No
estoy seguro de ello, pero tras varios Juegos Olímpicos con la mosca
detrás de la oreja, esta XXX edición me ha confirmado que Alejandro
Blanco, el presidente del Comité Olímpico Español tiene mano en la
conformación del calendario olímpico. De esta manera, con las
medallas de última hora edulcorando un inicio desolador, la
sensación que nos vamos a traer de Londres va a ser similar a la de
Atlanta, Atenas o Pekín. Es decir, volveremos de la City convencidos
de que estamos donde estamos porque no podemos estar en otro sitio,
porque ésta es la realidad de nuestro deporte más allá de las
grandes citas futbolísticas y de los talentos individuales.
Estos
Juegos se recordarán por el protagonismo de nuestras féminas. Es
normal. Sin pretender restar ni un ápice del enorme mérito que
tienen, lo cierto es que el deporte femenino aún no ha alcanzado las
enormes cuotas de profesionalismo y globalización de su homólogo
masculino. Es por ello que las escuetas inversiones y las
anquilosadas estructuras de nuestro deporte aparecen más disimuladas
en un campo, con todo lo bueno y lo malo que ello implica, más
amateur.
De
todas las medallas conseguidas hay una que no por descontada de
partida, tiene un sabor menos especial. Me refiero a la del equipo de
baloncesto, la novena en doce grandes campeonatos, la tercera de
nuestra historia en unos Juegos. Una medalla basada en lo ofrecido
por nuestra selección en cuatro cuartos contados, en cuarenta
minutos de reloj.
Sin
duda, más allá de cuestiones éticas que ya fueron traídas a
colación, los últimos diez minutos de Brasil marcaron el camino y
dibujaron unos cruces mucho más amables. Por otra parte, el último
cuarto contra Francia, una exhibición de defensa y sangre fría, fue
el que nos colocó en semifinales. Más mérito aún tuvieron los 47
puntos anotados durante los últimos veinte minutos del segundo
encuentro frente a Rusia. 47 puntos que llegaron no sólo de un mayor
acierto en el perímetro, sino principalmente de una mayor
agresividad defensiva y de una recuperación de ese viejo instinto de
correr. En ambos partidos nos beneficiamos de la mayor experiencia,
de haber estado en la élite mundial durante más de una década.
Volverán las oscuras golondrinas, claro, pero por ahora bastante
tenemos con ocuparnos de los halcones del combinado estadounidense.
Con un
juego libre que roza la anarquía, con una defensa agresiva en
primera línea y permeable en la proximidad del aro, a los de Coach K
les sirve con confiarse a la iniciativa individual en ataque y al uso
de manos en defensa para imponer un alto ritmo de partido y destrozar
a los rivales. La duda está en si Scariolo cogerá el guante y
aceptará un partido del estilo de la final de Pekín o si, por el
contrario, tratará de ralentizar el tempo del encuentro para que el
marcador se mueva en cifras más asumibles y asequibles para nuestra
menor dosis de talento físico y, en menor medida, técnico. Será
clave que Calderón se apodere de la batuta y que se juegue a lo que
nosotros queramos. Será útil alargar la rotación y utilizar todas
las faltas con que el reglamento obsequia a cada conjunto sin el
castigo de los tiros libres. Habrá que meter balones dentro, pero
será necesario encontrar un equilibrio. Será interesante comprobar
cómo se miden entre sí un quinteto más clásico y otro formado por
cuatro o incluso cinco jugadores exteriores. Ellos no tienen pívots.
Nosotros no tenemos un alero que pueda hacer las veces de un cuatro.
Será,
no cabe duda, todo un acontecimiento. Este grupo nos permite soñar
dormidos. Ojalá que también despiertos. Lo sabremos mañana.
UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
1 comentarios:
Prácticamente imposible, por su nivel, y el nuestro hasta ahora. Pero siempre hay que confíar en un hermoso canto del cisne, y bueno, la desesperación de algún modo, libera. Ese 3 que puede hacer de 4 es Claver...infrautilizado, al igual que otros. Hoy serán todos necesarios. Y bueno, que pase lo que tenga que pasar. No ha sido su mejor campeonato, ni de lejos...pero será un bonito partido :)
Un saludo :)
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