Bad
Boys. Nunca una etiqueta fue tan ganada a pulso, tan merecida y tan
bien llevada como la que recibieron los chicos de Detroit a finales
de los años 80. Mahorn, Laimbeer y Rodman convirtieron la pintura en
cuadriláteros de lucha libre. Por su parte, Joe Dumars e Isiah
Thomas nunca escatimaron zarpazos, físicos y también verbales, a la
hora de defender a sus adversarios. Menos aún John Salley, apodado
como la Araña por la omnipresencia de sus brazos.
En esa
época dorada del basket, al menos para los historiadores y los
nostálgicos, todos los equipos eran reconocibles por su estilo de
juego. Ya podían jugar los Lakers vestidos de azul o estos Pistons
disfrazados de niñas buenas que cualquier aficionado, tras el primer
minuto de juego, podría reconocer su verdadera identidad.
Precisamente
en busca de una identidad andan los Detroit Pistons actuales, una
franquicia joven que quiere devolverle a la ciudad el lustro del
polvo que la cubría antaño, una contaminación baloncestística que
haga más llevadera la ausencia de trabajo ahora que la General
Motors y tantas otras empresas le han dado la espalda a la otrora
esplendorosa Detroit.
Han
pasado cinco años desde que los ecos del quinteto que les diera el
título de 2004 reverberaran por última vez en Auburn Hills. Aquella
derrota en la Final de Conferencia frente a los Celtics abrió un
período de reconstrucción que ya parece culminado. Al menos en
cuanto a nombres. A falta de un gran movimiento, ya sea a mitad de
temporada o durante el próximo verano, aprovechando los contratos
moribundos de Villanueva y Stuckey (17 millones de dólares entre
ambos), la plantilla pinta bien.
La
apuesta de Maurice Cheeks para el banquillo genera dudas. Si durante
su etapa como jugador fue el pegamento que necesitaban aquellos
Sixers de Erving para aspirar al anillo, como entrenador ha tenido
que jugar roles diferentes, casi siempre de pacificador o maestro, en
equipos muy jóvenes y con resultados más bien modestos. De hecho,
tras una etapa más bien gris en Philadelphia, su carrera se ha
revalorizado al actuar como asistente durante los años del despegue
de los Oklahoma City Thunder.
No será
el entrenador el único que deba someterse a una reválida. También
lo harán Josh Smith y Brandon Jennings, las últimas apuestas de un
General Manager, Joe Dumars, que también sentirá la espada de
Damocles sobre su nuez. Y es que pese a ser el principal responsable
de la formación del último equipo ganador de la ciudad, también lo
fue de elegir en uno de las promociones más fértiles de la
historia, un talento tan dudoso como el de Darko Milicic. ¿Qué
hubiera sido de aquellos Pistons de 2004 con Carmelo, Bosh o Wade en
sus filas? Nunca lo sabremos.
Lo
cierto es que si Bynum y Stuckey serán dignos complementos de la
incógnita, que no incógnito, Jennings, el hijo pródigo Billups
puede ser su gran mentor. Habrá que ver si el base nacido en Los
Ángeles es algo más que humo, marketing enmascarado de base tirador
(a veces anotador) cómodamente asentado en su rol. Singler aportará
fundamentos y ética de trabajo en el perímetro. Ojalá pueda seguir
su ejemplo Caldwell-Pope, un novato repleto de cualidades del que el
tiempo nos dirá hasta dónde puede llegar. Sin embargo, todo está
en manos de Josh Smith, un 3-4 versátil, zurdo y saltarín que a lo
largo de su carrera en Atlanta ha demostrado que puede jugar bien al
baloncesto. Nada más.
A pesar
de la incorporación de Smith, el peso de la franquicia reposará en
la calidad de Greg Monroe y en los centímetros e intimidación de
Andre Drummond. Con esta particular dupla de hombres altos los
Pistons deben ser claros candidatos a entrar en playoff para después
ponerle las cosas difíciles a cualquiera.
Después
de este rápido repaso cualquiera podría afirmar que las piezas
están ahí, que los nombres suenan de maravilla ya sean leídos de
derecha a izquierda o de adelante hacia atrás. Y aun así, aceptando
que esto es así y que no vale darle vueltas, el pálpito me dice que
sucumbirán ante la presión, que no podrán gestionar la
responsabilidad que supone representar a una franquicia histórica
con tantas batallas vencidas en el zurrón. El problema es que estos
chicos son buenos, demasiado buenos. Casi tanto como aquellos, que
aún siendo buenos, muy buenos, entendieron que para ganar hacía
falta ser malos. Muy malos. Y a fe que lo fueron.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
2 comentarios:
Cualquier equipo que tenga en sus filas a JENNINGS o SMITH está destinado a ser un fracaso, más aún si están juntos. Son horrorosos, inestables dentro y fuera, un base chupón (y fallón en el 70% de los días) y un hombre alto indefinido en posición y sin nadie al volante.
Es una lástima por lo prometedores que son Drummond y Monroe. Espero que salgan de ese agujero pronto.
brazos
Estoy de acuerdo en lo básico, pero te aseguro, Javi, que hay varias franquicias deseando estar en este mismo agujero: dos grandes con proyección, dos jugadores (los que citas) con cierto valor de mercado para un posible traspaso y margen salarial a final de temporada cuando expiren los contratos de Stuckey y Villanueva. Y ojo, a ver qué pasa con el rookie.
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