias por estar siempre ahí, por coger siempre nuestras llamadas de socorro ante una rutina que por repetida, y a veces triste, se empeña en atraparnos.

Eternamente agradecido.




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Otra piedra en el camino





Retomo la actividad del blog con motivo de las últimas noticias relacionadas con el oficio de entrenador de baloncesto. Al parecer, el Departamento de Enseñanza de la Generalitat de Cataluña va a exigir pruebas de capacitación y acceso a la nueva titulación requerida para poder entrenar en las categorías autonómicas negando, así, a partir del 1 de enero, la validez de la vía federativa por la que todos o la mayoría de los que hemos pretendido promocionar en este mundo hemos optado. Todo ello supondrá un coste económico y de oportunidad para los entrenadores y, sobre todo, un desafío para la moral de un colectivo que lleva años cumpliendo una labor educativa, y de inserción social, en paralelo a un sistema, el escolar, claramente insuficiente, lastrado por currículos excesivamente voluminosos y demasiados profesionales desmotivados y sobrepasados por la velocidad con la que se producen los cambios en el siglo XXI.

Leo también, en el blog de un compañero del CES, Alejandro Limón, que se le abrirá expediente y se le sancionará a todo aquel que sea denunciado por otros entrenadores, abriéndose de esta manera la veda para una caza de brujas a la americana. En cualquier caso, quisiera saber qué criterios se van a seguir para la homologación y convalidación de títulos y también en las entrevistas que habilitarán a mis colegas catalanes para ejercer. No creo que haya demasiados funcionarios que pasen de aficionados de baloncesto y puedan elaborar un buen interrogatorio sobre cómo atacar zonas impares o sobre cómo enseñar a proteger el balón en una entrada a canasta. La cosa parece que va de pagar, de aparentar y de diferenciarse. Otra boutade, en definitiva, del gobierno de la Generalitat, tan capaz de organizar consultas sin censo como de introducirse en una máquina del tiempo para querer profesionalizar un gremio que vive prácticamente de la caridad.

Este proceso de profesionalización, además de osado, artificioso y de dudosa validez jurídica (aplicación retroactiva), se equivoca al fijar el punto de mira en quienes, fíjense qué paradoja, más profesionalmente actúan dentro de todo este tinglado que es el baloncesto amateur y de cantera. Porque habrá entrenadores de toda condición e índole, pero la mayoría de los que he conocido en este tiempo son enamorados del baloncesto capaces de abandonar a su pareja, familia, mascotas y trabajos por viajes de medio y largo recorrido a lo largo y ancho de la geografía. Suyas y sólo suyas son las noches de sueño ligero que invierten pensando en cómo ayudar a los jugadores a ser mejores dentro y fuera de la cancha. Suyas, y sobre todo suyas, las derrotas que jalonarán el camino.

Las exigencias de regulación contrastan con el abandono institucional y empresarial (aunque hay excepciones a las que le debemos mucho) hacia todo deporte que no devengue beneficios inmediatos y tangibles. Me parece bien que insistan en la formación continua, en la mejora diaria y que nos exijan conocimientos pedagógicos y didácticos a la hora de enfrentarnos a un grupo. Me puede parecer bien, incluso, que no lo dejen todo a la honestidad de cada uno, sino que quieran regularizar la situación para evitar malas prácticas. Pero dennos los medios, aporten soluciones más ingeniosas para que quienes amamos este juego no nos veamos condenados a abandonarlo o a practicarlo a medias.

Dejo para el final una intuición. Creo que con esta reforma, impulsada desde la Consejería de Educación del gobierno catalán, pierde protagonismo el baloncesto como tal, con sus señas de identidad y su especificidad. El deporte, en este caso, se convierte en medio para la consecución de fines principalmente educativos. Y aunque ambos ámbitos, el deporte y la educación, estén firmemente entroncados hasta el punto de no poder diferenciarse en los contextos en que muchos desarrollamos nuestra tarea, a mí me gusta decir que soy entrenador de baloncesto. Porque enseño baloncesto y no otra cosa, aunque deseo que a través del baloncesto los jugadores aprendan valores universales como el respeto y la solidaridad.

En fin, si yo no les he convencido, tal vez lo puedan hacer los que elevaron esta petición en la web Change.org pinchando AQUÍ

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS


Pronósticos





Siempre es difícil hacer pronósticos. Para cuando llegue abril todos habremos cambiado tanto que nos parecerá absurdo este ejercicio de adivinación por mucho que presumamos de conocer bien la competición. Pero aunque difícil e innecesario es también divertido así que allá voy con mis apuestas sobre lo que creo que pasará, lo que sería sorprendente que pasara y lo que me gustaría como aficionado.

MVP de la temporada

Será: Lebron James. Tras rebajar su peso en casi diez kilos e inmerso en una misión de calado histórico, ni siquiera la monitorización de sus minutos anunciada por David Blatt le impedirá proclamarse con este galardón. Lebron es ahora mismo el mejor jugador de la NBA y así lo reconocerán los periodistas al final del mes de abril.

Podría ser: Lamarcus Aldridge. El cuatro más elegante, completo y distinguido de la competición es una “rara avis” que nos recuerda a los miembros de esa generación de maravillosos ala-pívots que nos dejó el cambio del milenio (Garnett, Duncan, Rasheed Wallace, Chris Webber). Bien rodeado por sus compañeros y en un entorno de trabajo y crecimiento bien podría firmar más de 25 puntos y 11 rebotes durante la temporada.

Me gustaría que fuera: Rajon Rondo. Aunque la temporada no comienza con buen pie debido a una fractura en la mano izquierda, hay pocos jugadores tan testarudos como él. Si se lo propone y está concentrado puede hacer jugar muy bien a unos Celtics que, aunque no van sobrados de talento, sí que tienen margen de progresión.

Rookie del año

Será: Jabari Parker. El pupilo de Coach K es el mayor talento de su promoción. Seguir a los Bucks entrenados por Jason Kidd tiene un aliciente fundamental: ver a este bailarín moverse sobre el parqué haciendo de todo en la cancha. Recuerda a Paul Pierce, pero puede alcanzar más altas cuotas aún.

Podría ser: Nerlens Noels. Fuera toda la temporada pasada por una lesión de rodilla, el jugador de Philadelphia pretende seguir los pasos de Blake Griffin e igualar su gesta.

Me gustaría que fuera: Marcus Smart. Una difícil infancia y un indomable carácter convierten a este producto de Oklahoma State en un auténtico luchador. La comparación salta a la vista con Isiah Thomas. Habrá que ver, claro, si además posee su talento.



Entrenador del año

Será: Steve Kerr. El viejo camarada de Jordan en los Bulls salta a los banquillos después de años sentando cátedra en televisión. Durante su carrera como jugador pudo aprender de Phil Jackson y Gregg Popovich. Si, como parece, es inteligente y sabe mover sus piezas, que no son pocas, puede conducir a los Warriors a la frontera de las sesenta victorias.

Podría ser: Erik Spoelstra. Todo lo que sea evitar una hecatombe tras la marcha de Lebron puede resultar positivo en Miami. Esto se dice, al menos, en los corrillos. Pero Riley y su joven padawan filipino tienen otros planes. Con la adición de Deng y la liberación de Bosh esperan estar entre los tres primeros equipos de la conferencia. Si lo logran, claro, Spoelstra debe ser candidato.

Me gustaría que fuera: David Blatt. Muy bien lo tiene que hacer el ex técnico de Maccabi para que los periodistas norteamericanos reconozcan sus méritos. Con la plantilla de que dispone será muy sencillo achacar todo lo bueno que pueda pasar al talento de Irving, Lebron, Love y compañía del mismo modo que cualquier mala racha será fácilmente explicada con un primer plano del entrenador.

Campeón de la Conferencia Este

Será: Cleveland Cavaliers. Puede que la adaptación sea difícil en un principio, pero para abril, si no hay lesiones de por medio, el talento habrá encontrado nexos de unión entre sí y motivaciones suficientes como para dejar a un lado el pernicioso empuje del ego.

Podría ser: Chicago Bulls. Si no es Cleveland, y más tras la lesión de Paul George, sólo puede ser Chicago. Los de la Ciudad del Viento dependerán de la salud de las rodillas de Rose, de la implicación y resistencia al envejecimiento de Gasol y de la capacidad de Thibodeau para ofrecer variedad en ataque. Con el corazón de Noah y Butler, con el tiro exterior de Dunleavy y con los buenos minutos desde el banco de Gibson y, quizá, de Mirotic, pueden contar.

Me gustaría que fuera: Más allá de la opción inviable de los Celtics mi corazón está con los Wizards, la penúltima oportunidad que ha decidido brindarse a sí mismo Paul Pierce para ganar un segundo anillo. Wall y Beal forman una dupla asesina que en nada desmerece a las mejores de la liga, como sucede también con la que integrán Nene y Gortat. Habrá que ver si la rotación es suficientemente buena y si Randy Wittman logra dar con la tecla.

Campeón de la Conferencia Oeste

Será: San Antonio Spurs. Hay tantos mecanismos aprendidos, tantos momentos de ocio compartidos, tantas sensaciones acumuladas a lo largo de los años que me resulta imposible apostar contra ellos. Popovich conoce la fórmula y, aunque al hacerla pública la comparte, no hay nadie como él en la liga gestionando una plantilla.

Podría ser: Muchos, la verdad, Trail Blazers, Mavericks, Rockets, Thunder,... pero me quedo, siendo coherente con mi elección de técnico del año, con Golden State Warriors. Curry y Thompson han madurado y progresado este verano en torno a la protección de Coach K. Bogut empezará sano la temporada y Harrison Barnes ha llegado a octubre en su peso ideal. Todo son buenas noticias en este lado de la Bahía.

Me gustaría que fuera: En este caso voy a repetirme. Mi apuesta sentimental son los Warriors, el equipo más divertido de la liga que tiene, además, por exteriores, a dos de los maestros que los entrenadores utilizamos para enseñar fundamentos de técnica individual. Cuando uno ve a Klay Thompson salir de un bloqueo y tirar o a Stephen Curry generarse el espacio para hacer un lanzamiento piensa que el baloncesto es algo muy sencillo y, sin duda, una expresión artística de incalculable valor.

Para finalizar simplemente apuntar unos cuantos factores sobre los que focalizar la atención:

1. El regreso de Kobe Bryant. Tras luchar denodadamente para recuperarse de su lesión en el tendón de Aquiles, nadie puede dejar de admirar su tesón y su pasión por el juego. Ojalá vuelva a ser competitivo y a dejarnos muestras de su talento. El tiempo y el salario que ha decidido cobrar, juegan en su contra si de ganar el sexto anillo se trata.

2. Phil Jackson y Derek Fisher en los Knicks. La Ciudad que nunca Duerme lleva varios años achacando este maldito insomnio al juego de sus Knicks. No esperen milagros en tan poco tiempo, pero sí criterio y coherencia en la toma de decisiones. Quizá vuelva a verdear el valle de aquí a unos pocos años.

3. Los españoles en la NBA. Aunque no me interesa particularmente lo que pueda hacer el producto patrio en la mejor liga del mundo hay varios centros de atención relacionados con ellos. Uno es, sin duda, la no renovación de Ricky por los Wolves. No sé lo que debe ver el de El Masnou cuando se sitúa frente al espejo, pero yo no veo, y mira que lo he defendido, más que un buen organizador de juego que puede aspirar a cobrar, en el mejor de los casos, siete u ocho millones por temporada. No doce. Buscarán opciones de anillo, por su parte, los dos hermanos Gasol (y Mirotic si lo tomamos por español) e Ibaka y tratará de acomodarse a jugar en Nueva York el bueno de José Manuel Calderón. De Claver mejor ni hablar.

4. La primera temporada completa de Adam Silver. El nuevo comisionado ha llegado con ganas de renovar un producto que funciona a las mil maravillas. Quizá tenga razón y esto no pueda mantenerse sin introducir cambios, pero desde aquí le ruego que tenga un poso de prudencia y tranquilidad. No haga nada, señor Silver, para tener que dar luego marcha atrás.

Disfruten y no se olviden de dormir. I love this game!




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Tras una larga espera






La espera se hace cada vez más insoportable. No porque hayan sido más numerosos, ni más largos, los días que han transcurrido desde la última exhibición de juego colectivo, la de San Antonio Spurs, y el izado de bandera que la conmemorará dando, a su vez, el pistoletazo de salida al nuevo curso. Ni los campeonatos internacionales, ni las competiciones continentales o domésticas son capaces de cubrir el vacío, la orfandad que nos provoca el no saber qué hacer durante la madrugada, al despertar, a mediodía o en cualquier otro hueco horadado en nuestra agenda particular de vida cotidiana para seguir la NBA, uno de los mayores espectáculos que se pueden degustar de este lado privilegiado del planeta.

Este año, además, más allá de los alicientes habituales relacionados con la propia estructura de la liga, con la calidad de sus protagonistas y el afán obsesivo por emocionar y divertir, un convulso verano nos ha regalado un otoño de luces rojizas que ha de conducirnos, a través del invierno, hasta una primavera de verdes praderas en la que Cleveland Cavaliers y San Antonio Spurs deben, si los pronósticos se cumplen, luchar cara a cara por el título. El regreso de Lebron James, vilipendiado y sometido al más sumario de los juicios tras su huida a Miami, ha devuelto la ilusión a esa ciudad gris e históricamente perdedora que es Cleveland. El Rey afronta el siguiente reto de su carrera sabiendo que cualquier cosa que no sea ganar será interpretada, con justicia, como un fracaso. Junto al base del futuro, Kyrie Irving, y el cuatro más versátil de la liga, Kevin Love, debe formar un trío que comande un conjunto no desprovisto de especialistas en el tiro (Waiters, Miller, Jones), y trabajadores no exentos de talento (Tristan Thompson, Shawn Marion o Anderson Varejao). David Blatt lo tiene todo para hacer buena su victoria en la Euroliga y demostrar, de paso, que en Europa hay mentes preparadas para conducir las pesadas naves de una franquicia potencialmente ganadora en la NBA. Veremos.

En frente, como gran candidato a revalidar el triunfo, unos San Antonio Spurs que han apostado por la renovación frente a la catarsis. Lo que sirvió en 2014 servirá en 2015 si Popovich, como nos tiene acostumbrados, consigue que sus jugadores, incluso los más veteranos, sigan reinventándose cada día hasta ofrecer un rendimiento superior. Kawhi Leonard, por ejemplo, está llamado a jugar un papel protagonista. Bastará con que asuma internamente lo bueno que es para que no se detenga la geométrica progresión que nos mostró durante la temporada pasada. A buen seguro la NBA, como negocio, seguirá sufriendo con las rotaciones de Pops para proteger las piernas de su veteranos. Pero a mí me da igual. El balón seguirá circulando por la cancha por la senda correcta y, eso sí, a mayor velocidad de la permitida.

Junto a los dos grandes favoritos una pléyade de candidatos. En el Este los Bulls parecen los más preparados para ponerle las cosas difíciles a Cleveland, pero habrá que ver si los sistemas defensivos de Thibodeau, la milagrosa recuperación de Rose y la incorporación de Gasol son argumentos suficientes para competir por el anillo. Los Wizards añadieron a su ya conocido arsenal la figura de un Paul Pierce que no renuncia, a pesar de sus 37 años, a añadir un segundo anillo en su palmarés. Con una de las mejores rotaciones interiores de la liga deberían, al menos, ponerle las cosas difíciles a cualquiera. Dolidos, por su parte, estarán los Heat tras la presunta traición de Lebron. Con la adquisición del laborioso Deng y con la liberación que debe suponer para Bosh la partida del Rey, los Heat están llamados a hacer una buena campaña, sí, pero sólo eso. Sólo se me ocurre un nombre más que añadir a la lista, el de unos jóvenes Raptors que construirán sus opciones a base de juventud, defensa y juego colectivo.

En el Oeste, como siempre, la competencia será más dura. El tríptico tejano que integran, junto a los Spurs, Mavericks y Rockets, adquirirá un papel protagonista. Los de Dallas añadieron a Parsons y a Chandler a un equipo que ya le puso las cosas difíciles a San Antonio en la primera ronda de playoffs. Rockets, por su parte, ha aligerado la rotación con la marcha de algunas sobrevaloradas divas como Jeremy Lin u Omer Asik y ha acompañado con intendencia (Trevor Ariza, Jeff Adrien) a la dupla integrada por Harden y Howard.

En el Pacífico cabe esperar una continua mejora de Portland en torno a la consolidación de Lillard y el ascendente de Aldridge, candidato claro a MVP. También los Clippers, sin lo necesario a priori para ser una amenaza, deben estar arriba durante la temporada regular, aunque sólo sea por vivir de lo que cacen en el aire los ingrávidos Griffin y Jordan. Por último, que no menos importante, citar a unos Warriors que, justo antes de mudarse a San Francisco, cuentan con nuevo entrenador, Steve Kerr, y nuevas piezas de complemento, Ezeli, recuperado tras su lesión, y Livingstone, para evolucionar desde equipo divertido a candidato al título. Aun así, todo dependerá de la salud de Bogut y de la madurez que demuestren en su juego Stephen Curry y Klay Thompson.

El otro gran candidato, claro, es Oklahoma. El equipo deberá crecer sin la presencia embelesadora de Durant, lesionado hasta el mes de diciembre. Aun así, mi apuesta pasa por un nuevo tropiezo más pronto que tarde durante los playoffs. El talento de Westbrook y Durant no será suficiente para enmascarar lo disparatado y previsible de su juego colectivo. Veremos nuevas propuestas, pero mucho me temo que se parecerán a las de siempre.

Hasta aquí, a modo de previo, las grandes líneas de la que será, seguro, una bonita temporada de baloncesto. Mañana, si todo va bien, me tiraré a la piscina y os invitaré a hacer lo mismo con pronósticos más detallados y concretos, con vaticinios llamados a no cumplirse.




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

La marca hispana





En medio de una crisis sanitaria pésimamente gestionada por nuestro gobierno que ha dado lugar a un pánico injustificado entre la población, amaneció un nuevo 12 de octubre en España, un día llamado a servir de confraternización entre todos los ciudadanos que, por cuestiones del azar, tuvimos la suerte o la desgracia, allá cada cual, de nacer en España o en algún otro territorio etiquetado, por su historia y el manejo de un idioma común, como hispano.

Amaneció gris, al menos visto desde mi cuarto, desde una óptica quizá un tanto escéptica pero siempre, o eso procuro, sincera. Gris, aunque soleado, gris, sumamente gris por lo que encierra de trágico tener que celebrar sin motivos; con los unos, bastantes, queriendo salir, y con los otros, más numerosos aún, obligando a esos unos a quedarse porque la ley es dura y, guste o no, debe cumplirse. Qué triste, y no es cosa del sueño ni de la melancolía que encierra el otoño, es ver cómo el país en el que tanto genio nació, vivió y murió, no tiene tiempo para discutir de partituras, letras o lienzos porque prefiere hablar de ministros incompetentes y de “generalidades”. Porque de la corrupción “mejor ya ni hablar”, “que son todos unos ladrones”. Pero ahí están. Y ahí siguen.

Desde este apartado lugar y sin pretender erigirme en portavoz de nada ni nadie, lamento tener que afirmar que la verdadera crisis de este país sienta sus raíces en el pesimismo con el que afrontamos los inconvenientes y en el artificialmente inflado espíritu crítico que nos acompaña, un espíritu crítico que, por lo general, hiere sin dejar cicatriz. Estas dos caras de una misma moneda, pesimismo y “criticismo”, no ayudan desde luego, a afrontar la transformación que el deporte español, y abandono ya el discurso más general, debe asumir para adaptarse a los nuevos tiempos y permanecer, así, competitivo.

De todas las historias de la Historia, la más triste de todas es la de España, porque termina mal cantan los versos de Gil de Biedma. Y no le rebato al poeta, pero matizo, terminan mal porque nunca sabemos, ni es fácil, colocar el punto y final al relato, porque nos gusta, no sé si por gen o por simple estupidez, reescribir la historia tantas veces como sea necesario hasta que ésta termine siendo, efectivamente, triste. Algo así les ha ocurrido a las selecciones de fútbol y baloncesto tras la celebración de la copa del mundo de ambas disciplinas. Qué bonito habría sido terminar el cuento en un local de Londres o en alguna plaza de Kiev, celebrando una plata olímpica y una Eurocopa, cerrando ciclos, sabiendo marcharse en lo alto y dejando simplemente el regusto agridulce en el aficionado del “qué hubiera pasado si” o del “yo creo que aún les quedaba otro campeonato”.

Pero además de cerrar etapas, este país debe aprender a enterrar a sus muertos, y con esto no quiero destapar debates políticos, sino incidir en el maltrato que muchas leyendas sufren en el ocaso de sus carreras. Aunque esto, creo, es defecto propio de deportes que mueven grandes masas de aficionados, deportes que viven en un vertiginoso y eterno presente, que no se dan tiempo para celebrar ni agradecer y que, eso sí, luego terminan contando con un enorme imaginario colectivo repleto de héroes que sufrieron el vituperio y la lapidación.

Y más grave aún, por sus consecuencias, es ese gusto tan nuestro por la crítica gratuita y no siempre bien fundada, por herir y luego, si es necesario, pedir disculpas. En el deporte es obligatorio enseñar a convivir con el error, a concebir la derrota como un acto que puede contribuir a la mejora de los individuos y los grupos. También es esto aplicable a la élite, pues el dinero, por desorbitadas que sean las cifras, no reviste de infalibilidad a quienes lo cobran. Qué poca educación deportiva transmiten los que no entienden que de un partido sale sólo un vencedor. ¿Por qué van a perder siempre los otros? ¿Por qué debe ganar España o el español? ¿En qué clase de ideología tradicional nos basamos para no aceptar la derrota como una posibilidad del deporte? Y no, la derrota no siempre es la señal de un pobre trabajo ni la muestra evidente y palpable del declive que todos, pesimistas, claro, ya habíamos anunciado. No, la derrota no debe dar pie a ataques personales o esencialistas, que agreden al ser y no a la circunstancia.


Permítanme, finalmente, un consejo para despedirme. Celebremos cada triunfo, aprendamos de cada derrota y hagámoslo con optimismo pues el fatalismo, el pesimismo y la crítica destructiva sólo conducen a la materialización del efecto pigmalión, ese que dice que los resultados vienen a ser un simple producto de nuestras expectativas.  

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Comprensión mutua





En este país cuya democracia descubre nuevos brotes de acné cada vez que se mira al espejo, en este puzzle rojigualdo que aún se pregunta, sin dejar preguntar, de cuántas piezas se compone, en este extremo suroccidental de Europa que cada vez que imita a sus vecinos del norte termina pareciéndose más a los del sur, hemos vuelto a suspender un examen. Esta vez no fueron entidades financieras las que nos auditaron ni vino el asunto a versar sobre variables económicas. La mera proclamación de Gala León como capitana de la Copa Davis removió los jugos intestinales de alguno de los principales abanderados de nuestra otrora armada invencible -reconvertida ahora en un batallón de segundones dispuestos a cubrir las vergonzosas renuncias de sus superiores-, para poner de manifiesto una realidad que yacía latente y que quien más quien menos podía adivinar: el machismo reinante en nuestro deporte. En el nuestro y en el del noventa por ciento de países del globo. No nos creamos, tampoco en esto, tan especiales.

No cabe duda de que más allá de esta primera y rápida lectura, se esconden también argumentos relacionados con la ausencia de credenciales y peso específico de esta ex jugadora profesional sin títulos en su palmarés. Los últimos capitanes habían sido referentes del tenis masculino y todo parecía indicar que el perfil buscado era el de un Ferrero o un Brugera. Por otro lado, cualquiera podría sostener aquello de que el tenis masculino y el tenis femenino se parecen tan solo en las dimensiones de la pista y en el uso de una raqueta y una bola y que, por ello, el capitán debería ser un habitual del circuito de la ATP. Sin embargo, si analizamos el papel tradicional que juegan los capitanes podemos llegar a la conclusión de que las decisiones estratégicas vienen a coincidir en un noventa por ciento con las que tomaría cualquier lego en la materia, esto es, juegan los dos mejores los individuales y después la mejor pareja de dobles posible.

El asunto gira entonces en la capacidad de motivación, en el ascendiente del capitán sobre el conjunto de los jugadores. Estoy seguro de que la mayor parte de los potenciales miembros del equipo pensaron tras la elección de Gala León: “¿Y qué me va a contar ésta a mí?” “¿Con quién ha empatado?” La nueva capitana compartirá sensación con todos aquellos entrenadores sin pasado en el deporte profesional, con esos recién llegados procedentes de otras ramas que aspiran a alcanzar un saber erudito por medio del estudio pero que carecen del conjunto de experiencias sensoriales y sociales que implica el mundo profesional (el mundo profesional masculino, en este caso, pues Gala sí que fue jugadora profesional) y a los que los jugadores, antes de aceptarlos, les pasan un concienzudo examen.

En Toni Nadal veo, además de un gran entrenador y un filósofo de su deporte, una persona misógina. Ya en su momento se quejó de que los premios fueran iguales en los torneos grandes cuando los jugadores disputaban partidos a cinco sets y las jugadoras al mejor de tres. Ahora vuelve a decir lo que piensa y de sus palabras trasciende ese sentimiento de superioridad masculina que comparte con el 90% del mundo del deporte. Pero es que en el deporte no somos iguales y por eso, aun criticando lo inoportuno del tono y elección de sus palabras, quiero entenderlas en parte.

Hoy revisité la obra firmada por Toni Nadal y Pere Mas titulada “Sirve Nadal, responde Sócrates”. En ella se compara la filosofía griega con los principios que han de orientar la formación de un deportista de élite. En el mismo prólogo nos sugiere el siguiente paralelismo: La reminiscencia es clara: nos sugiere el combate que en la antigua Grecia protagonizaban los mejores hombres de cada ejército, como el combate “hombre a hombre” de Héctor y Áyax en la guerra de Troya, cuando la caótica batalla general se interrumpe y es sustituida por un nuevo orden; es el turno de los héroes, que con su enfrentamiento decidirán el final de la contienda y que a la vez luchan por su inmortalidad y para ahorrar sufrimiento y muerte a los hombres.

No podemos pedirle al deporte que se sitúe a la vanguardia de los movimientos feministas. En su esencia está la lucha primitiva y el concepto clásico de espectáculo inventado por los griegos y perfeccionado por los romanos. El deporte es el sustituto de la guerra en las sociedades civilizadas. En los campos de fútbol, rugby o baloncesto se cruzan, con reglas definidas y primando además de la fuerza la habilidad, los ejércitos de nuestro siglo y los campos de tenis no dejan de ser “arenas” para gladiadores. Es decir, el deporte ha heredado la esencia de actividades esencialmente masculinas como la guerra, la caza o la lucha cuerpo a cuerpo. Hay una codificación genética, una evolución fenotípica adaptativa que convierte a los varones en seres más aptos para este tipo de ejercicio.

Así y aun invitando a que sigamos derrumbando techos de cristal a través de la evolución cultural, aprovecho para defender que el futuro del deporte femenino no pasa por la búsqueda obsesiva de la igualdad por la vía de la asimilación, sino por la potenciación de las diferencias en una estrategia más propia del mundo de la empresa y del marketing. No se trata de saltar tan alto, correr tan rápido o lanzar tan lejos, sino de ofrecer un espectáculo suficiente como para que el público esté dispuesto a pagar una entrada o a sentarse frente al televisor.

Me parece muy bien que pueda haber mujeres en puestos directivos o a la cabeza de cuerpos técnicos. Nada les impide reunir el conjunto de requisitos que se exigen, pero por otra parte, mi invitación pasa por la aceptación de los códigos implícitos a la práctica deportiva, unos códigos que son antiguos y rudimentarios porque no pueden ser de otra manera, porque no vamos a los estadios a escuchar violines ni poemas recitados (actividades con las que disfruto mucho, no se me malinterprete). Es el deporte, es la guerra.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS