Es Lebron, estúpido





Para todos aquellos para los que la vida es aquello que pasa entre el primer partido y el último de las finales de la NBA hoy es una noche especial. Tras ochenta y dos partidos de temporada regular y tres rondas de playoff, los dos mejores equipos del mundo del baloncesto se enfrentan entre sí poniendo sobre el tablero dos conceptos y filosofías diferentes.

El camino, aunque más plácido el de los tejanos, ha sido largo. Lejos quedan ya las sesenta y seis victorias en temporada regular de los Heat, su racha de partidos consecutivos (la segunda mejor de la historia con 27) y, también, aunque sólo hayan transcurrido tres días, la dura serie contra Indiana. Lo mismo le sucede a los Spurs, quienes a base de contención y metrónomo han sabido medir sus fuerzas para llegar a junio con el tanque de la gasolina intacto y las articulaciones de sus mejores jugadores en su sitio. Sin embargo, todo eso es pasado, bonitas historias que sólo se recordarán si el resultado final es el de una victoria.

Los dos métodos de los que Heat y Spurs hacen gala se han mostrado eficaces hasta la fecha. La lluvia de estrellas que cayó sobre Miami en el verano de 2010 fue la antesala de un amanecer brillante para la franquicia. Tres son ya las finales consecutivas para los Heat y si los Mavericks cogieron aún tierno el proyecto, los Thunder de Durant pudieron comprobar de primera mano su fortaleza. Sin embargo, no debemos caer en el error de pensar que es éste un asunto de tres, pues ni Wade es el que era ni Bosh lo que algún día pareció que iba a ser. No estoy seguro de lo que dice la estadística, pero los verdaderos camaradas de Lebron son Chalmers, Cole, Andersen, Battier, Allen, Mike Miller y, sobre todo y por encima de todos, Udonis Haslem. Dentro de este mosaico de roles secundarios todos tienen definida su función. Es mérito del señor Spoelstra tener a la plantilla preparada y siempre dispuesta para echar una mano. Es mérito también de este entrenador de origen filipino la consistencia defensiva del equipo y la cantidad de recursos tácticos de la que hacen gala en esta mitad del parqué. Sin embargo, todo lo demás, que es bastante, es asunto de Lebron.

En este momento de su carrera, tras diez años de trabajo diario y mejora constante salpicados de aprendizajes más o menos dolorosos, Lebron James es el mejor jugador del planeta. Su impacto sobre el juego es tan notable que nadie podría dudar de que los Bobcats o los Kings podrían pasar de las sesenta victorias adquiriendo sus derechos. Lebron defiende como lo hacía Pippen, corre la cancha como la corría Worthy, pasa como lo hacía Oscar Robertson e intimida tanto como intimidaba, y no es blasfemia, Michael Jordan. Poner la bola en sus manos sí que es una operación rentable. Sobre todo si lo comparas con los bajos riesgos que conlleva.

Se lamentaba el propio Lebron, en una entrevista reciente, por la ausencia de un jugador de su nivel con el que haber establecido una rivalidad a lo largo de los años que pudiera ser recordada pasadas las décadas. Sólo Kevin Durant, si los Thunder consiguen rodearle de jugadores de garantías, parece tener las condiciones. Lo que parece claro es que durante toda la serie final el “6” de los Heat no se enfrentará cara a cara con un ídolo de similares proporciones. Pasarán por su defensa Danny Green, Kawhi Leonard e incluso el propio Manu Ginobili. Rezarán, todo lo más, para que no meta sus lanzamientos exteriores, momento en el que frenarle se convierte ya en un acertijo indescifrable.

Si un nombre hubiera que poner en el otro lado de la balanza para equilibrar el peso que carga sobre sus hombros Lebron James, éste sería el de Greg Popovich. El entrenador de los Spurs es la cabeza visible de un proyecto por el que parecen no pasar los años. Tras seis años en el apeadero, los de San Antonio se suben de nuevo al tren de las finales y, si hacemos caso a los precedentes, no suelen bajarse hasta la última estación. La estabilidad del modelo de los Spurs ha evitado transiciones traumáticas, pérdidas de estilo y comeduras de coco. Cambian los nombres, pero permanece la esencia. Aun recuerdo la temporada 2002-2003, la primera que seguí casi a diario a través de la televisión vía satélite. Por los Spurs Parker-Bowen-Jackson-Duncan y Robinson. Sexto hombre, tras labrarse palada a palada la confianza en su año rookie, Manu Ginobili. También tengo muy presente la 2004-2005 con el argentino simplemente sublime. El papel estelar lo heredaría Tony Parker en las finales de 2007. En los tres anillos tres nombres: Parker, Ginobili y Duncan. También Bowen, pero entiéndase lo que pretendo decir. Los demás jugadores iban y venían. A veces eran Malik Rose y Kevin Willis los que ayudaban en posiciones interiores y en otras ocasiones eran Oberto y Robert Horry los que cumplían con el trabajo sucio. Un año jugaba de alero Jackson, otro Barry y otro Finley. En fin, que en los Spurs podríamos jugar bien hasta tú y yo. Ello, entre otras cosas, gracias a Tim, Siglo XXI, Duncan. El para mí mejor cuatro de la historia apura sus últimas bocanadas de aire actuando como pegamento. Aun con problemas personales a sus espaldas, el desgarbado jugador de Islas Vírgenes es un manual de instrucciones viviente sobre lo que significa jugar al baloncesto en los Spurs. Y es que no todo el mundo entiende lo que significa desplazar el balón a la velocidad con la que lo mueven los de San Antonio de lado a lado de la cancha, dentro y fuera de la zona y siempre con buen criterio y sumo gusto.

Creo que es por estos motivos que leo a la gente apostar por los Spurs. Desde luego, si éste, como hemos debatido en otras ocasiones, fuera un juego de entrenadores, filosofía y estilo, de dogmas e incluso de juego en equipo, ellos serían los favoritos. Sin embargo, parafraseando a Gary Lineker y su famosa frase “el fútbol es un juego inventado por los ingleses y en el que siempre ganan los alemanes”, yo digo, y afirmo, y creo no equivocarme, que el baloncesto es un juego inventado en Estados Unidos y en el que siempre ganan los que juegan con el extraterrestre. Y en este caso son los Heat. Es Lebron, estúpido, que diría Clinton. Que nadie se dé por aludido y que todo el mundo disfrute de las finales. No volverán hasta el año que viene.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho Juanjo, buen resumen.

Una única discrepancia: Es Duncan, amigo. En el primer partido 20 puntos, 14 rebotes y 3 tapones... ¡Y victoria!

Y sí, Lebron da miedo.

Abrazos

Dani Legend

Anónimo dijo...

Gran entrada Juanjo.
Balones a Lebron
Pablo , legend

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