Perdonen
la tardanza. Los quehaceres cotidianos han absorbido gran parte de mi
tiempo y aunque el baloncesto ha estado más que presente en el día
a día, en estas últimas fechas no he sido capaz de encontrar el
momento perfecto para que las musas me pillasen trabajando frente al
teclado de mi ordenador. Reconocido este vicio, esta falta de
disciplina que me descarta como escritor y me condena a eterno
juntaletras, quisiera arriesgarme una vez más a publicar en esta
ventana abierta al mundo desde la que emana un fuerte aroma a
baloncesto.
Y si
de aroma a baloncesto hablamos, una región del planeta reclama
protagonismo y se autoproclama como una de las catedrales de nuestro
deporte. Son los Balcanes, ese mosaico multicolor en el que la
convivencia no siempre fue fácil, un lugar de paso, de encuentro y
desencuentro entre culturas y religiones de diversa índole donde
diversos tiranos, desde Alejandro hasta Slobodan Milosevic han
querido imponer sus ideas haciendo caso omiso a la importancia de los
medios y al valor de la vida humana.
Yugoslavo,
serbio, montenegrino y desde 2010 también español. Todas estas
nacionalidades ha poseído o posee uno de las perlas más brillantes
de la actualidad. La evolución geopolítica de la región hizo que
Podgorica, ciudad natal de Nikola Mirotic, pasara de ser una de las
ciudades emblema del régimen del mariscal Tito (no en vano era
conocida como Titogrado) a la capital de la República de Montenegro
después de que el 21 de mayo de 2006, vía referéndum, la mayoría
de la población montenegrina aprobara su independencia respecto a
Serbia.
El
número 12 del Madrid comparte el patronímico -ic (“hijo de”
similar al -ez español) con otros grandes del baloncesto en la
Antigua Yugoslavia. No os resultarán indiferentes apellidos como
Delibasic, Dalipagic, Kikanovic, Slavnic, Vrankovic, Perasovic,
Danilovic o Djordjevic entre tantos otros. Todos ellos contribuyeron
a los innumerables éxitos de un programa baloncestístico, el de la
federación yugoslava, comandado habitualmente por verdaderos
jerarcas, por comandantes reconvertidos a entrenadores de baloncesto
que respondieron a nombres como los de Zeravica, Cosic y,
especialmente, Dusan Ivkovic.
Sin
embargo, más allá de las raíces y el apellido, del gen competitivo
y de la ambición que le ha llevado a trabajar sin descanso cada
verano para ser mejor cada día, lo cierto es que Nikola Mirotic es
un producto español, uno de los pocos aciertos recientes de una
cantera, la del Real Madrid, que llevaba años, casi décadas, sin
producir un talento a la altura del desafío.
En la
anterior relación de nombres olvidé uno a propósito. Se trata de
uno de los apellidos más ilustres de la historia de nuestro deporte.
Hablo de Petrovic, de Drazen, del para muchos mejor jugador nacido en
el viejo continente. Cualquier comparación en este sentido
resultaría absurda. Todos los parecidos se resumen a la caída de
ojos o a la nariz un tanto desfigurada que define a ambos rostros.
Drazen es un icono al que la muerte le robó años de baloncesto a
cambio de la eternidad. Una eternidad que quizá se hubiese ganado
también en la pista compitiendo de tú a tú contra Michael Jordan.
Nikola, por su parte, más allá de ser, también, un talento precoz
y de esos rasgos físicos ya mencionados, no tiene ese genio que
definía al mito de Sibenik. Es un jugador de equipo, producto de una
época que probablemente no comprendería el individualismo voraz de
Drazen, sus malas artes y su afán por ganar de cualquier manera.
Nikola
es Nikola, un diamante por pulir que pasa peor que Kukoc, que tira
peor que Drazen, que se mueve peor que Divac en el poste bajo y que
no tiene el potencial físico de un Vrankovic (por la altura) o de un
Gurovic (por lo atlético), pero al que es difícil pillar en un
renuncio en cualquier aspecto técnico. Nikola es Nikola, un jugador
de equipo a la española con unas manos extraordinarias capaces de
atrapar cualquier melón y con un sentido táctico muy desarrollado.
Su progresión nadie la conoce y es que a sus 21 años es ya titular
indiscutible de un proyecto deportivo que huele a Final Four. Su
capacidad para jugar dentro y fuera, para anotar desde cualquier
rincón de la pista y para defender a jugadores de diferente
tipología deberían conventirle en un fijo en las futuras
convocatorias de Sergio Scariolo. Se resuelva o no el tema de los
jugadores naturalizados creo que Mirotic es más jugador que Ibaka y
que sobre sus hombros ha de recaer la responsabilidad de darle relevo
a la inolvidable generación del 80. Mirotic está llamado a
conformar una columna vertebral hecha de oro y brillantes junto a
Ricky. Por su edad, capacidad de trabajo y talento innato están
llamados a garantizar éxitos futuros en un país que digeriría muy
mal una sequía después de un período marcado por la abundancia. Y
es que, para nuestro goce, el último gran -ic habla castellano.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
1 comentarios:
Su progresión nadie la conoce. Parece que ha sido inteligente al gestionar las expectativas que genera, y va creciendo lento pero seguro. Su carácter es dulce en apariencia, pero supongo y espero que su tensión compettiva sea balcánica. Y creo que hemos de disfrutarlo, porque cruzará el charco..en cuanto quiera.
Un abrazo, Juanjo, espero que tdo vaya bien :)
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