Como
un buen Celtic, orgulloso y testarudo, Rajon Rondo se presentó en la
sesión de tiro del equipo el mismo domingo por la mañana con una
bolsa de hielo alrededor de su muslo derecho. Doc Rivers y todos los
miembros del staff técnico pensaban que se trataba de una sobrecarga
en el cuádriceps y no se preocuparon en exceso por la salud de su
base. Fue entonces cuando Brian McKeon, el especialista en dar malas
noticias, le comentó al entrenador su particular impresión acerca
de la rodilla derecha del siempre genial Rajon Rondo. Ligamento
cruzado anterior. Baja para toda la temporada.
El
número 9 de los Celtics, entre incrédulo y apesadumbrado, quiso
resistirse a aceptar el diagnóstico. “No me duele demasiado como
para que sea el ligamento cruzado”. Aun así, veinticuatro minutos
antes de que comenzara uno de los duelos más esperados por la
afición del TD Garden, Rondo asumió que no estaba bien y acudió al
hospital para hacerse unas pruebas. Tras éstas, y de regreso a la
instalación deportiva, un periodista le detuvo y le dijo: “Ey
Rajon, están anunciando que tienes el ligamento cruzado anterior
roto y que eres baja para toda la temporada”. Ofendido, éste le
respondió: “Si ni siquiera se conoce el resultado”.
El
resultado fue el esperado. No hubo sorpresas. La lesión se produjo
durante el partido anterior en Atlanta y aun así se mantuvo durante
doce minutos en pista con el ligamento destrozado. Otros lo habían
hecho antes, pero aun así su esfuerzo no deja de sorprender. No, al
menos, a su entrenador, quien recuerda cómo vivió esta misma
pesadilla en sus años como jugador: “Caí al suelo y permanecí
llorando unos cuantos segundos como si fuera un bebé”. No hubo
lágrimas, en cambio, para Rondo, quien terminó de firmar en Atlanta
el que será el último triple doble de la temporada y el último en
unos cuantos meses.
Ahora
que Ricky Rubio está en pleno proceso de recuperar sensaciones y a
poco más de un mes para que Derrick Rose regrese a las pistas para
volver a aprender a jugar al baloncesto, otro ligamento roto se ha
empeñado en dejarnos sin uno de los jugadores más espectaculares
del campeonato. En este caso, el ejemplo a seguir ha de ser el de
Blake Griffin, quien no pudo disputar ni un solo partido en el que
iba a ser su año rookie para regresar con más fuerza y ambición
hasta convertirse en uno de los mejores jugadores interiores del
campeonato.
La
lesión de Rondo ha caído como una daga en el corazón de los
aficionados de los Celtics. Sin embargo, la victoria de ayer ante
Miami nos enseña, una vez más, que la fe en uno mismo es un eficaz
antídoto contra los infortunios. Sin embargo, hasta el más
optimista seguidor del equipo puede adivinar que la temporada ha
tocado a su fin. Pierce y Garnett tirarán de orgullo, pero el
depósito de gasolina está a punto de quedar agotado. Sin su guía
estos Celtics que ya navegaban a la deriva serán presa fácil para
los cocos de la conferencia. Danny Ainge moverá el mercado, pero hay
poco que ofrecer. Y no, a los que presumimos de ser verdes y de
sentir como tal, no nos gusta la idea de ver a Pierce terminar su
carrera en Memphis. Graceland será un santuario para los amantes de
la música, pero un cementerio de lo más vulgar para las estrellas
del baloncesto. La carrera del 34 debe terminar donde empezó, en las
antípodas de lo que dictaba su corazón, en el polo opuesto del
lugar donde se crió. Y es que este chico que aprendió a vivir en
Inglewood, uno de los barrios más peligrosos de Los Ángeles, se ha
hecho un hombre y una estrella jugando para los Celtics, elevando el
nivel de su juego cuando las cosas más se torcían para su equipo.
Ayer, en un partido agónico, rodeado de circunstancias extrañas y
con Ray Allen de regreso enfundado en una camiseta que huele a
traición, Paul Pierce firmó un triple doble y condujo a su equipo a
una fantástica victoria ante los poseedores del anillo.
Garnett
y Pierce se encargarán de que no haya lamentos ni autocomplacencia,
de que en cada sesión de entrenamiento de los Boston Celtics se
respire optimismo y disciplina. Con su sudor y su sangre les
recordarán a los compañeros que sobre el parqué que tienen la
suerte de pisar en cada noche de partido se hicieron un nombre Cousy,
Russell, Havlicek, Cowens, Bird, McHale y tantos otros. Y es que no
basta con ser un Celtic. Lo demostró Rondo con su testarudez y amor
infinito a ese trébol de tres hojas. Hay que actuar como un buen
Celtic. Y eso es mucho decir.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
1 comentarios:
Te imagino escribiendo con lágrimas en los ojos... jajajaja
Ánimo Ainge es un crack y moverá bien (cosa que no ha hecho estos 2 desastrosos años), ahora tiene excusa. Creo que Pierce no se va ni de broma (si aún queda honor y lealtad en Boston), creo que será Terry, Green u otros en plural. El movimiento puede ser el 1º de varios de aquí al regreso de Rondo, es la ocasión de reestructurar manteniendo a Pierce, lo de Garnett no lo tengo tan claro.
Veremos.
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