Messiánica
(que no mesiánica). Dícese de toda actuación encaminada a la
consecución de un estado de ánimo en paz con uno mismo y con el
entorno que pasa por gozar de ciertos privilegios en el marco de una
organización tales como el de nombrar a dedo a entrenadores,
compañeros, altas y bajas para después llenarse la boca proclamando
su dedicación completa a los fines y objetivos del colectivo. De
esta actitud sólo pueden pecar jugadores que son o creen ser dioses
porque de lo contrario esta actuación pasaría de ser considerada
una muestra de liderazgo a llamarse, con todas sus letras,
caciquismo.
El
fichaje de Seth Curry por los Golden State Warriors me ha recordado a
la llegada de Charles Oakley a los Bulls (y al órdago que luego
Jordan lanzó a la directiva cuando le traspasaron por Horace Grant)
o al frustrado traspaso que Seattle y Chicago tenían apalabrado
entre Shawn Kemp y Scottie Pippen, a la salida de Shaquille de los
Lakers o al fichaje de Tata Martino por parte del Fútbol Club
Barcelona. Estamos ante una maniobra de la emergente estrella
Stephen, hermano mayor del involuntario protagonista, para
conseguirle un contrato a alguien de su confianza y, de paso,
demostrar su poder en el seno de la franquicia. Lo que ocurre es que
estas muestras de nepotismo son una daga de doble filo pues, además
de levantar suspicacias, añaden una presión extra sobre el pujante
jugador y la pusilánime directiva.
Se lo
dice alguien que ha disfrutado con el juego del menor de los Curry en
la universidad de Duke, que comprende, además, la insistencia de
Jordan por retener a Pippen e incluso los delirios de grandeza que
llevaron a Kobe a plantearle a Mitch Kupchak la fórmula del “o él
o yo” en su relación con O´Neal. También puedo entender que
Messi haga lo que le dé la gana. Más aún si el barcelonismo y sus
propios compañeros se lo permiten hasta el punto de que para ellos
el placer no consiste en jugar en el Barcelona, sino al lado de esta
divinidad del fútbol.
Pero de
estos roles extendidos, de jugadores con plenos poderes, se viene
hablando desde que el deporte es deporte. La nómina de amos del
vestuario es extensa siendo el ínclito Fernando Hierro, quizá, el
más famoso de todos ellos por su afición a jugar a “hundir la
flota” con entrenadores en vez de barcos.
El
asunto Seth Curry, jugador que sonaba, por cierto, para el Barcelona,
puede ser, si así lo estiman, menor, una simple concesión a la
estrella que no va más allá. Sin embargo, el trasfondo de la
cuestión no es asunto baladí, menos aún cuando queda en entredicho
la autonomía de managers y gerentes para desempeñar su función. Y
es que al igual que el principio de la división de poderes ha de ser
inviolable en el marco de una democracia, del mismo modo deben
respetarse las parcelas en el seno de una organización empresarial y
deportiva. Porque invadir terrenos supone menoscabar la confianza y
hacer de menos el trabajo de quienes están llamados a hacerlo.
Porque, y esto es lo más grave de todo, pensar en uno mismo y no en
el fin común supone sembrar una semilla que si se sigue regando
derivará en una planta sumamente venenosa y carnívora.
Ojalá
nada de esto ocurra en los Warriors, equipo de moda en la liga por su
propuesta de baloncesto ágil y carente de retrovisores. Aun así
invito al reverendo Jackson a mediar en estos arranques de ego antes
de que sea tarde, antes de que el equipo de la Bahía pueda quedar
convertido en aquellos Blazers de principio de siglo o aquellos
Lakers de 2004 llamados a arrasar a los Pistons en la final de la NBA
para luego caer con estrépito, no por nada, sino por los recelos y
envidias de quienes no supieron asumir su papel.
Os dejo con esta entrevista esperpéntica, con la actitud "messiánica" de Howard y la dignidad, pesada carga en ocasiones, de Stan Van Gundy.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS