Lo
confieso. No soy un fan del baloncesto femenino, no me emociona esta
versión por fotogramas y a ras de suelo de nuestro deporte. Vi el
partido hojeando el último libro de Daimiel porque consideraba que
no me perdería nada conjugando ambas actividades y, tras los
cuarenta minutos, creo poder reconstruir escena a escena lo sucedido.
Mientras
escribo releo los pasajes anteriores y procuro matizar cada una de
las afirmaciones pues no pretenden ser, ni parecer, misóginas.
Valoro, no lo duden, cómo las nuestras dominaron las facetas
principales de este juego, el rebote y el ritmo de partido, cómo
defendieron con agresividad durante la primera media hora para
después replegarse en una zona que las francesas “atacaron” con
una inocua circulación de balón. Reconozco cómo la importancia del
gesto, del detalle, marca la diferencia en un baloncesto más
igualitario, menos marcado por las diferencias hormonales y
musculares que impone la raza en su versión masculina.
Raza
que, sin embargo, también quiso ser factor esencial en este
Eurobasket. Sin esa antillana de cuerpo fibrado y piel oscura llamada
Sancho Lyttle las opciones del combinado español se hubieran
resentido notablemente. Las españolas no hubieran podido correr con
esa juvenil inconsciencia ni haber defendido con esa agresividad
felina de no haber tenido bajo su aro a una de las reboteadoras más
incansables del panorama internacional. Su defensa en el poste medio
y su capacidad para anotar los tiros decisivos le hicieron merecedora
del galardón a la mejor jugadora.
Este
trofeo también lo pudo levantar Alba Torrens. La balear, imparable
en transición y acertada en el tiro, constituye un ejemplo más, una
nueva muesca para la esperanza de todos aquellos que luchan y padecen
para volver a pisar una cancha después de una grave lesión de
rodilla. No noté nada diferente en sus gestos. Bien podría haber
reconocido en sus cambios de mano y en sus finalizaciones a la Alba
que nos deleitó hace unos años en Würzburg. Qué bueno que
volviste.
Entiendo
que hoy sea un día de celebración entre los directivos y
entrenadores de la Federación. La victoria de esta noche supone la
culminación de lo que fue un largo proceso de experimentación que
cada verano se amortiza con óptimos resultados. Todo ello gracias,
también, a los clubes y entrenadores que invirtieron su tiempo en la
formación de estas chicas. Todo ello, no lo olvidemos, favorecido
por el abandono que los deportes de equipo están sufriendo en la
vieja Europa del Este, en el antiguo bloque soviético. La irrupción
del individualismo en las pautas de comportamiento de los ciudadanos
de estos países y la apertura a mercados alejados del mundo del
deporte, hace que los mejores talentos atléticos, que esas barbies
de brazos eternos se dediquen a hacer fortuna en el tenis, las
pasarelas de moda de París o Milán o en los estudios de Hollywood.
Toca
felicitar a Mondelo y a su equipo técnico. Le critiqué por su
tiempo muerto ante Suecia, excesivo y sobreactuado, a todas luces
innecesario. Pero una anécdota no puede alterar una impresión
general que es sobresaliente. Mondelo, seguro de sus capacidades y
aplicado en el estudio, no tiene miedo de interactuar con sus
jugadoras. Se sabe maestro aun dentro de un grupo con fuertes
personalidades, con vacas sagradas que aún llevan restos de sangre
inocente en sus manos.
De
ellas es también este título. Elisa Aguilar y Amaya Valdemoro
transmitieron experiencia y sabiduría aceptando, al fin, con la
humildad necesaria, el imprescindible paso del testigo. Ellas conocen
el secreto y la Federación, hábil en estas tareas, sabrá
reconvertirlas en uno de sus mejores activos.
Fue un
bonito triunfo que nos devuelve a la élite europea veinte años
después. Ojalá implique un mayor reconocimiento y una mayor
implicación por parte de las jóvenes de nuestro país. Y es que
aunque siga sin emocionarme el baloncesto femenino, qué bueno sería
que los modelos a imitar de nuestras adolescentes fueran Sancho
Lyttle o Alba Torrens. Que los valores de referencia fueran la
humildad y el sacrificio. El esfuerzo. La multiplicación solidaria y no la
división egocéntrica y vulgar que vomitan algunos canales de
televisión.
UN
ABRAZO A TODOS Y FELICIDADES A LA SELECCIÓN FEMENINA DE BALONCESTO