Hay
ciudades en el mundo, más aún en el radio de acción del clima
mediterráneo, que enseguida ven alterada su normalidad a causa de
una pequeña cortina de agua. Arquitectos y urbanistas miran a otro
lado y silban mientras los semáforos se averían y las tuberías
revientan. Pues bien, Salamanca es una de ellas y, ayer, a eso de las
siete de la tarde, el cinturón que rodea al casco histórico era la
viva metáfora del caos.
Yo me
dirigía a Santa Marta, municipio satélite ubicado en la ribera sur
del crecido río Tormes para dirigir un par de entrenamientos con los
chicos y chicas del club. En la mente de todos, aunque el pabellón
de Wurzburg no se encuentre demasiado próximo, estaba el segundo
partido de la final de la Liga Femenina en el que el Perfumerías
Avenida, equipo enseña de nuestra ciudad, aspiraba a alzarse con el
campeonato. A botepronto, y sin pretender entrar en detalles,
recuerdo haber hablado, en esas dos sesiones de entrenamiento, de
balance defensivo haciendo hincapié en lo más básico de este
apartado del juego que es correr hacia atrás hasta situarnos por
debajo de la línea del balón (es decir, siempre entre el balón y
nuestra canasta). También insistí en la resolución de la
superioridad más básica de nuestro deporte, el dos contra uno,
poniendo el énfasis en que el jugador con balón no debe
desprenderse de la bola (es más, su única ambición debe ser meter
canasta) hasta verse realmente defendido (aprendiendo a diferenciar
fintas defensivas, de verdadera defensa) y en resolver esta acción
en un máximo de un pase. Después de repasar nuestro juego ofensivo
y de citar a los chicos para la salida del autobús de mañana hacia
Ávila me dirigí de vuelta a casa en lo que resultaría un trayecto
mucho más plácido que el de ida de unas pocas horas antes.
Salamanca había recuperado su ser y volvía a mostrarse como ese
lugar acogedor al que siempre puede uno regresar.
A un
par de kilómetros de distancia, en cambio, en ese pequeño teatro de
los sueños que lleva por nombre el del municipio “hermano” de
Wurzburg (Salamanca y Wurzburg son ciudades hermanadas), donde creció
como jugador un tal Dirk Nowitzki, se estaba gestando una nueva
página para la leyenda azulona. El Perfumerías Avenida, con una
plantilla muy limitada y en pleno proceso de ajuste de cinturón,
limaba punto a punto la renta con la que Rivas se había marchado al
descanso. Víctor Lapeña, al más puro estilo Xavi Pascual, se
apuntó al carro de la defensa zonal y apeló al espíritu de sus
jugadoras para lograr la remontada. En cada tiempo muerto, esto lo
escuché a través de la radio, fijó un objetivo cercano y próximo
para que lo abultado del marcador no supusiera una barrera insalvable
para la autoestima de sus jugadoras. Porque ir perdiendo a falta de
un cuarto por diez puntos no es lo mismo que tener que remontar tres
puntos cada tres minutos y algo. Bueno, es lo mismo, pero no es lo
mismo. Ya me entendéis.
La
actitud optimista y positiva de su técnico caló en las jugadoras.
Su defensa en zona nunca cayó en la temida apatía y el rival,
Rivas, nunca supo cómo atacarla. El equipo madrileño empezó a
sentir la presión de jugar ante 4.000 aficionados y a las jugadoras
más importantes, salvo a Gorbunova, les pudo el escenario y, cómo
no, también el miedo a perder. Atenazadas por los nervios, los
fallos se sucedían en algo que no va en detrimento de la
profesionalidad de este deporte pues, no lo olvidemos, es nota común en cualquier cita
deportiva de relevancia.
Pues
bien, retornemos a los asuntos importantes, al balance y los dos
contra uno. Rivas, con un punto arriba en el marcador y con la
fortuna, o imprevisión, de que su rival apenas llevaba cometida una
falta en todo el cuarto, podía agotar la posesión y dejar al
Perfumerías con un margen de unos 5 o 6 segundos (resulta que la RAE
ha eliminado la tilde de la “o” situada entre cifras). Podemos
estar de acuerdo en que son un mundo. Podríamos recordar, incluso,
como en mucho menos tiempo Marcelinho le clavó un triple decisivo al
Madrid en la pasada final de liga o como en muchísimo menos tiempo
aún, cuatro décimas, Derek Fisher cambió el rumbo de una serie de
playoffs entre Lakers y Spurs. Pero lo que nunca puede pasar es que
el último ataque en contra, cuando llevas un punto de ventaja y
tienes en tu mano forzar un tercer partido, sea un tres contra uno.
Es inexplicable el exceso de celo con el que cargaron el rebote
ofensivo las chicas de Rivas, como inexplicable, aunque comprensible,
fue la manera de solucionar la superioridad que eligió una jugadora
de la talla de Marta Fernández. El balón salió de sus manos como
si quemara, pero le regresó antes de que pudiera respirar profundo
y, claro, falló una canasta debajo del aro que fue la antesala de un
rebote ofensivo, en realidad dos, esta vez sí bien cargado, que
culminó en una falta al límite de tiempo.
Entonces,
el colegiado principal, en ausencia de “instant replay”, actuó
guiado por la prudencia pidiendo la opinión de su auxiliar y la de
los oficiales y auxiliares de mesa para concluir que la personal se
había producido justo dentro del tiempo reglamentario. Y sí, esta
vez las imágenes le dieron la razón, pero qué injusto hubiera sido
lo contrario, que el trabajo de una temporada pudiera verse alterado
por una decisión basada más en la intuición que en los
fundamentos. Tecnología sí, gracias.
Fue en
ese momento cuando el baloncesto se convirtió de pronto en fútbol.
Los dos tiros libres de la señora Willingham con el tiempo agotado
ahogaron la respiración de los asistentes al cobrar el cariz de una
pena máxima. El único portero, eso sí, que podía detener los
lanzamientos se llamaba presión y era invisible. Por suerte para el
Perfumerías Avenida y para su fiel afición, ni siquiera hizo acto
de aparición. Los dos “penaltys” entraron por el centro del aro
para que el guión de este histórico trhiller no resultara
exagerado. Pero lo fue.
Exagerado
el guión como exagerado el éxtasis en el que se vio inmerso una
ciudad que, apenas unas horas antes, era incapaz de autogestionarse
a causa de un pequeño chaparrón. Así es Salamanca, la ciudad del
arte, el saber y los toros, la ciudad donde el baloncesto, al menos
en su versión femenina, se degusta en tardes memorables como la de
hoy, la de un 26 de abril para el recuerdo.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
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