Quince
días para Londres. Dos semanas para que culmine la olimpíada, el
período de cuatro años que transcurre entre dos juegos olímpicos.
Así, mientras la llama se acerca al estadio, los deportistas afinan
su forma física combinando sesiones de carga con descansos cada vez
más prolongados. Los operarios, por su parte, preparan los últimos
detalles en el recinto a expensas de que la ciudad del Támesis
acoja, por tercera vez, el mayor acontecimiento deportivo del
planeta.
Los
Juegos Olímpicos de Londres serán los trigésimos de la era
moderna. En realidad los vigesimoséptimos que se disputan a cuenta
de la suspensión, por motivos bélicos, de los de Berlín 1916,
Helsinki 1940 y Londres 1944. Más datos. Será la decimooctava vez
que el baloncesto quede incluido en el programa olímpico. Estados
Unidos venció en trece ocasiones, la extinta Unión Soviética en
dos y Yugoslavia y Argentina en una. De un asterisco vienen
acompañadas las ediciones de Moscú 1980 y 1984, ediciones ambas
boicoteadas y marcadas por la ausencia de Estados Unidos y la URSS
respectivamente. Mención aparte, por todo lo contrario, merecen los
dos títulos olímpicos del combinado soviético y también el que
logra Argentina en los más recientes Juegos de Atenas 2004. A todo
ello hay que añadir que la competición asiste a su particular punto
de inflexión con la incorporación de los jugadores profesionales de
la NBA en Barcelona 1992.
España,
por su parte, no participó hasta la edición de Roma 1960 en la que
firmó un modesto papel finalizando en decimocuarta posición. En una
década en la que el combinado nacional creció a la sombra del
imperial Real Madrid de Pedro Ferrándiz y de la mano de una estrella
como Emiliano Rodríguez, sólo pudimos ser séptimos en Méjico 1968
con una selección que incluía nombres importantes como Clifford
Luyk, Nino Buscató o Vicente Ramos. Ya por entonces, en el
banquillo, figuraba el nombre más importante de la historia del baloncesto olímpico español, Antonio Díaz Miguel.
Tras
el undécimo puesto en Munich y la no participación en Montreal, los
Juegos Olímpicos de Moscú fueron el aperitivo perfecto para lo que
tendría que suceder cuatro años más tarde. Aquella competición
supuso el bautismo de fuego de una generación llamada a competir de
tú a tú con las mejores del viejo continente. Cuando Brabender se
despidió ya tenía el relevo asegurado. Tenía nombre de santo.
Demostraría el porqué cuatro años después: Juan Antonio San
Epifanio. Epi.
Y de
la mano de Epi, Arcega, Corbalán o Solozábal, también de
Iturriaga, De la Cruz, Romay o Joe Llorente y cómo no de Martín,
Jiménez, Margall y Beirán, la selección española nos haría soñar
despiertos a altas horas de la madrugada en la Península. En Los
Ángeles, la cuna de los guiones más inesperados, esta generación
surgida de los patios de colegio (el Ramiro de Maeztu, los Jesuitas
de Bilbao o el colegio Santo Tomás de Zaragoza) ganó a Yugoslavia y
le aguantó veinte minutos a una portentosa camada de jugadores
universitarios encabezada por Michael Jordan y Patrick Ewing y
entrenada por Bobby Knight.
Por
desgracia aquel éxito no supuso ni un antes ni un después. Sólo un
durante que se fue apagando a raíz de los siempre dolorosos cuartos
puestos en los Europeos de 1985 y 1987 y de un quinto que supo a nada
en el Mundial de España en 1986. La Federación no pudo encontrar
las respuestas a la muerte de Fernando Martín, al languidecer de Epi
y a la pérdida de ilusión de un Antonio Díaz Miguel cada vez más
saturado de baloncesto.
El
bronce en el Europeo de 1991 fue un edulcorante que no pudo
disimular, en caso alguno, el sabor amargo de la actuación más
triste y desangelada de nuestra selección en unos Juegos Olímpicos,
la de 1992 ante el público de toda España. Por fortuna, la
exhibición de talento ofensivo, juego en equipo y facultades
atléticas del Dream Team difuminó en cierta medida el esperpento
interpretado por una selección sin alma presa, quizá, de un exceso
de responsabilidad, que sólo pudo ganar a Brasil, por un punto, y
que perdió de paliza, 63-83, contra Angola.
Y si
el bronce de 1991 fue la previa de unos juegos para el olvido, la
plata de 1999 fue el anticipo de otra actuación mediocre, la de unos
Juegos de Sidney que supondrían el fin del período de Lolo Sainz
como seleccionador. Fue entonces cuando todo cambió. Y no fue mérito
ni de Imbroda ni de Moncho, tampoco demérito de Pesquera. Todo lo
que sucedió a partir de entonces encuentra su explicación en la
concreta figura de quienes, al fin y al cabo, dominan el juego: los
jugadores. Y si por mezcla de trabajo federativo, cantera de clubes y
generación espontánea te encuentras con una hornada de jugadores
encabezada por Juan Carlos Navarro y Pau Gasol, los problemas dejan
de serlo y se convierten en oportunidades para triunfar. Si a éstos
les rodeas de otros más jóvenes como Marc y Rudy empiezas a medirte
con los mejores y aspiras a cosechar grandes triunfos en la esfera
internacional.
Así,
en los últimos seis años hemos sido campeones del mundo,
subcampeones de Europa, subcampeones olímpicos, campeones de Europa,
sextos en un mundial y, de nuevo, campeones de Europa. Acudimos a
Londres con el cartel de favoritos. En los corrillos se habla de la
plata como si ya fuera un hecho. Pero ojo, conviene ser cautos. Por
dos motivos, porque el deporte aglutina más factores de los que se
pueden controlar y coño, porque si repasamos la historia como ya
hemos hecho, nos podemos dar cuenta de que no siempre fue así. Y es
que desde los Epi, Martín y Corbalán hasta los Pau, Navarro y Marc
transcurrieron largos años de sequía y, lo que es peor, de pérdida
de identidad.
Por
ello os invito a todos, amantes del baloncesto, a disfrutar de esta
selección, a saborear cada paso en el camino que nos ha de conducir
a la gloria olímpica. Dejemos la crítica destructiva a un lado y
pongámonos la camiseta de la ilusión porque amigos, no siempre fue
así. No siempre pudimos gozar con el juego de uno de los mejores
equipos del mundo.
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UN
ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS
1 comentarios:
Sin duda hay que disfrutar de estos jugadores tan buenos y que han cambiado el panorama del baloncesto en nuestro país.
Pero me muero de rabia al ver como se desaprovecha el equipo por un mal entrenador.
Los Mike Brown, Mike Krzyzewski, Spoelstra, Brooks, D'Antony, Stan Van Gundy, Messina y como no SCARIOLO de la vida que van de entrenadores estrella por la vida y no hacen más que joder este deporte sin tener ni idea de baloncesto y como sacar partido a una plantilla de ensueño.
Si mi querido Chuck Daily levantara la cabeza... O los propios Jackson, Riley, o nuestro Pepu... Se tirarán de los pelos al ver este cuadro.
Abrazos y que USA nos pille confesados pese a estar siendo destrozados por Mike Krzyzewski!!
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